El due?o de los caballitos
El jefe es siempre el jefe. Aunque el reloj no se detenga y ahora, en vez del chico que lleva a su novia al parque de atracciones, parezca el mism¨ªsimo due?o de los caballitos, con una numerosa familia a la que seguir sacando adelante: la siempre impresionante E Street Band.Hab¨ªan probado sonido solamente una hora y alguno de los de la organizaci¨®n se tem¨ªa lo peor. Pero cuando, a las 21.30 en punto, la maquinaria musical se puso en marcha, los 112 altavoces del equipo de sonido comenzaron a bombardear las orejas del respetable con rock and roll en estado puro; limadas las aristas hasta conseguir el mejor de los acabados. Como en disco. Mejor, vaya.
Uno a uno hab¨ªan ido apareciendo los m¨²sicos. Los tres ¨²ltimos fueron el gitano Steve van Zandt, vestido para la ocasi¨®n con su mejor camisa azul de seda; el big man Clarence Clemons, con su actitud m¨¢s pool, y, cerrando la comitiva, el siempre afable y simp¨¢tico -?puede ser verdad tanta bonhom¨ªa?- Bruce Springsteen. Con la mejor de sus sonrisas solt¨® un "?Hola, Madrid! ?C¨®mo est¨¢is?". My love, Will not, let you down, Prope it all night y Tow hearts fueron las piezas destinadas a abrir la velada.
Bruce Springsteen & E Street Band
Bruce Springsteen (voz, guitarra y arm¨®nica), Steve van Zandt, Nils Logfren y Patti Scialfa (guitarra y coros), Danny Frederici (¨®rgano), Roy Bittan (piano), Gary Tallent (bajo), Clarence Clemons (saxo y percusiones) y Max Weinberg (bater¨ªa).Estadio de la Comunidad Aut¨®noma de Madrid. La Peineta. 5.000 a 7.000 pesetas. Madrid, lunes 7 de junio.
Solemnidad
El hombre m¨¢s sufridor de New Jersey continu¨® desgranando historias tristes de soledad y desesperaci¨®n en Darkness on the edges of town, y todo ello habr¨ªa de desembocar en el primer arrumaco con su esposa, Patti. Fue en el tema Mansion of the hill, antesala de un emocionante The river.En Youngstown se mantuvo la solemnidad, alimentada por un incendiario solo de guitarra a cargo de Nils Logfren, que poco m¨¢s tarde habr¨ªa de competir con los bramidos del imponente saxo de Clemons en la vibrante Murder incorporates. Ah¨ª, sin dar casi tiempo para coger aliento, otros dos estallidos: los de Badlands y Out of the streets. Este ¨²ltimo servir¨ªa para que el boss se diera unas carreritas por todo lo largo de la boca del escenario y, de paso, tomarle la temperatura a la audiencia; a esa hora, ya muy elevada.
De repente la noche hab¨ªa ca¨ªdo y, con los acordes de 10th Avenue Freezone de fondo, fue presentando a todos y cada uno de los miembros de la banda, haciendo especial hincapi¨¦ en la pelirroja Patti, y, como no pod¨ªa ser de otro modo, en Clemons, especialmente querido por el p¨²blico espa?ol y el de todas partes. El imponente negro se marc¨® hasta un bailecito con el jefe.
La siguiente tanda de temas tambi¨¦n fue movida y culmin¨® en un el¨¦ctrico Working on the Highway, que sirvi¨® para dar paso a un breve set ac¨²stico en el que la estrella se despach¨® a modo con Spirit of the night. Despu¨¦s de eso llegar¨ªa la primera traca final, que vendr¨ªa con Light of the day y toda su carga de rock al estilo de los a?os sesenta. De hecho, Springsteen incluy¨® en medio varias frases de guitarra del legendario instrumental surfero Pipeline.
P¨²blico rendido
Era el final; un final falso, como habr¨ªa de revelarse enseguida. En cuanto sonaron los primeros acordes de un My hometown, francamente emocionante. A esas alturas de la noche el p¨²blico estaba absolutamente rendido a cada una de las iniciativas de este hombre, que lleva especialmente bien la cincuentena. Junto a su garganta habr¨ªan de esforzarse todas las de los asistentes entonando enterita la letra del Hungry heart. Todo estaba a punto para la primera de las guindas finales: el inmortal Born to run. Esta canci¨®n, que tiene casi 20 a?os y por la que, sin embargo, no parece pasar nunca el tiempo, fue la coronaci¨®n del primer bis. Pero con Springsteen nunca hay que perder la esperanza, porque ¨¦l siempre est¨¢ dispuesto a dar m¨¢s a quien le pide otra canci¨®n.
Ah¨ª lleg¨® el turno de Thunder road. Y cuando se cumpl¨ªa la hora y media de concierto, la banda volvi¨® a aparecer en escena y a correr de un lado a otro del escenario, busc¨¢ndose unos componentes a los otros y mezcl¨¢ndose con toda tranquilidad con el mar de brazos levantados. Una vez m¨¢s el saxo de Clarence Clemons volvi¨® a producir las m¨¢s potentes y mejores notas de la noche, que alcanzaba as¨ª su punto ¨¢lgido de magia.
Antes de despedirse definitivamente, Springsteen ley¨® una nota en m¨¢s que convincente castellano. En ella daba las gracias al p¨²blico espa?ol por la acogida que ha brindado siempre a su m¨²sica, y en especial a los ¨²ltimos conciertos ofrecidos en nuestro pa¨ªs. Resaltando que esta gira supone la reuni¨®n de la E Street Band de nuevo, Bruce brind¨® a los asistentes un tema nuevo titulado The land of hope and dreams. Sin que la gente estuviera contenta con dejarle marchar definitivamente y hasta Dios sabe cu¨¢ndo, el due?o de los caballitos recogi¨® su atracci¨®n y se march¨® hacia otra feria, feliz por haber dejado en Espa?a una buena dosis de ilusi¨®n.
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