El papel de las encuestas VICENT FRANCH
Probablemente no digo nada nuevo si me sumo a lo que parece general desconfianza hacia las encuestas pre-electorales, deporte que no impide que cada vez haya m¨¢s encuestas en los medios de comunicaci¨®n en los d¨ªas que preceden a las citas electorales, quiz¨¢s porque -y esa es la sospecha- son un argumento m¨¢s para la campa?a. En realidad, las encuestas que se publican hasta pocos d¨ªas antes de la cita electoral, si fueran s¨®lo aportaciones orientativas del estado de la opini¨®n pol¨ªtica de los ciudadanos deber¨ªan ser l¨®gicamente coincidentes, y, sin embargo, no hay m¨¢s que echar una ojeada al abanico de posibilidades que ofrecen para comprender que las marcadas diferencias entre unas y otras, lejos de ser reflejo de m¨¦todos diferentes de prospecci¨®n, evaluaci¨®n y proyecci¨®n en resultados electorales, unos correctos y los otros err¨®neos, parecen obedecer a aquella parte del trabajo anal¨ªtico donde la intuici¨®n, los secretos del oficio y la sofisticaci¨®n de los m¨¦todos comparativos (la explotaci¨®n de datos anteriores para un mismo espacio, la utilizaci¨®n de series hist¨®ricas, etc) decantan el resultado final. Hay quien dice, no obstante, que en esta parte m¨¢s delicada, el cliente, el que encarga y paga la encuesta, tambi¨¦n tiene algo que ver. Y, as¨ª, cuando se ha de especular t¨¦cnicamente con indecisos o diletantes se especula en seg¨²n qu¨¦ direcciones. Por eso las encuestas acaban asumiendo un papel que la propia ley electoral admite al prohibir su difusi¨®n y publicaci¨®n en los d¨ªas inmediatamente anteriores a la de los comicios: el de "orientaci¨®n interesada de indecisos". Aunque sea dif¨ªcil asegurar sin paliativos que los datos que se destacan de las encuestas en su publicaci¨®n se dirigen a una difusa clientela donde no es nada despreciable el conjunto de electores cuyo voto no s¨®lo no est¨¢ decidido sino que ni siquiera sabe si ir¨¢ a votar, no hace falta ser un lince para advertir que el anuncio de mayor¨ªas absolutas puede resultar disuasorio para una parte de los que la pueden propiciar retray¨¦ndoles de ir a votar, y que la constataci¨®n de que una determinada fuerza pol¨ªtica no alcanza los m¨ªnimos para obtener representaci¨®n es un aviso abstracto hacia quienes no quieren que su voto se vuelva in¨²til, o que, finalmente, la ponderaci¨®n al alza de una fuerza pol¨ªtica muy discutida por sus competidores fuerce al voto err¨¢tico a anclarse compungido en la v¨ªctima anunciada. Las encuestas, adem¨¢s, para quienes nos dedicamos al estudio del comportamiento electoral, tienen otra dimensi¨®n, que les responsabiliza y valida o invalida en un acto posterior a su elaboraci¨®n y difusi¨®n, el de pasar el examen final de las urnas con m¨¢s o menos ¨¦xito. En realidad, celebradas las elecciones casi todo tiene explicaci¨®n, sea mediante encuestas a la salida de urna que corrigen los datos anteriores, o aplicando los criterios que la primera intuici¨®n o los clientes no vieron suficientemente evidente en la presentaci¨®n de los resultados. Pero esa dimensi¨®n, que, en suma, puede suponer la ruina o el triunfo de las empresas que se dedican al menester, queda oscurecida con la capacidad de orientaci¨®n suplementaria que la encuesta puede tener en el debate entre competidores. ?De qu¨¦ modo podr¨ªa medirse esa capacidad de orientaci¨®n? Es decir: ?hasta qu¨¦ punto las encuestas influyen en la actitud final de los votantes indecisos? Y, por ello, si influyen ?qu¨¦ les otorga t¨ªtulo de actores en la competici¨®n si los actores por antonomasia son los candidatos y las siglas? Ya s¨¦ que estas preguntas resultan ingenuas para quienes creen que lo evidente es indiscutible aunque sea lesivo para el ejercicio libre del sufragio activo, y que, de todas maneras, en l¨ªneas generales, los resultados se acercan m¨¢s a las encuestas que las encuestas a los resultados o que no hay que sacar las cosas de quicio. Pero yo siento un no se qu¨¦ como polit¨®logo que, por una parte, me hace respetar el m¨¦todo prospectivo y sofisticado de las encuestas como una fuente de conocimiento muy poderosa, pero por otra, como ciudadano, siento verdadera angustia cuando el ¨¦xito de una campa?a o la ilusi¨®n de una gente se machacan a base de ese apartado de libre disposici¨®n que se suele adosar a los resultados de las encuestas cuando el cliente manda o el objetivo es la manipulaci¨®n. Pero ya digo, eso me pasa por ingenuo. Vicent.Franch@uv.es
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