Bienvenido, "Mr. Pesc"
En los a?os setenta y ochenta eran frecuentes las cr¨ªticas norteamericanas a los europeos, de quienes dec¨ªan que no quer¨ªan combatir, que prefer¨ªan la diplomacia, y cuando ¨¦sta no se daba, la inercia, la espera. Un polit¨®logo italiano, Alberoni, escribi¨® entonces que los europeos temen la guerra quiz¨¢ porque han sufrido muchas en sus pa¨ªses y han podido comprobar que, a fin de cuentas, no han producido ning¨²n resultado positivo. Efectivamente, la Primera Guerra Mundial dej¨® a Europa d¨¦bil y desgarrada por crueles conflictos y la Segunda hizo que perdiera su predominio en el mundo.En 1999 acabamos de terminar una guerra de la mano de los estadounidenses, que ha coincidido (y tal vez acelerado) con el nombramiento de Javier Solana como alto representante de la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Europea (Pesc). Ello me suscita un par de reflexiones. Una, que la paz es mucho m¨¢s que la mera ausencia de guerra. Muchos esfuerzos han de desplegarse a partir de ahora hasta que cicatricen las heridas y sea posible una convivencia pac¨ªfica permanente entre serbios y kosovares. Dos, que una acci¨®n pol¨ªtica europea verdaderamente concertada y desarrollada a tiempo podr¨ªa haber contribuido a evitar la guerra. Despu¨¦s de todo, Milosevic ha podido comprobar desde hace una d¨¦cada que -en perjuicio del inter¨¦s supranacional europeo- los m¨¢s importantes Estados de la Uni¨®n adoptaban posturas contradictorias, basadas en intereses nacionales diferentes, respecto a la antigua Yugoslavia.
Por eso, quienes damos la bienvenida a Javier Solana en su nueva responsabilidad no podemos ocultar que -como ¨¦l bien sabe- existen importantes obst¨¢culos, internos y externos, que superar antes de que sea posible hablar de una genuina Pesc. As¨ª, debemos constatar que su lanzamiento en Maastricht en 1992 y su muy lento desarrollo hasta hoy tienen lugar en un mundo y en unas relaciones internacionales -incluido el papel de Naciones Unidas- en cambio constante desde la terminaci¨®n de la guerra fr¨ªa. Coincide ello con la ausencia europea de las principales iniciativas pol¨ªticas internacionales (a diferencia de los a?os anteriores) y con una manifiesta pereza a la hora de singularizar intereses comunes en pol¨ªtica exterior y de seguridad, algo que en la d¨¦cada anterior parec¨ªa vital. Se da adem¨¢s la circunstancia de que, hasta ahora, la Pesc no es percibida de igual forma por todos los Estados de la UE. Mientras que los peque?os, e incluso medianos, pueden tener mejores posibilidades de trasladar sus propias opciones de pol¨ªtica exterior v¨ªa Pesc, para los grandes ¨¦sta viene siendo s¨®lo una opci¨®n disponible entre varias. Otro factor que ha da?ado el a¨²n embrionario sistema Pesc es que cuando, a causa de intereses nacionales diversos, ha resultado imposible un acuerdo de toda la UE, los grandes no han tenido el menor recato en organizarse aparte e incluso aliarse con actores extraeuropeos. Es el caso del denominado Grupo de Contacto sobre Bosnia, integrado por el Reino Unido, Francia, Alemania... y EEUU. Es, adem¨¢s, notorio que los distintos representantes europeos para Bosnia que se han sucedido en el cargo (lord Carrington, David Owen, Carl Bildt y, ¨²ltimamente, Carlos Westendorp) han sufrido las consecuencias de ser portavoces de una UE dividida.
Hemos de ser igualmente autocr¨ªticos en el ¨¢rea de la seguridad com¨²n, donde Europa ha sido siempre reacia a comprometerse financieramente, lo que ha supuesto la reafirmaci¨®n de la OTAN y de los Estados Unidos y la p¨¦rdida de la iniciativa europea desde comienzos de esta d¨¦cada. Dado que todo esto sucede mientras la Uni¨®n contempla su ampliaci¨®n hacia el este -lo que no dejar¨¢ de complicar a¨²n m¨¢s el proceso-, resulta imprescindible un nuevo impulso europe¨ªsta que se oponga a la actual fase de "renacionalizaci¨®n" de la voluntad comunitaria. En la pol¨ªtica exterior y de seguridad, ello implica, por supuesto, dotar al se?or Pesc de las estructuras y medios adecuados. Sin embargo, no ser¨¢ suficiente para garantizar una pol¨ªtica coherente y eficaz, que s¨®lo se lograr¨¢ cuando los Estados miembros demuestren su voluntad de sacar adelante una aut¨¦ntica Pesc, por ejemplo, trasladando -aunque sea gradualmente- su importante acervo en pol¨ªtica exterior y relaciones internacionales al sistema comunitario. Ello no empece que en el entretanto auguremos lo mejor a Mr. Pesc.
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