El milagro de san Pablo, en la Universidad
Desde que se promulg¨® la LRU en 1983 no han cesado ni las quejas sobre la validez de algunos contenidos -en particular los que ata?en a los criterios de selecci¨®n del profesorado- ni los insistentes rumores sobre inminentes contrarreformas de la ley que, 16 a?os despu¨¦s, todav¨ªa no se han concretado. Como un condenado pendiente de la revisi¨®n de su causa que nunca llega, la Universidad ha vivido este periodo adapt¨¢ndose a una realidad legislativa fr¨¢gil, con visos de provisionalidad, que ha producido situaciones "de hecho" irreversibles. Una de las ¨²ltimas sacudidas se produjo el pasado enero, tras un editorial de Nature, que nos cubri¨® de verg¨¹enza entre la comunidad internacional, denunciando el escandaloso amiguismo que, con excesiva frecuencia, domina las temibles oposiciones universitarias. Como la claridad cegadora que derrib¨® a san Pablo, convirti¨¦ndolo a la fe verdadera, por el comentario de Nature se hizo la luz en la mente de los responsables pol¨ªtico-universitarios, que descubrieron entonces las ruindades e injusticias del m¨¦todo de selecci¨®n del profesorado y abogaron por su urgente reforma. Meses despu¨¦s, el nuevo equipo ministerial se ha despachado con un documento te¨®ricamente destinado a mejorar la estabilidad y promoci¨®n del profesorado universitario, que ha merecido la inmediata reprobaci¨®n de los agentes sociales por su vaguedad y falta de contenidos. En espera de su concreci¨®n, la iniciativa ministerial no acomete los graves problemas de fondo de la Universidad y se barrunta en la l¨ªnea de no remediar el desprestigio de "la cosa p¨²blica".
Sigue pendiente la reforma en la composici¨®n de los tribunales que juzgan los llamados concursos-oposici¨®n, el mecanismo que, desde tiempos inmemoriales, viene regulando el acceso al club de los elegidos para la gloria acad¨¦mica. En la ¨¦poca pre-LRU, este sistema consagr¨® un importante n¨²cleo de escuelas como fecunda cantera de catedr¨¢ticos y profesores, que han enriquecido con su profundo saber buena parte de los departamentos universitarios a lo largo y ancho de la geograf¨ªa nacional. El principio de autonom¨ªa introducido con la LRU conllev¨® ciertas variaciones de procedimiento, que han servido en distinto grado a las universidades para fomentar la promoci¨®n de sus propios candidatos, actitud endog¨¢mica incompatible con la m¨¢s elemental esencia de universalidad del conocimiento, pero entendible desde la posici¨®n de la Universidad en el conjunto de la realidad sociopol¨ªtica del pa¨ªs.
M¨¢s all¨¢ de la honestidad en la selecci¨®n, la aplicaci¨®n de este sistema tiende a generar una "profunda esclerosis intelectual", plasmada en la escasa exigencia de rendimiento cient¨ªfico a los profesores permanentes. Resulta parad¨®jico que, una vez superadas las oposiciones, sean las labores docentes y las cargas administrativas las obligaciones primordiales a satisfacer por el elegido, con serio detrimento de su actividad investigadora. Esta despreocupaci¨®n se refleja en la concesi¨®n, generalmente autom¨¢tica, por las universidades de los complementos docentes a todos los solicitantes, sin un proceso riguroso de evaluaci¨®n previa.
El fogonazo divino indujo la conversi¨®n irrenunciable de san Pablo de exterminador en evangelizador de cristianos, pero parece m¨¢s dudoso que la resonancia de las cr¨ªticas y largos a?os de debates llegue a producir similares efectos en nuestros dirigentes. Ni el actual documento ministerial sobre profesorado, ni las continuas modificaciones anunciadas de la LRU podr¨¢n tener cabida dentro de esta legislatura. Si las propuestas planteadas salieran adelante, har¨ªan falta algunas generaciones antes de que su aplicaci¨®n resulte efectiva, quiz¨¢ un lapso fatal tanto para la mejora de la educaci¨®n superior como para nuestra consolidaci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica.
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