El comunismo no es reformable; los PC, s¨ª
El siglo XX, el llamado "siglo breve" por Hobsbawn, empez¨® en 1917 con la Revoluci¨®n de Octubre y acab¨® en 1989 con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Dos acontecimientos que se?alan la esperanza y el fracaso pol¨ªtico y econ¨®mico de la m¨¢s grandiosa y "cient¨ªfica" utop¨ªa hasta ahora elaborada: el comunismo. Un modelo con un n¨²cleo: el partido-vanguardia, partido hegem¨®nico o ¨²nico. De esa experiencia ha quedado un panorama variado, caracterizado por la decadencia, con algunas referencias estatales a¨²n vivas: China y Cuba. Pero la naci¨®n gu¨ªa, la sovi¨¦tica, y los reg¨ªmenes de la Europa del Este han dejado un caos absoluto. No s¨®lo ha ca¨ªdo el sistema pol¨ªtico, ha sido la propia sociedad la que ha explotado. La herencia ideol¨®gica m¨¢s fuerte del comunismo es el nacionalismo ¨¦tnico fan¨¢tico en la Europa Oriental, como huida hacia adelante en pa¨ªses sin tradici¨®n democr¨¢tica.
Los partidos comunistas (PC) de Europa del Este se han convertido -salvo en Rusia- en socialdem¨®cratas y han pedido el ingreso en la Internacional Socialista. Sin embargo, en la Uni¨®n Europea a¨²n subsisten partidos comunistas que atraviesan su particular traves¨ªa del desierto, con un peso parlamentario decreciente y una seria indefinici¨®n y crisis cultural y estrat¨¦gica. En la Europa del Sur -Espa?a, Francia, Portugal, Italia, Grecia- est¨¢n los bastiones de los PC. Todos ellos han perdido fuerza en las ¨²ltimas elecciones europeas, con porcentajes entre el 5% y el 8% de los votos, salvo el PC portugu¨¦s. Por el contrario, y a diferencia de lo que suced¨ªa en la anterior d¨¦cada, los comunistas n¨®rdicos, abiertos a nuevos movimientos sociales, y tras cambio de nombre o identidad, est¨¢n en cifras entre el 9% (Alianza de la Izquierda Finlandesa) y el 16% (Partido de la Izquierda, sueco).
La evoluci¨®n tiene sentido. Los partidos comunistas nacen, a partir de la Primera Guerra Mundial, aupados por una clase trabajadora -en sociedades sin clase media- que reacciona virulentamente contra la tragedia b¨¦lica imperialista y pidiendo una revoluci¨®n inmediata que "cambiara el mundo de base". Lo que s¨®lo triunf¨® en Rusia en la primera Gran Guerra se ampli¨® a Europa del Este en la Segunda Guerra Mundial, con la fuerza de los tanques sovi¨¦ticos, y luego se extendi¨® a otros pa¨ªses del Tercer Mundo. Esos reg¨ªmenes no ten¨ªan fundamento democr¨¢tico, nacidos de situaciones de fuerza militar. Ah¨ª estuvo el origen de la enfermedad que acab¨® con el comunismo como sistema pol¨ªtico, econ¨®mico y social, dejando a tantos pa¨ªses sin cimientos sobre los que construir el poscomunismo, con crisis tan profundas como la de Yugoslavia.
En cuanto a los PC occidentales, no est¨¢n condenados a morir si entienden las lecciones de la historia. En una democracia, todos los partidos que tienen apoyo popular -como lo tienen, aunque en precario, los comunistas- pueden hacer un papel entre los progresistas. En la UE, los partidos comunistas, en buena parte, han iniciado un camino irreversible hacia la renovaci¨®n, que pasa por entrar a formar parte de un bloque plural de progreso en el que el sector mayoritario es hoy el socialista, renunciar a la vieja "hegemon¨ªa" que fractur¨® tantos a?os a la izquierda en proyectos incompatibles y aceptar a Europa como sujeto pol¨ªtico esencial del pr¨®ximo siglo. Esto es lo que est¨¢ sucediendo. En Francia e Italia, ni siquiera la guerra de Kosovo ha roto los gobiernos de la izquierda plural. No ocurre a¨²n en Portugal y Grecia, y en Espa?a, la idea originaria de IU -que impuls¨® un PCE casi extraparlamentario- se interrumpi¨® dram¨¢ticamente con la quiebra de 1997 y la salida de Nueva Izquierda. Pero el dictamen de los ciudadanos es inapelable, y ¨¦stos le piden a los PC que asuman una pol¨ªtica unitaria que les evite ser instrumentos de la derecha, como aqu¨ª sucedi¨®.
El comunismo, como ideolog¨ªa alternativa al sistema de propiedad privada de los medios de producci¨®n, no es reformable ni revisable. Es propia de su tiempo, en parte consecuencia del iluminismo racionalista, pero ha sido sobrepasada en la izquierda por ideolog¨ªas reformadoras que arrancan de Kant, de Bernstein y culminan en este fin de siglo en fil¨®sofos como Rawls o Habermas. Sin embargo, los PC, como cualquier partido, s¨ª son reformables. La izquierda requiere un fuerte impulso renovador, una rotunda innovaci¨®n cultural, compleja, abierta a la profundizaci¨®n de la democracia y de la igualdad, a nuevas formas de solidaridad en sociedades multi¨¦tnicas y con modos de participaci¨®n directa desconocidos. Tal objetivo requiere diversos sujetos o partidos pol¨ªticos progresistas que sepan trabajar en conjunto hacia un proyecto com¨²n. De ¨¦l pueden formar parte los PC, si quieren, aceptando que la izquierda del futuro -a quien se debe tantos avances del siglo XX- tiene que abrir un cap¨ªtulo de su historia y reconsiderar su relaci¨®n con el Estado nacional y el Estado social, en un marco supranacional y de econom¨ªa-mundo. Hay una tarea que desarrollar: ayudar a la componente reformista del comunismo europeo a confluir en el movimiento socialista y progresista internacional. Se trata de ampliar los confines de la izquierda, rompiendo con las ataduras conservadoras que comunistas y socialistas a¨²n tienen; se trata de superar la dicotom¨ªa empobrecedora entre una izquierda "social" privada de horizonte pol¨ªtico, testimonial y anacr¨®nica, y una izquierda "pol¨ªtica" que pierde sus lazos con la sociedad en aras de una obsesi¨®n institucional.
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