El acusado del asesinato de la abogada de Vitoria declar¨® al juez que la degoll¨® "por instinto"
"Saqu¨¦ el cuchillo por instinto. No pude controlar el acto de sacar el cuchillo". As¨ª relat¨® Koldo Larra?aga al juez Juan Manuel Agiar el momento en que degoll¨® a la abogada de Vitoria Bego?a Rubio, seg¨²n su declaraci¨®n que obra en el sumario de la causa, al que ha tenido acceso este peri¨®dico. Larra?aga declar¨® que eligi¨® a su v¨ªctima "sin premeditaci¨®n". Pod¨ªa haber sido cualquiera de las abogadas a las que visit¨® ese lunes 24 de mayo. "Cuando la agarr¨¦ por detr¨¢s comenz¨® a gritar". Sac¨® el cuchillo y se lo clav¨® en el pecho. "No se cuantas cuchilladas le d¨ª, ni donde", a?adi¨®.
Un trozo del guante de l¨¢tex que us¨® para cometer el crimen se qued¨® pegado con sangre en el cuello de Bego?a. ?se peque?o detalle se convirti¨® en fundamental cinco d¨ªas despu¨¦s, seg¨²n revela el sumario. Los agentes de la Ertzaintza ten¨ªan que confirmar sus sospechas contra Larra?aga apenas con ese indicio. Cuando los ertzainas, antes de detenerle, se entrevistaron con ¨¦l en una cafeter¨ªa de Madrid, cinco d¨ªas despu¨¦s del crimen, pusieron especial atenci¨®n en el dedo coraz¨®n de su mano izquierda. El color blanquecino de su piel evidenciaba que la yema de ese dedo hab¨ªa estado tapada hasta pocos minutos antes por una tirita, y debajo hab¨ªa un corte. Todo encajaba. Momentos despu¨¦s fue detenido acusado de ser el presunto asesino de la abogada de Vitoria Bego?a Rubio, del empresario de m¨¢quinas tragaperras Agust¨ªn Ruiz, del cordelero Acacio Pereira, y de la profesora de ingl¨¦s Esther Areitio. En su declaraci¨®n ante la polic¨ªa y posteriormente ante el juez, Larra?aga confirm¨® las sospechas policiales y se confes¨® autor de los dos primeros asesinatos, pero niega los otros dos. Cualquier abogada Pod¨ªa haber sido cualquier abogada joven. Despu¨¦s de preguntar el 24 de mayo en varios despachos de Vitoria, todos ellos de mujeres j¨®venes, y a una procuradora el acusado subi¨® por segunda vez al bufete de Bego?a Rubio. "No puedo precisar lo que me motiv¨® a volver all¨ª", declar¨® al juez. Se encontr¨® con ella en la puerta del despacho, en un pasillo, cuando sal¨ªa hacia el servicio. Cuando Rubio regres¨®, Larra?aga le entreg¨® una citaci¨®n que le hab¨ªa solicitado con anterioridad, y ella entr¨® primero en el despacho, seguida por el presunto asesino. "Sin m¨¢s la agarr¨¦ por el cuello. Entonces Bego?a comenz¨® a gritar, me puse nervioso y con la mano izquierda le tap¨¦ la boca y con la derecha saqu¨¦ el cuchillo" que ten¨ªa guardado en el bolsillo derecho "y se lo clav¨¦ en el pecho". El acusado y la abogada, a la que sujetaba por detr¨¢s, cayeron al suelo "siguiendo el declarante clav¨¢ndola el cuchillo, no sabiendo [cita la declaraci¨®n] ni cu¨¢ntas cuchilladas le dio ni d¨®nde se las di¨®". La letrada recibi¨® varios cortes en el cuello con un arma blanca de monte de hoja mixta, plana y de sierra. En una de esas cuchilladas, Larra?aga debi¨® de cortarse de forma inadvertida en el dedo coraz¨®n de la mano izquierda, con la que sujetaba el cuello de la v¨ªctima. El corte seccion¨® el latex de los guantes que usaba para no dejar huellas, y sali¨® algo de sangre, posiblemente las gotas suficientes para que la goma se quedara pegada al cuello de la v¨ªctima como una firma. Sin rastros de semen El cuerpo de Rubio fue hallado esa noche con numerosos cortes en el cuerpo y evidencias de que pod¨ªa tratarse de un cr¨ªmen sexual. Sin embargo, los an¨¢lisis efectuados no han detectado restos de semen en su cuerpo. "No se porqu¨¦ le abr¨ª la blusa, y le baj¨¦ los pantys, pero no la agred¨ª ni abus¨¦ sexualmente de ella, y tampoco ten¨ªa ninguna intenci¨®n", declar¨® Larra?aga ante el juez. La Ertzaintza tambi¨¦n dedujo su autor¨ªa por una huella de zapato con sangre encontrada en el resguardo de un certificado postal. Despu¨¦s de analizada, los peritos concluyeron que pertenece a uno de los zapatos del presunto asesino. Cuando Larra?aga fue preguntado por el asesinato de la profesora de ingl¨¦s Esther Areitio dijo: "Yo no la mat¨¦". Tampoco se atribuy¨® el crimen del cordelero Acacio Pereira. Sin embargo reconoci¨® que asesin¨® al empresario de m¨¢quinas tragaperras Agust¨ªn Ruiz con un destornillador. Larra?aga no s¨®lo lo cosi¨® a cuchilladas, sino que adem¨¢s, despu¨¦s de muerto, le arrastr¨® varios metros en el interior de la lonja de aquel para evitar que el cadaver pudiera ser visto desde el exterior. Eso sucedi¨® el 13 de agosto del a?o pasado, despu¨¦s de que ambos discutieran por varios cientos de miles de pesetas. "Me dio un par de empujones, y como me ten¨ªa cogido por el cuello cog¨ª un destornillador que hab¨ªa encima de una m¨¢quina y se lo met¨ª varias veces, de cintura para arriba", testific¨® el acusado. Cuando el empresario se hallaba tendido en el suelo, Larra?aga rebusc¨® en los cajones, encontrando una cartera con monedas y varias llaves. A la abogada le quit¨® 4.500 pesetas. En medio del delirio, manchado de sangre y tap¨¢ndose, en pleno verano, con una chaqueta, Larra?aga sali¨® de la lonja de Ruiz y se refugi¨® en un mes¨®n de la calle Reyes de Navarra, donde pidi¨® un caf¨¦ y entr¨® al servicio para lavarse y limpiar, "tambi¨¦n el pantal¨®n, que ten¨ªa manchas en ambas piernas". Despu¨¦s fue a la casa del empresario. All¨ª, para no dejar huellas, meti¨® las manos en dos bolsas de pl¨¢stico de la compra y acab¨® encontrando 60.000 pesetas. El presunto asesino, que se hospedaba en la pensi¨®n Ocean, de Vitoria, era adem¨¢s lector ocasional. En una maleta que dej¨® en la pensi¨®n fue hallado un libro con el que presuntamente hac¨ªa m¨¢s cortas las noches: Dr¨¢cula.
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