La fiesta de los ant¨ªpodas
C¨¢mping El Molino, en Mendigorr¨ªa, un peque?o pueblo a veinte kil¨®metros al sur de Pamplona. Seis de la ma?ana. 1.200 gigantes anglosajones, chicos y chicas, suben a una veintena de autobuses-lanzadera. Van a San Ferm¨ªn. Al encierro. Han atravesado el Canal de la Mancha y toda Francia para ir a las fiestas. "Beben como cosacos, pero no dan ning¨²n problema. Son buenos chicos", asegura Ana Beriain, directora del campamento. Son los protagonistas de uno de los m¨¢s curiosos viajes organizados para conocer los sanfermines. La invasi¨®n pac¨ªfica del c¨¢mping de Mendigorr¨ªa, de 1.300 plazas de capacidad, es anual. Comenz¨® hace trece a?os, cuando llegaron dos autobuses desde Londres. Este a?o han sido m¨¢s de veinte y la demanda se ha canalizado hacia otros c¨¢mpings navarros, como el Lizarra, en Estella, o el de Lekunberri. "Dejan aqu¨ª las propias tiendas de campa?a y otro material que traen ya dispuesto para el a?o pr¨®ximo", indica Ana Beriain. Los responsables de la idea son los propietarios de la empresa BackPacker Company, organizadora del asunto, que dirige el australiano Rod Nieass, de 51 a?os, y agrupa a un centenar de personas entre gu¨ªas, conductores y organizaci¨®n. BackPacker recluta, al reclamo del encierro, "ese extra?o rodeo pirenaico", a j¨®venes de Australia, Nueva Zelanda, Sud¨¢frica, Inglaterra y Estados Unidos que est¨¢n recorriendo Europa tras acabar sus estudios y a quienes atrae sobremanera la juerga y el riesgo. 45.000 pesetas por cinco d¨ªas, transporte incluido, desde Londres, es el precio. El ritual se repite anualmente. Llegan el 5 de julio. Se instalan. Y hasta el 8 acuden a Pamplona a disfrutar, beber, correr el encierro, ir a los toros y bailar. Los autobuses les traen y llevan todo el d¨ªa y la noche. El 9, es el d¨ªa para descansar en las playas donostiarras, a las que acuden tambi¨¦n en grupo. Al regresar a Mendigorr¨ªa, la direcci¨®n les tiene preparada la fiesta campera final. Barbacoas, m¨²sica y gran juerga de despedida. El 10, se suben a los autobuses y salen hacia Paddington, en Inglaterra, donde concluyen el viaje. "Ha sido como nos lo dec¨ªan", asegura Elisabeth, una neozelandesa de 22 a?os, licenciada en Derecho: "Una locura total de diversi¨®n y espect¨¢culo. Nunca he visto cosas as¨ª". Elisabeth espera el autob¨²s en la Avenida de Bayona de Pamplona, punto de encuentro de este ej¨¦rcito bebedor, que se re¨²ne siempre alrededor de la Plaza de Navarrer¨ªa. "Nos tratan muy bien", afirma, "los chicos son guapos, pero el problema es que todos quieren ligar con nosotras. Me gustar¨ªa tener m¨¢s tiempo para conocerlos, pero nos vamos ya", sentencia, "y yo no soy partidaria de amores r¨¢pidos". "Yo s¨ª lo soy", le contesta Roger Hackington, australiano de 25 a?os. Ganadero de profesi¨®n y con un aspecto de Cocodrilo Dundee que tira de espaldas en sus dos metros de altura, Roger est¨¢ pegado a una pamplonica que no quiere decir su nombre y se aferra al mocet¨®n como una lapa. Le tendr¨¢ poco tiempo. El autob¨²s hace sonar su bocina.
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