La biodiversidad reina en el Sant Jordi
Un sol africano ca¨ªa ayer tarde en los aleda?os del Palau Sant Jordi. Una leve brisa mediterr¨¢nea templaba el ambiente y diferenciaba el lugar de la sabana. No, no hab¨ªa cebras, pero cerca de 100 adolescentes se estiraban relajadas bajo las pocas sombras disponibles. Las chicas llevaban all¨ª m¨¢s de 10 d¨ªas haciendo cola para ver hoy en primera fila a los Backstreet Boys, sus tarzanes favoritos. De fondo se o¨ªa un tam-tam que no era masai, sino m¨¢s bien heavy. El bater¨ªa de Metallica probaba su instrumento dando un toque africano a un paraje en el que por unas horas rein¨® la biodiversidad. Porque, adem¨¢s de cebras, poco a poco fueron apareciendo nuevas especies. A eso de las 16.30 lleg¨® el primer autob¨²s de buitres, ven¨ªa de Murcia y portaba s¨®lo machos, todos ellos vestidos de negro. Ignoraban la presencia de las fans y ellos, seguidores de unos Metallica que actuaban poco despu¨¦s en el Sant Jordi, se llevaron una sorpresa may¨²scula: "?Ligar con ellas?", dijo uno "No, con las de 13 lo estoy dejando, me recuerdan a mi hermana". Buitres sin garras, la verdad. El caso es que cebras y buitres apenas se mezclaron en el h¨¢bitat del Sant Jordi. Unos, de negro, con las camisetas llenas de huesos y calaveras, contumaces consumidores de calimocho y fumadores de canutos, las miraban con cierto desd¨¦n no exento de contrariedad: "Joder", bramaba un sevillano mientras esperaba la apertura de puertas, "no me ambiento nada, esto parece un show del Pato Donald en lugar de un concierto de Metallica. Trece horas de tren para esto, colega". Ellas, menos beligerantes, se limitaban a decir en sus corrillos "Es que tienen una pinta muy rara, as¨ª todos de negro. Parece que van a un entierro". Eso dijeron Ver¨®nica, Vanessa y Carol, tres adolescentes encargadas del turno de d¨ªa. Por la noche ser¨ªan relevadas por otras cuatro amigas, como ellas pacientes hacedoras de cola desde hace cuatro d¨ªas. "Mi padre no sabe que estoy aqu¨ª", dec¨ªa Vanessa, "pero mi madre s¨ª, y le ha dicho que estoy en casa de Carol. ?Mi novio?, ni loca le digo que estoy aqu¨ª, a ¨¦l le gusta el hip-hop y no vendr¨ªa ni borracho". Todas llevaban tatuajes rotulados con los nombres de los Backstreet Boys, todas menos Carol. "Yo llevo esto". Comenz¨® a subirse la camiseta, pero demasiado pronto apareci¨® Campanilla a la altura de su ombligo. "Me iba a tatuar el nombre de Brian, pero ?y si no me gusta a los 40?", concluy¨® previsora. Los seguidores de Metallica odian el rotulador. En su piel palpitan tatuajes que provocar¨ªan arritmias cardiacas a Campanilla. Comentaban: "Joder, qu¨¦ capullas, cuatro d¨ªas al sol por ver a esos maricas". Ellas, m¨¢s sutiles, se?alaban al rociarse con colonia: "Estoy por regal¨¢rsela a estos tipos, seguro que el sobaco les huele a muerto". Acto seguido, y con el aire a¨²n oliendo a Nenuco, el grupo de chicas se abalanz¨® sobre un ¨¢lbum de fotos de sus idolatrados Backstreet Boys, esos que ayer actuaban en Zaragoza y que hoy lo har¨¢n a partir de las ocho de la tarde en el Sant Jordi. Este grupo de perfumadas fans ven¨ªa de M¨¢laga, y el turno de noche lo cubr¨ªa el padre de una de ellas que, tambi¨¦n llegado de M¨¢laga, ocupaba durante el d¨ªa el piso de un amigo. Pero en la cola de Backstreet Boys no s¨®lo hab¨ªa chicas. Adem¨¢s de los ligones que pretend¨ªan pescar en la confusi¨®n, estaba David, novio de Marga, a quien sol¨ªcito acompa?aba en la cola. "No, a m¨ª no me gustan los Backstreet Boys y no ver¨¦ el concierto, pero es que cada d¨ªa cuesta m¨¢s mantener a la novia", dijo con rictus de m¨¢rtir. S¨ª, ayer rein¨® la biodiversidad en un Sant Jordi que vio a Metallica, hoy y ma?ana ver¨¢ a Backstreet Boys y el jueves ser¨¢ escenario de las actuaciones de Aerosmith y Black Croves.
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