El tenor mexicano Ram¨®n Vargas asegura que hay que cantar con la cabeza y sin prisa
El cantante debuta ma?ana en el Teatro Real de Madrid con 'Werther' en sustituci¨®n de Kraus
El camerino de Ram¨®n Vargas, una hora antes del ensayo pregeneral de Werther, que se estrena ma?ana en el Teatro Real, parece el camarote de los hermanos Marx. Con 37 a?os y natural de Ciudad de M¨¦xico y el aspecto de ser una de las figuras m¨¢s prometedoras de la ¨®pera, Vargas tiene el papel¨®n de sustituir en esta obra al gran Alfredo Kraus, que iba a cerrar la temporada este a?o y decir adi¨®s de este modo a los escenarios. El tenor llega con la tranquilidad que da el interpretar su "papel favorito", aunque sea en este plan: el de ponerse en el lugar del gran divo canario en Madrid.
"Un grande, un se?or, un caballero, un hidalgo del arte, todo honestidad, un ejemplo para cualquiera de nosotros", define Vargas, con gesto serio, a Alfredo Kraus. En ese momento entra en el camerino el maestro Julius Rudel, director musical de esta obra de Jules Massenet, de la que se har¨¢n seis representaciones hasta el d¨ªa 29. "Me gustar¨ªa comentar con usted algunas cosas de la partitura", le sugiere a Vargas. ?ste, sentado ante el piano de su escondite, con la cara de jet lag que se queda cuando se vive entre M¨¦xico y Suiza, le dice: "Claro, d¨¦me cuarenta minutos, van a venir a maquillarme". Rudel, que se dirige a Vargas en espa?ol, ingl¨¦s, franc¨¦s e italiano, dice: "Ah", y desaparece. El tenor, que debut¨® con un Falstaff en 1983, en Suiza -y despu¨¦s ha triunfado por varios escenarios del mundo con ¨®peras como Lucia di Lammermoor, La Boh¨¨me, La Traviata, Los cuentos de Hoffmann o L'elisir d'amore-, ha llegado tarde a la cita. "Podr¨ªa inventarme una buena excusa, pero la verdad es que me he dormido", admite Vargas. Son las malas pasadas de esta vida errante en la que uno no sabe d¨®nde se encuentra. Pero ¨¦l no tiene prisa. "En este oficio es mejor llegar dos a?os despu¨¦s que un a?o antes", asegura. "Hay que cantar con la cabeza y la experiencia y la madurez. No hay secretos y no se puede uno acelerar", dice.
Reencuentro
Se ha tomado las cosas con calma desde que empezara en el coro de la bas¨ªlica de Guadalupe como solista. "Ten¨ªa una preciosa voz de soprano", cuenta. "Pero a los 17 a?os, cuando se me hab¨ªa roto, me met¨ª en la universidad, a estudiar pedagog¨ªa y sociolog¨ªa". En aquella ¨¦poca no pensaba dedicarse a la ¨®pera. Pero un reencuentro con su profesor de canto le hizo probar y tomarse un a?o, "a ver qu¨¦ pasaba", comenta. Pas¨® de todo. Gan¨® un concurso en Italia, el Carlo Morelli, y eso le dio alas. A partir de entonces ha tenido buenas oportunidades y buenos padrinos. "Pl¨¢cido Domingo me aconsej¨® que me fuera a Viena, a la escuela de la ¨®pera, para prepararme mejor; yo se lo consult¨¦ a Giuseppe di Stefano, que es un gran amigo m¨ªo, y me dijo que siguiera el consejo de Pl¨¢cido".
?Sigue fumando esos puros el gran Di Stefano? "Claro", contesta Vargas. "?l siempre ha dicho que no es un cantante que fuma, sino un fumador que canta. Es muy grande". Aqu¨¦lla fue una de las mejores decisiones que ha tomado en su vida, una de las razones que despu¨¦s le han llevado a triunfar en templos sagrados como el Metropolitan de Nueva York, La Scala de Milan, La Bastilla de Par¨ªs, la ?pera estatal de Viena, el Comunale de Bolonia o el San Carlos de N¨¢poles.
Entra la encargada de vestuario y a Vargas, dos minutos antes, ya le ha colocado una servilleta al cuello la maquilladora, que le retoca los alrededores de sus ojos expresivos con mimo. "Quisiera que me miraras la camisa blanca del segundo acto. Es muy brillante y parezco una bola luminosa con ella, a ver si puedes hacer algo", le sugiere.
"?Seguimos?". Quedan m¨¢s padrinos a los que hacer referencia. Alfredo Kraus: "Fue mi introductor en Espa?a. Debut¨¦ en el Palau de la M¨²sica de Barcelona con ¨¦l", recuerda. ?Y miedo por presentarse en Madrid as¨ª, en estas circunstancias? "Miedo, no", responde con una seguridad que pasma. "Cuando debut¨¦ en el Teatro Col¨®n de Buenos Aires, en 1994, lo hice con La favorita, y un cr¨ªtico escribi¨® antes que a ver si lograba estar a la altura de un gran tenor que tambi¨¦n hab¨ªa debutado en ese mismo teatro hac¨ªa 27 a?os con la misma obra y que se llamaba Alfredo Kraus". Ni que decir tiene que los dos causaron sensaci¨®n. "Estoy acostumbrado a seguirle el rastro", dice.
Sin embargo, a este papel de Werther, joven rom¨¢ntico, tendente a las decisiones dr¨¢sticas y una de las cumbres de Kraus, que ha realizado actuaciones y grabaciones memorables con ¨¦l, Vargas le da un punto "m¨¢s hist¨¦rico". Se lo deja claro al maestro Rudel cuando llega a repasar algunas partes de la partitura. "Aqu¨ª ir¨¦ m¨¢s r¨¢pido", dice el director. "Eso, m¨¢s neur¨®tico", insiste Vargas, dando por supuesto que en un cantante de ¨®pera hay dos aspectos fundamentales: la m¨²sica y la interpretaci¨®n teatral.
Mientras recibe en su camerino, tambi¨¦n le queda tiempo para hablar de literatura latinoamericana, una de sus mayores aficiones, aparte del ajedrez, teorizar sobre el talento y Am¨¦rica Latina.
"Dec¨ªa Pablo Neruda que ¨¦l ten¨ªa que continuar escribiendo para que hablara el pueblo; pues eso, nosotros, los cantantes, cantamos para que cante el pueblo", asegura con ese punto de idealismo que se conserva en las familias de nueve hermanos como la suya.
Vargas est¨¢ seguro de que en Am¨¦rica Central y del Sur hay tanto talento porque, dice, "nuestro capital es el arte". "En Suecia son muy ricos, pero se suicidan como moscas. Nosotros tenemos una tierra de fuego y sangre, pero somos creadores espont¨¢neos", prosigue, "y cuando tenemos dinero afloran talentos a patadas".
Babelia
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