'Cena furiosa', espect¨¢culo sobre madrigales de Monteverdi, decepciona en Aix-en-Provence
Una fuente-manantial con estanque circular, un gran ¨¢rbol a su lado: el recogido patio interior del H?tel Maynier D"Opp¨¨de es ya en s¨ª mismo una escenograf¨ªa. La noche, el ruido del agua, favorecen la intimidad. As¨ª lo vio el a?o pasado el director de escena japon¨¦s Yoshi Oida y consigui¨® dar a Curlew River, de Britten, un tono ritual e interiorizado. Parec¨ªa a priori el espacio ideal para escuchar m¨²sica cantada de Claudio Monteverdi. El espect¨¢culo Cena furiosa est¨¢ montado alrededor de algunas p¨¢ginas hermos¨ªsimas del s¨¦ptimo y octavo libros de madrigales: el Combattimento di Tancredi e Clorinda (sobre texto de Torcuato Tasso); el ballet Tirsi e Clori (con palabras de Alessandro Striggo); Hor ch'el ciel e la terra (con texto de Petrarca); el Lamento della Ninfa (sobre Octtavio Rinuccini), y el an¨®nimo Altri Canti d'amor. Los 19 a?os que separan la publicaci¨®n de los dos ¨²ltimos libros de madrigales de Monteverdi no suponen ning¨²n obst¨¢culo para la unidad de una fiesta de los afectos.
Todo era favorable para la noche m¨¢gica: Minkowski, Les Musiciens du Louvre, los cantantes de la Academia Europea de M¨²sica. Y, sin embargo, el espect¨¢culo no acab¨® de funcionar. ?Razones? La m¨¢s evidente: el desacierto de una puesta en escena obsesionada por llenar el espacio vac¨ªo (eso sobre lo que tanto y tan bien ha teorizado Peter Brook), en dar color a la noche a base de langostas o racimos de uvas o cabezas disecadas de caza para prefigurar un supuesto banquete barroco de ambientaci¨®n, cuando el ¨²nico posible banquete era el de los madrigales guerreros y amorosos. Fue un problema de no entender el ritmo, el clima que el espect¨¢culo estaba pidiendo. Largos, interminables intermedios entre uno y otro n¨²mero monteverdiano con unos actores llenando de gesto y movimiento lo que ¨²nicamente la m¨²sica pod¨ªa llenar.
La directora de escena Ingrid von Wantoch Rekowski no se adapt¨® a un espacio id¨®neo para la confesi¨®n confidencial y lo inund¨® de una excesiva corporeidad con un efecto distanciador brutal. La sensaci¨®n de pedanter¨ªa, de pretenciosidad, de inoportunidad, era inevitable. Y algunos silbidos parciales del p¨²blico desembocaron en una bronca final, aunque tambi¨¦n hubo quien aplaudi¨® a rabiar el experimento.
Afectaci¨®n
Marc Minkowski trat¨® de integrarse desde el principio en una est¨¦tica de la afectaci¨®n que no le va nada. Consigui¨® centrarse a partir de Tirsi e Clori e hizo al final un magn¨ªfico Combattimento, perla de una noche a medio gas compartida con sus m¨²sicos del Louvre de Grenoble. Fue el momento en que se luci¨® el tenor Paul Agnew. El resto del joven reparto vocal, procedente de la Academia Europea de M¨²sica, cant¨® con correcci¨®n pero sin excesiva emoci¨®n. En conjunto, fue una noche no del todo satisfactoria para un espect¨¢culo que hab¨ªa levantado una l¨®gica curiosidad, y al que ya de antemano se hab¨ªan a?adido a la coproducci¨®n teatros tan significativos como el de Bouffes du Nord de Par¨ªs, La Monnaie de Bruselas o el Kunsten Festival des Arts. Con el estreno anteayer de Cena furiosa conclu¨ªa la serie de nuevas producciones esc¨¦nicas de la presente edici¨®n del Festival de Aix-en-Provence. A partir del pr¨®ximo d¨ªa 16 se repondr¨¢ Don Juan, de Mozart, en la versi¨®n de Peter Brook, con direcci¨®n musical de Daniel Harding. Para el pr¨®ximo a?o el festival ha planificado El caso Makropoulos, de Janacek, con Simon Rattle y su orquesta de Birmingham; Cos¨¬ fan tutte, de Mozart, con Ren¨¦ Jacobs, y El retorno de Ulises a la patria, de Monteverdi, con William Christie. Tambi¨¦n se repondr¨¢ La coronaci¨®n de Popea.
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