Los contenedores y la huerta
Vaya por delante que ha sido un alivio ver por fin que empiezan a desaparecer contenedores de los terrenos de huerta del sur de la ciudad de Valencia. No es f¨¢cil romper la inercia de quince a?os al menos (un vuelo de 1984, en los inicios del Plan General, ya se?alaba ¨¢reas con dep¨®sitos de contenedores en Corts, La Punta, Pinedo, etc.). La voz que ha llegado a los medios de comunicaci¨®n da por resuelto el conflicto, y puesto en marcha un convenio, que parece reunir todo lo necesario para resolver este antiguo desencuentro de la huerta con una compa?¨ªa extra?a a su tejido y su carne m¨¢s aut¨¦ntica. Se ha dado un sello definitivo al citado convenio hacia el p¨²blico, sin mostrar sus t¨¦rminos, las limitaciones y los logros, las contrapartidas y algunas cosas m¨¢s. En estas notas trato de hacer constar la inquietud acerca de una versi¨®n oficialista de happy end, y de proponer una reflexi¨®n, a la b¨²squeda de alguna clave olvidada, quiz¨¢ no evidenciada, quiz¨¢ no cerrada del todo. No se puede entender el desenlace feliz que se anuncia, sin conocer el texto del mencionado convenio, y a la vez, o quiz¨¢ por ello, permanece la dificultad objetiva del caso. El nudo del problema no ha aparecido todav¨ªa en las versiones publicadas. El suelo sobre el que se asientan los cultivos de la huerta es un recurso patrimonial de alto valor, un activo fijo y factor directo de la producci¨®n. De todos los bienes patrimoniales de la huerta, el m¨¢s antiguo sin duda es el suelo, formado a lo largo de cientos de miles de a?os, con una profundidad y una fecundidad que distingue estas tierras entre los mejores regad¨ªos del mundo. La ocupaci¨®n fuera de ordenaci¨®n de suelos de huerta para dep¨®sitos de contenedor plantea una doble inquietud: la de afectar a un recurso no renovable, de bastante fragilidad (y dif¨ªcil sostenibilidad) y adem¨¢s, la de un coste externo o externalidad. Esta se produce cuando la actividad de un agente (el dep¨®sito de contenedores) origina una p¨¦rdida de bienestar o valor a otro agente (el horticultor y en ¨²ltimo t¨¦rmino a toda la sociedad), sin que est¨¦ compensada. La p¨¦rdida en este caso es lo mismo, un proceso industrial que no cuenta como ventaja no compensada el uso consuntivo, y por tanto la reducci¨®n, de un recurso no renovable como el suelo. Volvemos al punto que antes hab¨ªamos se?alado, en las ocupaciones de huerta por contenedores, en la orilla de la legalidad, la ordenaci¨®n y la coherencia fiscal. Hay un grado de transformaci¨®n del suelo que afecta irreversiblemente (asfaltado, compactaci¨®n, cambio de nivel), o al menos, de dudosa y costosa reversibilidad. Esta es la raz¨®n y la explicaci¨®n de la externalidad que antes se ha descrito. No es dif¨ªcil observar las ¨¢reas de antigua huerta hoy todav¨ªa ocupadas por contenedores, y del mismo modo, se puede comprobar la irreversibilidad hoy imperante en las superficies de auto-cines abandonadas hace diez o quince a?os en las cercan¨ªas de Pinedo. Adem¨¢s de algunas manifestaciones que quedan en medias tintas, este proceso descrito cuenta con m¨¢s silencios que lo deseable: la Televisi¨®n Valenciana, las instituciones implicadas, los colegios profesionales (de ingenieros agr¨®nomos, de ingenieros t¨¦cnicos agr¨ªcolas), las organizaciones profesionales agrarias, el Puerto. Una de las pocas voces activas ha sido la palabra destinada al medio ambiente y la dignidad humana, alejada de consideraciones tel¨²ricas, del arzobispo de Valencia, destacada en medio de tan abundantes y enojosos silencios. ?Alguien cree que es justo y sobre todo posible que el agricultor levante la zahorra y asfalto de sus tierras, aunque hayan desaparecido los contenedores, para volver a cultivar hortalizas? ?Qui¨¦n pagar¨¢ el coste de la reversibilidad? En todo caso siempre parece preferible ayudar a recuperar esas tierras, aunque pague la sociedad (las instituciones) y en la parte que les toca a quienes compensar¨ªan ahora sus ventajas de dos decenios. Por cierto, ?qui¨¦n tiene las cifras de dep¨®sitos de contenedores en la huerta, hect¨¢reas ocupadas, y cu¨¢ntos han salido de la huerta? Se ha hablado en el convenio s¨®lo de dep¨®sitos de contenedores. ?Y todas las otras ocupaciones ajenas (almacenes de aguas minerales, tableros y maderas, talleres, etc.) que no se mencionan y siembran igualmente la huerta del sur? Una ¨²ltima consideraci¨®n es el irremediable, al parecer, destino de los dep¨®sitos de contenedores. Si se reubican hacia la huerta, aunque sean en pol¨ªgonos industriales, la p¨¦rdida a largo plazo, sigue siendo para la huerta. Esperamos, pues, que las partes implicadas en el convenio expliquen los t¨¦rminos del mismo en tintas completas, y que se computen los costes de las externalidades, incorpor¨¢ndolas al proceso de mercado, con visi¨®n amplia y global, sin irreversibilidad.
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