Modernidad
Albricias: los espa?oles podemos enorgullecernos de haber alcanzado al fin la modernidad. Ahora somos tan desarrollados y tan pr¨®speros que incluso tenemos bandas organizadas de racistas que se dedican a apalear a los extranjeros al sutil e inteligente grito de "?putos moros!". Con un poco de perseverancia en el empe?o linchador, incluso acabaremos montando nuestro propio Ku-Klux-Klan ib¨¦rico. Como los norteamericanos de las pel¨ªculas de Hollywood, qu¨¦ gozada. Antes, cuando ¨¦ramos un paisito pobre de emigrantes, los espa?oles est¨¢bamos convencidos de que no ¨¦ramos racistas. A decir verdad, no es que no lo fu¨¦ramos, sino que ni siquiera hab¨ªamos tenido la oportunidad de plante¨¢rnoslo. Al margen de los gitanos, a quienes siempre hemos tratado a cantazo limpio, los espa?oles llev¨¢bamos siglos encerrados con nosotros mismos dentro de una sociedad muy homog¨¦nea. Ahora, en cambio, con el desarrollo y la riqueza, las puertas de la inmigraci¨®n se han abierto y han empezado a aparecer por nuestro pa¨ªs todos los colores de la piel humana.Ante lo cual los espa?oles, reaccionando heroicamente como un solo hombre, hemos decidido ser tan abiertamente racistas como los ciudadanos de los dem¨¢s pa¨ªses posindustrializados. Y as¨ª, apaleamos marroqu¨ªes en Terrassa, pedimos el cierre de una mezquita en Ba?olas, desalojamos gitanos rumanos a porrillo. Lo estamos haciendo condenadamente bien. Ya no cabe duda de que pertenecemos al club de las naciones poderosas: porque no hay mejor demostraci¨®n del propio poder que el hecho de machacar al que es m¨¢s d¨¦bil.
Hace unos d¨ªas, en las playas saturadas de ba?istas de Miami, los guardias de fronteras estadounidenses entablaron una batalla campal, o mejor dicho, naval, contra unos balseros cubanos que quer¨ªan llegar a tierra. Les mantuvieron alejados con mangueras de agua a presi¨®n y productos qu¨ªmicos. Debi¨® de ser una escena formidable; me imagino a los turistas en ba?ador, oliendo a aceite de coco y a protector solar, tan entretenidos ellos con la pelea. Tal vez podr¨ªamos hacer nosotros algo parecido en Tarifa con las pateras: avisar a los turistas, poner sillas. A fin de cuentas, es el espect¨¢culo de la modernidad en su apogeo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.