Don de la ebriedad (I)
Siempre la claridad viene del cielo;es un don: no se halla entre las cosas,
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
As¨ª amanece el d¨ªa; as¨ª la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ?Qui¨¦n hace menos creados
cada vez a los seres? ?Qu¨¦ alta b¨®veda
los contiene en su amor? ?Si ya nos llega
y es pronto a¨²n, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, a¨²n remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!
Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quem¨¢ndose a s¨ª misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si t¨² la luz te la has llevado toda,
?c¨®mo voy a esperar nada del alba?
Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca
espera, y mi alma espera, y t¨² me esperas,
ebria persecuci¨®n, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.
Primeros versos de Don de la ebriedad.
Babelia
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