Marruecos rinde vasallaje al nuevo rey
Los "grandes" del pa¨ªs magreb¨ª y las Fuerzas Armadas juran fidelidad al sucesor de Hassan II
IGNACIO CEMBRERO / JUAN CARLOS SANZ Primero le toc¨® a su hermano, el pr¨ªncipe Mulay Rachid. En el sal¨®n del trono del palacio real firm¨® la baia, el acta de vasallaje, y a continuaci¨®n bes¨® la mano del nuevo rey, Mohamed VI, de 35 a?os. Despu¨¦s fue su primo, el pr¨ªncipe Mulay Hicham, quien hizo otro tanto poco antes de la medianoche del viernes, seguido por su hermano, el pr¨ªncipe Mulay Ismail, y el primer ministro, Abderram¨¢n Yussufi, los presidentes de las c¨¢maras parlamentarias, los dem¨¢s miembros del Gobierno, los consejeros reales y un sinf¨ªn de altos cargos religiosos, militares y civiles: el poder en Marruecos.Aunque improvisada, la ceremonia transcurri¨® como si hubiese sido ensayada de antemano. Todos los asistentes llevaban chilabas ceremoniales blancas, excepto los militares y, curiosamente, varios altos cargos de la Administraci¨®n, que iban vestidos a la occidental. Otros dignatarios del reino optaban por besar el hombro del joven pr¨ªncipe que, visiblemente emocionado, acababa de heredar el trono.
Hab¨ªa prisa por no dejar pasar ni unos minutos tras el anuncio del fallecimiento, el viernes a primera hora de la noche, de HassanII. Se quer¨ªa transmitir una sensaci¨®n de continuidad tras 38 a?os de reinado, a los que puso fin una grave neumon¨ªa. Contra todo pron¨®stico, la ceremonia pol¨ªtica en la que dignatarios de palacio y del Gobierno juraron por escrito fidelidad y obediencia al monarca y comendador de los creyentes se celebr¨® antes que la religiosa. En 1961, cuando el soberano fallecido subi¨® al trono, el ceremonial isl¨¢mico hab¨ªa precedido al civil. La fecha de la entronizaci¨®n de Sidi Mohamed no est¨¢ a¨²n fijada.
El Ejecutivo marroqu¨ª se reuni¨® en la ma?ana de ayer para pasar revista al buen funcionamiento de los servicios b¨¢sicos y preparar la acogida de las numerosas delegaciones extranjeras que a primera hora de la tarde de hoy asistir¨¢n al funeral en Rabat. En su mayor¨ªa llegar¨¢n a Casablanca. Paralelamente, las Fuerzas Armadas y la Gendarmer¨ªa fueron acuarteladas, una medida rutinaria.
No le bastar¨¢ a Mohamed VI con la proclamaci¨®n de vasallaje y los juramentos de fidelidad para afianzarse en el trono. Para consolidarse en la jefatura del Estado deber¨¢ buscar apoyos en sectores que deseen ahondar una transici¨®n pol¨ªtica a la democracia que auspici¨® su padre, con mucha prudencia y al final de su reinado.
Al heredero de la corona se le atribuye el deseo de modernizar y liberalizar el pa¨ªs en todos los sentidos, aunque algunos observadores de la pol¨ªtica marroqu¨ª dudan de que, con su car¨¢cter introvertido y su escasa experiencia, tome iniciativas atrevidas, a pesar de que la Constituci¨®n de 1996 le otorga enormes poderes.
La c¨²pula del poder est¨¢ en Marruecos dividida, a grandes rasgos, entre inmovilistas y aperturistas. Los primeros son el majzen, la red de intereses semifeudal que gravita en torno a palacio, y buena parte de la Administraci¨®n. Al ministro del Interior, Driss Basri, se le considera el principal exponente de ese sector. Frente a ellos est¨¢n los tecn¨®cratas, las nuevas generaciones de los partidos pol¨ªticos, los sindicatos y una sociedad civil en pleno auge. El primer ministro socialista Abderram¨¢n Yussufi, al que Hassan nombr¨® en febrero del a?o pasado para poner en marcha la transici¨®n, encarna en buena medida las aspiraciones de estos grupos. Es, sin embargo, un hombre ya mayor, de 73 a?os, y enfermo, que estuvo de nuevo ingresado en un hospital a finales de junio. Otros miembros de su Ejecutivo, como Abdal¨¢ Ualalu, que desempe?a la cartera de Finanzas, acabar¨¢n representando mejor esa aspiraci¨®n al cambio. Si de verdad quiere avanzar por la senda democr¨¢tica, el primog¨¦nito de Hassan deber¨¢ apoyarse en estos ¨²ltimos y estar atento a las trabas que le pongan los primeros. Su relaci¨®n con Yussufi es, pese a los 37 a?os que le separan, espl¨¦ndida, mientras que con Basri el di¨¢logo es escaso.
El debate entre los que frenan y los que quieren ir adelante afecta, no obstante, a una peque?a parte de la sociedad marroqu¨ª. El grueso del pa¨ªs vive sumido en la pobreza. Hassan II logr¨® desempe?ar un papel relevante en pol¨ªtica internacional, obtuvo para su pa¨ªs un trato privilegiado por parte de la Uni¨®n Europea, consigui¨® liberalizar la econom¨ªa y atraer la inversi¨®n extranjera, y al final de su vida puso en marcha una cauta transici¨®n, pero fracas¨®, en cambio, en materia social. Las estad¨ªsticas son claras y ni siquiera son puestas en tela de juicio las autoridades. El 20% de la poblaci¨®n activa est¨¢ en paro y, adem¨¢s, este fen¨®meno no se mide con los mismos criterios que en Europa. Cerca de la mitad de los marroqu¨ªes (47%) subsist¨ªa, en 1997, con menos de 250 pesetas al d¨ªa. El 55% de la poblaci¨®n adulta es analfabeto. El 40% de los ni?os no est¨¢ escolarizado.
Aunque las cifras macroecon¨®micas no son malas, el abismo que separa a ricos y pobres se ha ido ensanchando estos ¨²ltimos a?os. Adem¨¢s de navegar entre inmovilistas y aperturistas, Mohamed VI deber¨¢ evitar a toda costa una explosi¨®n social, un aut¨¦ntico caldo de cultivo para los islamistas.
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