Flota rusa, un riesgo de 100 Chern¨®biles
El juicio al ecologista Pask¨® ha puesto de relieve la terrible amenaza del obsoleto potencial at¨®mico
La vocaci¨®n residual de Rusia como superpotencia se enfrenta a la cruda realidad que impone una crisis a la que no se ve salida. Un ominoso manto de secretismo cubre cuanto se relaciona con los arsenales y flotas nucleares, as¨ª como con los mecanismos para eliminar los residuos radiactivos.Los casos de Grigori Pask¨® y Alexandr Nikitin, acusados de revelar material militar clasificado, reflejan la paranoia del Servicio Federal de Seguridad (FSB, heredero del KGB sovi¨¦tico), obsesionado con que los ecologistas revelan secretos que afecten a la seguridad nacional. Su temor es que se divulgue, en toda su magnitud, el pavoroso riesgo, comparable a 100 Chern¨®biles, que acecha tras el desmantelamiento del poder¨ªo militar sovi¨¦tico. Quienes desaf¨ªan a los servicios secretos sostienen, por el contrario, que la publicidad es el mejor arma para evitar que se hagan realidad los peores escenarios.
Ni siquiera la acusaci¨®n niega que los datos revelados por Pask¨® sean ciertos. La flota del Pac¨ªfico se salt¨® durante a?os los convenios internacionales y arroj¨® su basura nuclear al mar. Tampoco se pone en cuesti¨®n que el informe de la organizaci¨®n ecologista noruega Bellona (accesible en Internet, www.bellona.no) al que Nikitin contribuy¨®, reflejase la realidad cuando expon¨ªa los peligros emanados de la flota del Norte. Parad¨®jicamente, ambos procesos han contribuido a dar una mayor difusi¨®n al problema e incluso han favorecido avances en la cooperaci¨®n internacional para resolverlo.
No se tienen apenas datos del peligro para el medio ambiente que suponen las flotas del mar Negro y del B¨¢ltico y, seg¨²n Pask¨®, hace a?os que el proceso de desg¨¹ace de los submarinos hizo innecesario los vertidos radiactivos en el Pac¨ªfico. Eso s¨ª, hay dep¨®sitos terrestres. La principal amenaza viene ahora del ?rtico, de la flota del Norte cuya base principal est¨¢ en Murmansk, cerca de Noruega.
El rompehielos "Lepse"
A 4 kil¨®metros de Murmansk, de casi medio mill¨®n de habitantes, est¨¢ varado el rompehielos Lepse, que almacena 624 contenedores con combustible at¨®mico. Est¨¢ en marcha un plan financiado por la UE y un consorcio n¨®rdico para extraer esa mort¨ªfera carga y conducirla a un lugar m¨¢s seguro, pero de momento persiste el peligro. A unos 50 kil¨®metros de la ciudad, en Kola, hay otros basureros, subterr¨¢neos y de superficie, que Bellona considera de alto riesgo, especialmente el de Andreieva, cuyos contenedores est¨¢n al aire libre.En las cercan¨ªas de la isla de Nueva Zembla, se hundieron 12 submarinos at¨®micos, la mitad de ellos con sus reactores intactos, y es s¨®lo cuesti¨®n de tiempo, seg¨²n los expertos, que su carga radiactiva empiece a contaminar las aguas, tal vez de manera irreversible. Si los submarinos fueron clave para mantener un equilibrio del terror con EE UU, hoy constituyen el s¨ªmbolo de un grave peligro ecol¨®gico. En tiempos sovi¨¦ticos, se fabricaron 250 sumergibles at¨®micos. Unos 150 ya no est¨¢n operativos y, para el 2000, ser¨¢n 180.
Noruega paga
Rusia no est¨¢ en condiciones de mantener su antiguo potencial, y tampoco se lo permitir¨ªan los tratados de desarme. El problema se plantea a la hora de convertir las naves obsoletas en chatarra. No puede sola, y se muestra reticente a la ayuda internacional, sobre todo si supone alguna p¨¦rdida de control sobre las operaciones. Pese a todo, ya est¨¢n en marcha algunos proyectos, como uno financiado con m¨¢s de 10.000 millones de pesetas por el Gobierno de Noruega, convertido por la geograf¨ªa en parte directamente afectada.Buena parte del combustible radiactivo ya utilizado de los submarinos se reprocesa muy lejos del mar, en la planta especial de Mayak, unos 1.400 kil¨®metros al sur de Mosc¨², junto a la antigua Cheliabinsk-65, hoy rebautizada como Oziorsk pero tan cerrada como en tiempos sovi¨¦ticos y como m¨¢s de otras 40 localidades, alguna de ellas subterr¨¢neas, y relacionadas siempre con la industria nuclear.
En ese complejo, creado por decisi¨®n de Stalin, y donde se pusieron a punto tras la II Guerra Mundial las primeras bombas at¨®micas sovi¨¦ticas, se produjeron dos de los m¨¢s graves accidentes de la historia de la energ¨ªa nuclear: una explosi¨®n en 1957 y una nube de polvo radiactivo en 1967. Los expertos aseguran que s¨®lo la cat¨¢strofe de Chern¨®bil, en abril de 1986, tuvo efectos m¨¢s catastr¨®ficos. El cercano lago Karachai esconde una de las mayores concentraciones de radiactividad del planeta.
?se es el destino de numerosos transportes de contenedores con residuos nucleares, fundamentalmente de la flota de submarinos del Norte, pero tambi¨¦n de las cabezas at¨®micas que se est¨¢n desmantelando. Aunque anticuadas, las instalaciones parecen adecuadas para que el reprocesamiento de los residuos se efect¨²e con garant¨ªas. Pero Mayak constituye, por s¨ª mismo, un terrible foco de contaminaci¨®n cuyos efectos se miden en vidas humanas, desarrollo de enfermedades, evacuaciones de aldeas y envenenamiento de la tierra, tal vez durante siglos.
El peligro at¨®mico tiene otras manifestaciones en Rusia, adem¨¢s de las que derivan de las flotas. Como el impresionante arsenal de armas t¨¢cticas y estrat¨¦gicas, de m¨¢s de 10.000 cabezas, y que ya se est¨¢ desmantelando en aplicaci¨®n del tratado START I y con la vista puesta en el START II, pendiente de ratificaci¨®n.
El pa¨ªs m¨¢s extenso del planeta cuenta, adem¨¢s, con 9 centrales nucleares de uso pac¨ªfico, con un total de 29 reactores, algunos de ellos del mismo tipo del que explot¨® en Chern¨®bil en abril de 1986.
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