IDA Y VUELTA EN CUARENTA A?OS

Un joven belga, Pierre Latinis, de 20 a?os, que prestaba servicio en la Marina y estaba destacado en un portaaviones brit¨¢nico que navegaba entre Escocia y Canad¨¢, se encontraba matando el tiempo en el bar de a bordo, donde la cerveza estaba racionada. Era junio de 1957 y el joven Latinis se hallaba ante la ¨²nica botella que serv¨ªan por marinero. Entonces se acord¨® de algunas de las muchachas que hab¨ªa conocido en una escala canadiense y decidi¨® escribirle a una de ellas. Pero su barco tardar¨ªa varias semanas en volver a tierras norteamericanas. Entonces meti¨® su carta en una botella de refresco y, tras taponarla herm¨¦ticamente, la arroj¨® por la borda. Pasado un tiempo, el muchacho se olvid¨® del mar¨ªtimo mensaje. Cuenta el peri¨®dico Le Soir, de Bruselas, que la botella naveg¨® durante m¨¢s de cuarenta a?os por el Atl¨¢ntico Norte hasta que, tras una tormenta, fue a parar a las arenas de una playa islandesa por donde paseaba, a finales de 1998, Sigurbara Runardottir. A Sigurbara "le dio un vuelco el coraz¨®n" ante su hallazgo y envi¨® el mensaje al embajador de B¨¦lgica, quien se lo tom¨® con cierta calma, y tiempo despu¨¦s, aprovechando un viaje a Noruega, se la entreg¨® al capit¨¢n de un dragaminas con base en Oslo para que ¨¦ste la cursara, esta vez por correo ordinario, a su posible remitente. Pero el comandante del Crocus, de vuelta a su pa¨ªs, logr¨® encontrar a Pierre Latinis, que hab¨ªa llegado a suboficial de la Marina y ya hac¨ªa bastante tiempo, al menos treinta a?os, que regentaba un supermercado cerca de la capital belga. Y la carta volvi¨® a su autor m¨¢s de cuarenta a?os despu¨¦s de haberla escrito en el Ocean un aburrido domingo de junio. El diario no se?ala si Pierre conoce ahora la nueva direcci¨®n de su amiga canadiense.-