Pasmosa Navarra
MAT?AS M?GICA "Navarra ser¨¢ el asombro del mundo", dijo una vez un ingl¨¦s por boca de uno de sus personajes. Por aquel entonces no se llevaban todav¨ªa las precauciones: cuando profetizaban lo hac¨ªan duro y arriesgando: "el asombro del mundo", ah¨ª es nada. As¨ª que, cuatro siglos m¨¢s tarde, tal vez sea hora de empezar a preguntarse c¨®mo va el vaticinio: ?Es o ha sido Navarra desde entonces asombro para el mundo? ?Dibujan las bocas admirativos redoncheles a su paso? ?Se dilatan las pupilas? ?Nos sacan todo el tiempo por la tele? Pues siento tener que decirlo, pero no: a cuatro siglos del pron¨®stico, Navarra, sin perjuicio de ¨¦xitos futuros que todos esperamos, sigue sin asombrar al mundo por nada de m¨¢s fuste que la inmensa calidad de su chistorra y, quiz¨¢s tambi¨¦n, por la enorme dimensi¨®n de su autoestima. Porque Navarra, en efecto, si a alguien causa asombro, es fundamentalmente a s¨ª misma, pero eso hasta unos puntos a veces dif¨ªciles de creer. La cosa no es nueva: el padre Isla, jesuita juguet¨®n (este tipo de cura guasoncillo, no s¨¦ por qu¨¦, es con frecuencia jesuita; v¨¦ase Larramendi), hombre de luces arrojado a nuestras tinieblas por la resaca de la vida, hab¨ªa ya observado nuestra afici¨®n a preguntar sin tregua al espejito "?qui¨¦n es la m¨¢s guapa?", para a continuaci¨®n hacer trampa y contestarnos a nosotros mismos poniendo voz de pito, como si fuera otro: "Pues t¨², Navarra, michica ?qui¨¦n si no?" Al ilustre jesuita la cosa le irritaba no poco, y al cabo de un tiempo de aguantarnos escribi¨®, para descargar el intestino, el D¨ªa Grande De Navarra, flor de la s¨¢tira espa?ola, prez de cuchufletas, colecci¨®n de ingeniosos cortes de manga a la salud del navarro satisfecho, especie a la que pertenec¨ªan, por lo visto, gran parte de los que conoc¨ªa. Como ahora, ni m¨¢s ni menos. Porque, a decir verdad, la cosa no ha cambiado mucho. La humildad patria sigue sin darse bien por estas tierras. Antes bien, cierta patrioter¨ªa aldeana a prueba de bombas nos entorpece la deseable visi¨®n realista, y por tanto modesta, de nosotros mismos. La s¨¢tira de Isla fue in¨²til (lo son casi todas). Como en el siglo XVIII, Los navarros, o muy gran parte de ellos, siguen hoy convencidos de vivir en lo m¨¢s cercano al Para¨ªso que queda en este mundo. Esta convicci¨®n, excuso decir que irritante, se manifiesta en muy variadas formas que no puedo detallar. Una de ellas, anecd¨®tica pero reveladora, es la frecuencia con que exhortamos al forastero a que no sea t¨ªmido y declare sin verg¨¹enza lo contento que est¨¢ de encontrarse entre nosotros. La f¨®rmula del caso, con variantes, viene a ser algo as¨ª: "?Qu¨¦? bien, aqu¨ª, ?no?". Se le palmea las espaldas y se espera la respuesta con placer anticipado, porque la respuesta, nadie lo duda, s¨®lo puede ser una. En el fondo lo m¨¢s irritante del narcisismo navarro es que, como todos, consiste fundamentalmente en una colecci¨®n de cromos; de cromos, adem¨¢s, extremadamente cutres y ?o?os, y tambi¨¦n en esto podr¨ªa decirse que como todos (v¨¦ase si no, para comparar, la vistosa serie de postales con que se remontan el ego nuestros hermanos vascongados, y no pocos navarros): El santico, el encierrico, el ajoarrierico, el clarico, las fiesticas, el pacharanico, el musico, los esparragicos, las joticas, el fuerico y el Reynico, y otro sinf¨ªn de nader¨ªas amplificadas hasta lo vergonzoso, componen y agotan un horizonte mental muy general entre nosotros, hecho ideal de vida y, lo que es mucho m¨¢s grave, programa pol¨ªtico. Porque esta mentalidad ha cristalizado al fin en una, a falta de mejor nombre, ideolog¨ªa; en todo caso en un partido pol¨ªtico, en el partido pol¨ªtico, fort¨ªn de las esencias y ganador por goleada de las elecciones, lo que le da una envidiable capacidad de maniobra para campar por sus respetos y ejercer sin contemplaciones su peculiar forma de ver Navarra. Con que aqu¨ª estamos, aguantando como podemos el olorcillo a pochas y con los o¨ªdos rotos por la perpetua jota que llega de nuestras instituciones. Y si San Ferm¨ªn con su capotico no lo remedia, parece adem¨¢s que la cosa va para largo. Lo curioso es que ¨²ltimamente parece incluso que no hace ya falta ni ser navarro para sacar plaza de guardi¨¢n del campanario. Dec¨ªa, creo que San Agust¨ªn, que ni siquiera Dios pod¨ªa hacer que un c¨ªrculo fuera cuadrado. San Agust¨ªn no nos conoc¨ªa.
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