Los divos de hoy y de ma?ana
Revalidaron sus triunfos el director Maazel y la Sinf¨®nica de la Radio de Baviera con un programa que tomaba raz¨®n de ser o festoneaba valores de la tradici¨®n nacional: Dvorak, siempre bohemio, incluso en la Sinfon¨ªa del Nuevo Mundo, lo es mucho m¨¢s en la S¨¦ptima en re menor. Sobre ella se alza la sombra de Brahms, decisiva para Dvorak, y hasta escuchamos el mismo tema que canta el violonchelo en el segundo concierto pian¨ªstico del hamburgu¨¦s; justo es se?alar que se trata de un tema popular bohemio y que acaso a trav¨¦s de ¨¦l quiso subrayar Dvorak su homenaje a Brahms. El vasco-franc¨¦s Mauricio Ravel, eternamente seducido por Espa?a, abri¨® en la Rapsodia espa?ola su m¨¢s valiosa caja de sorpresas. Quiz¨¢ rindi¨® tambi¨¦n un homenaje a trav¨¦s de un tema: el que utiliz¨® Chabrier en su rapsodia, del mismo modo que Falla evocar¨ªa a ambos m¨²sicos franceses en la jota final de El sombrero de tres picos.
Y para final, Viena; esa Viena en la que tantos se entra?aron desde Beethoven a Ricardo Strauss y desde Mahler a Lorin Maazel. Es la Viena valseada por la larga dinast¨ªa de los Strauss y de la que capt¨® su esp¨ªritu, su donaire y su enjundia el ¨²ltimo y m¨¢s grande de Strauss que no pertenec¨ªa familiarmente a la dinast¨ªa. El que Gabriel d"Anunzzio denomin¨® "b¨¢rbaro de ojos azules" construy¨® una refinada y esplendorosa apolog¨ªa del mundo del vals en el Caballero de la rosa.
Org¨ªa orquestal
La org¨ªa orquestal y la tensa melancol¨ªa nos llegaron en toda su vitalidad con an¨¢loga efectividad que las sutilezas t¨ªmbricas de Ravel. Y todo ello son¨® muy bien, con presencia, definici¨®n y naturalidad en la gran sala del Kursaal. En el cubo peque?o, que alberga una serie de salas polivalentes, transformables y combinatorias, se clausur¨® el ciclo de j¨®venes int¨¦rpretes al que la Quincena cuida con especial cari?o. Tras las actuaciones del donostiarra cuarteto Ur-Klang, la violonchelista bilba¨ªna Elena Escalza, el flautista pamplon¨¦s Roberto Casado y el pianista gaditano Juan Carlos Rodr¨ªguez -premio Ciudad de San Sebasti¨¢n- cant¨® Ainhoa Zubillaga, acompa?ada por la pianista Ana S¨¢nchez, para llevarnos por un amplio y representativo repertorio de lieder y canciones de Faur¨¦, Hahn, Schumann, Strauss, Granados, Guridi, Quilte y Gershwin.
En las melod¨ªas francesas y en los ejemplos alemanes, la Zubillaga demostr¨® excelentes dones; para empezar, una voz l¨ªrica e intensamente coloreada de gran belleza e igualdad. Su estilo es sobrio pero no fr¨ªo, y al comp¨¢s de su carrera su dramaturgia adquirir¨¢ mayor amplitud e intencionalidad. Zubillaga, que se form¨® en San Sebasti¨¢n, Barcelona y Pamplona e hizo estudios de perfeccionamiento en Holanda y Madrid, contin¨²a en el Orfe¨®n Donostiarra, aut¨¦ntica y permanente cantera de cantantes. La colaboraci¨®n de la pianista Ana S¨¢nchez fue sensible, discreta y ce?ida.
Mientras tanto, la sala grande era una fiesta, pues la Quincena tuvo el buen acuerdo de abrir las puertas al ensayo general del R¨¦quiem de Verdi con el que terminar¨¢ la 60? edici¨®n del certamen. De este modo, se ha duplicado el n¨²mero de asistentes que disfrutar¨¢n de los valores de la Sinf¨®nica de Tenerife que dirige V¨ªctor Pablo P¨¦rez y el Orfe¨®n Donostiarra.
Despu¨¦s de sus ¨¦xitos en los festivales europeos, el alcalde Elorza ha convocado a todos para rendir homenaje al gran coro que representa, como una inmensa bandera, las mejores tradiciones art¨ªsticas y culturales de la ciudad. Tendremos, pues, una clausura apote¨®sica que cerrar¨¢ una de las quincenas m¨¢s amplias y brillantes celebradas hasta la fecha.
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