El nuevo Timor nace bajo la amenaza de un ba?o de sangre
El enviado de EL PA?S relata su salida de Dili, una ciudad inmersa en el terror - El jefe de las milicias proindonesias sali¨® de la capital de Timor con el enviado de EL PA?S
ENVIADO ESPECIAL De Timor a Bali, la distancia que separa en s¨®lo unas horas de avi¨®n al infierno del para¨ªso. Atr¨¢s queda una ciudad fantasma, atenazada por el miedo, la revancha y el caos: Dili, la capital de un nuevo pa¨ªs o el coraz¨®n de la ¨²ltima guerra civil del siglo XX. Quedan tambi¨¦n atr¨¢s atrapados en el terror los miles de timorenses, que votaron por la independencia y no han podido siquiera celebrarlo, los que han huido a las monta?as, se han escondido en centros religiosos o tratan de abandonar la isla por mar ante las amenazas de las milicias proindonesias. El presidente indonesio, Yusuf Habibie, ha admitido la derrota en el refer¨¦ndum en Timor Oriental y ha llamado a la calma, pero ya nadie puede garantizar que el ba?o de sangre no se produzca.
V¨ªsperas de guerra civil en Dili
A¨²n tengo impresas las ¨²ltimas im¨¢genes de Dili, que recuerdan las mil veces vistas de Saig¨®n en 1975. Dili, ahora ciudad fantasmag¨®rica en la que ayer se escuchaban interminables r¨¢fagas de disparos y volaban los machetazos en medio de la confusi¨®n total mientras los milicianos saqueaban almacenes y la gente que a¨²n no ha logrado esconderse iba armada por las calles. Supe luego que un americano empleado de Naciones Unidas result¨® herido de bala. Ni siquiera se han celebrado los resultados electorales, la victoria por un abrumador 78,5% de los independentistas, que no aceptan tener que ver con Yakarta, y nadie apuesta porque la situaci¨®n no se precipite en la guerra civil. No se olvidan meses de asesinatos y violencia. Es f¨¢cil dar la raz¨®n al diplom¨¢tico portugu¨¦s que dec¨ªa que all¨ª quieren la salida de todos los extranjeros para perpetrar un ba?o de sangre.
El viernes hab¨ªan llegado 1.400 hombres a Timor Oriental, donde estaban ya 8.250 polic¨ªas y m¨¢s de 12.000 soldados indonesios, y ayer se unieron a todos ellos m¨¢s refuerzos indonesios. Dada la situaci¨®n de aislamiento y acoso de los periodistas y observadores extranjeros es dif¨ªcil saber si su misi¨®n consiste en reprimir a los paramilitares que se ense?orean de la ciudad o en evacuar a los indonesios del territorio.
He pasado del infierno al para¨ªso, del miedo y el sudor fr¨ªo al agotamiento que sucede a la tensi¨®n. Tan s¨®lo unas horas antes de aterrizar en la capital de la isla de Bali, desde donde escribo, estaba rodeado de paramilitares que me consideraban, como a otros periodistas que estaban conmigo, una especie de comando de apoyo de los grupos independentistas de Timor Oriental, y como tal me trataban. Ahora, mientras, todav¨ªa incr¨¦dulo por las condiciones rocambolescas de mi salida de Dili, me veo rodeado de turistas, en esta ciudad que parece Benidorm, recuerdo las ¨²ltimas horas y las jornadas anteriores, plagadas de amenazas de las milicias armadas defensoras de la integraci¨®n en Indonesia, d¨ªas sin comer y noches en vela, en la que un grupo de periodistas, varios espa?oles -all¨ª se han quedado, entre otros, Miguel Rovira, de Efe, y Rosa Mar¨ªa Calaf, de Televisi¨®n Espa?ola, aunque me dicen por tel¨¦fono que esperan ya su evacuaci¨®n inmediata, junto con todos los enviados especiales extranjeros- tem¨ªamos que, en cualquier momento, nuestro hotel, el Mahkota, fuera asaltado por los paramilitares, como ayer termin¨® sucediendo.
En una situaci¨®n de enfrentamiento entre bandos al parecer irreconciliables -poco importa que, como en este caso, hayan hablado las urnas, con un 78,5% en contra de quienes nos han hostigado d¨ªa a d¨ªa- nunca est¨¢ claro qui¨¦n puede considerarte amigo o partidario del de enfrente. La confusi¨®n y la violencia en Timor Oriental son tales que la ex colonia portuguesa parece tener muchas papeletas para precipitarse en la guerra civil. Me lo dec¨ªa el jefe de la milicia Aitarak (Espina), Eurico Guterres, responsable de las matanzas m¨¢s salvajes de los ¨²ltimos d¨ªas, que curiosamente viajaba en el avi¨®n que me ha dejado en Bali: "La paz en Timor Oriental a¨²n tiene un largo camino que recorrer, porque existe un grave y antiguo conflicto entre sus gentes". Y segu¨ªa: "El futuro de Timor no es resposabilidad del presidente Habibie, sino de todo el pueblo de Indonesia. Habibie no representa a todo el pueblo. Amo a Indonesia y la voy a defender. ?Una guerra civil? No es descartable".
Amablemente, un periodista indonesio me hizo de traductor, porque el jefe de las milicias se niega a hablar en ingl¨¦s o en portugu¨¦s, idiomas que usa a veces, seg¨²n me han comentado periodistas portugueses en Timor.
Mi salida de Dili fue un golpede suerte. Yo ten¨ªa una plaza reservada para ma?ana, lunes, pero el resto de los vuelos estaban ocupados hasta el d¨ªa 20. Los enviados especiales, reunidos en el hotel Mahkota, hab¨ªamos pasado una noche de gran tensi¨®n y casi sin dormir. A ¨²ltima hora de la tarde anterior hab¨ªamos enviado nuestras cr¨®nicas y acabamos exhaustos.
Desde d¨ªas antes hab¨ªamos asaltado la recepci¨®n, el bar, la terraza y algunas habitaciones que compart¨ªamos, gracias a la solidaridad de los colegas. No quedaba casi nadie en el restaurante, con ventanas al exterior. Los periodistas portugueses tomaron la cocina y prepararon unos espaguetis con carne seca, a los que invitaron a los espa?oles. La noche estaba siendo tranquila, y pensamos que la explosi¨®n pod¨ªa llegar tras el anuncio de los resultados. Alguien coment¨® que un medio de comunicaci¨®n de Lisboa hab¨ªa anunciado un ataque inminente de los paramilitares al Mahkota, lo cual nos hizo soltar la risa. En la puerta del hotel s¨®lo hab¨ªa dos polic¨ªas indonesios, que, como imagin¨¢bamos, no intervinieron durante el posterior asalto.
Tras los primeros resultados del refer¨¦ndum ca¨ªmos rendidos, poco menos de tres horas. Al despertar, el hotel estaba cercado por el Ej¨¦rcito indonesio, y el jefe de la misi¨®n de las Naciones Unidas en Dili, Ian Martin, se preparaba para comunicar los resultados oficiales. Cuando termin¨®, me fui con Amparo, la productora de TVE, al aeropuerto. Ella ten¨ªa el vuelo confirmado; yo esperaba un golpe de suerte.
Desde que salimos en coche de la parte trasera del hotel, donde un oficial del Ej¨¦rcito nos grit¨® con rabia "Go!,Go!", hasta la llegada al aeropuerto, atravesando patrullas militares y grupos de milicianos, no nos abandonaron los nervios. Ni ante una lista de espera que, milagrosamente, y ayudado por Amparo, que le cay¨® bien al responsable del embarque, logr¨¦ solventar. Fue entonces cuando me di cuenta de que me faltaba la maleta, olvidada en mi cuarto alquilado en el barrio de Komodo. No me preocupaba la ropa, pero s¨ª mi agenda, y, de forma inconsciente, regres¨¦ a buscarla, sorteando milicianos armados con pistolas.
Al volver, me encontr¨¦ en la cafeter¨ªa del aeropuerto al jefe miliciano de Aitarak, Guterres. Vestido de negro y dici¨¦ndose "harto de la prensa", coment¨® que la ONU debe "abrir un proceso para respetar y proteger al 21% de los autonomistas, contrarios a la independencia".
Supe luego que Miguel Rovira y Rosa Mar¨ªa Calaf, como Gonzalo Aragon¨¦s, de Cambio 16, y Juan Manuel Cu¨¦llar, de la agencia fotogr¨¢fica Cover, pueden ser evacuados hoy. Naciones Unidas ha admitido que all¨ª nadie garantiza la seguridad.
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