El homenaje de Madrid a Fosforito

Fosforito no cant¨® esta noche segunda de su homenaje. No pudo. Pero el gui¨®n se cumpli¨® satisfactoriamente. Hasta la lluvia hizo acto de presencia, convocada por el cante siguiriyero, excelente, de Juanito Villar. Despu¨¦s hubo dos cantaores m¨¢s obligados a compartir protagonismo con chaparrones intermitentes aunque no de gran calibre, pero que tuvieron al personal yendo y viniendo a refugiarse donde pod¨ªa para no mojarse. Sin embargo, hubo pocas deserciones, la verdad sea dicha, porque las nubes no acababan de apretarse en un cuerpo cerrado y el personal no quer¨ªa perderse un programa que le seduc¨ªa. Acert¨® el p¨²blico al quedarse -dicen que el p¨²blico siempre tiene ra-z¨®n-, pues cuando sali¨® La Ca?eta de M¨¢laga parece que los cielos se contagiaron de la alegr¨ªa de esta mujer y pudimos disfrutar de su arte incomparable sin nuevos agravios meteorol¨®gicos.

Lo de La Ca?eta fue una fiesta, como siempre. Esta mujer lleva en el cuerpo una capacidad ilimitada para plasmar flamencamente lo que es la celebraci¨®n gitana en su m¨¢s jovial y comunicativa expresi¨®n. Vi¨¦ndola, y oy¨¦ndola, es dif¨ªcil permanecer indiferente, porque transmite raudales de simpat¨ªa y gracia en generoso derroche.

Antes hab¨ªamos o¨ªdo el concierto de guitarra de Enrique de Melchor, brillante como en ¨¦l es costumbre, y por primera vez en Madrid el cante de Antonio Porcuna, El Veneno, un cantaor cordob¨¦s que acaba de ganar premios tan importantes como la L¨¢mpara Minera de La Uni¨®n y la Cabria del cante por tarantas de Linares. Y dos cantaores m¨¢s, tan serios y estimables como Ricardo Losada, El Yunque, y Pansequito, quienes mantuvieron la l¨ªnea de exigencia que marc¨® todo el concierto. Por fin, el baile por sole¨¢ de Inmaculada Aguilar, que cerr¨® la noche y el homenaje al maestro Fosforito.