El und¨¦cimo, no fumar¨¢s
Flexibilidad es el lema. No s¨®lo en la batalla entre empresarios y sindicatos, sino en la dura tarea de mantener controlada a una inmensa grey como la cat¨®lica. La Iglesia cat¨®lica parece haber tomado buena nota de ese t¨¦rmino tan usado en econom¨ªa a la hora de poner al d¨ªa un manual antiguo como el que aborda las v¨ªas de acceso a las indulgencias.La cuarta edici¨®n del Enchiridion indulgentiarum, presentado ayer en el Vaticano, representa un esfuerzo de aggiornamento doctrinal porque adapta los caminos de acceso a este perd¨®n a la vida moderna. Dejar de fumar un d¨ªa, seguir un v¨ªa crucis en televisi¨®n o rezar en el lugar de trabajo puede ser una v¨ªa para alcanzar las indulgencias siempre que se haya confesado y comulgado.
"Es necesario superar la imagen comercial ligada a las indulgencias", dice el Enchiridion indulgentiarum en su versi¨®n ¨²ltima, recordando siquiera de soslayo la gran crisis abierta en el cristianismo por el tema de la compraventa de indulgencias que llev¨® a Mart¨ªn Lutero en 1517 a romper con Roma y desgajar el ¨¢rbol de la Iglesia.
No es que el manual rebaje la dificultad de acceso a esta gracia que reduce o elimina las penas que derivan del pecado. Sigue siendo obligatorio "estar en estado de gracia", es decir, haber confesado, comulgado y rezado "seg¨²n las intenciones del Romano Pont¨ªfice" y haber experimentado una completa contrici¨®n.
Pero al menos subraya que la Iglesia ofrece las indulgencias para empujar a los hombres a realizar obras de piedad y penitencia. Por ejemplo, rezar por quienes nos ayudan, hacer la se?al de la cruz en el trabajo o renunciar voluntariamente a un placer l¨ªcito como una cajetilla de cigarrillos son pasaportes v¨¢lidos para obtener este suplemento de perd¨®n en el jubileo que empieza a finales de a?o.
Junto a estas novedades siguen en pie algunos de los medios de acceso al perd¨®n m¨¢s tradicionales: participar en unos ejercicios espirituales durante tres d¨ªas, ayunar o no comer carne. Seg¨²n el Enchiridion, la indulgencia conseguida por estos u otros medios puede ser "aplicada" a los difuntos que penan en el purgatorio, pero es completamente ineficaz para los que est¨¢n en el infierno, que sigue siendo una condena definitiva para los fallecidos en estado "no de gracia". El manual de indulgencias es ligeramente m¨¢s tradicional que el propio Papa en su tratamiento del infierno, porque el Pont¨ªfice declar¨® hace poco que no se sabe si en el infierno hay alguien o qui¨¦n pueda ser.
El nuevo Enchiridion en realidad no es tan nuevo como parece, porque recoge lo previsto ya por el papa Pablo VI en 1967, quien, con buen criterio, elimin¨® del texto el listado minucioso de meses, d¨ªas o a?os de indulgencia que pod¨ªan conseguirse con seg¨²n qu¨¦ medios y sacrificios. La versi¨®n actual se limita a dividir las indulgencias en dos categor¨ªas: parcial o plenaria.
Las principales novedades del manual revisado se refieren al cuarto cap¨ªtulo, llamado de las Concesiones, que prev¨¦ como fuente de acceso a la indulgencia el testimonio p¨²blico de fe. Por ejemplo, rezar una plegaria en p¨²blico en respuesta a una maldici¨®n dicha en voz alta. El esfuerzo de adaptaci¨®n a los tiempos modernos se completa con la inclusi¨®n de los exiliados entre los pobres a los que se pueden dedicar las indulgencias. Una salvedad: los que soportan con fe las dificultades de la vida y de su trabajo est¨¢n exentos de cualquier otra penitencia.
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