Teres atque rotundus
Cuando compr¨¦, hace aproximadamente diez a?os, el libro de Michael Ruse Tom¨¢ndose a Darwin en serio, me choc¨® el t¨ªtulo. ?Qui¨¦n no se tomaba a Darwin en serio? El profesor Ruse lo explicaba en las primeras l¨ªneas de su pr¨®logo: "El 19 de marzo de 1981, el por entonces gobernador del estado de Arkansas aprob¨® el decreto-ley de 1981, conocido como la Ley del Tratamiento Equilibrado de la Ciencia de la Creaci¨®n y la Ciencia de la Evoluci¨®n. Esta ley exig¨ªa a los profesores de biolog¨ªa del estado que, si trataban de las hip¨®tesis evolucionistas en sus clases, ten¨ªan que ocuparse igualmente de la materia cuyos defensores llaman ciencia de la creaci¨®n y que es mejor conocida por el resto de nosotros como el Libro del G¨¦nesis". Es decir, que el profesor de biolog¨ªa cuando ponderaba los argumentos darwinistas, ten¨ªa inmediatamente que anunciar (y dispensen el retru¨¦cano) a los creacionistas y detallar sus postulados. La pregunta que me hice entonces es si los profesores de religi¨®n, o en su defecto, los sacerdotes, cuando impart¨ªan clase, o un serm¨®n, explicaban tambi¨¦n la teor¨ªa de la evoluci¨®n. ?Claro que no! Durante siglos los cient¨ªficos han conocido el modus operandi de aquellos legisladores de la Creaci¨®n. Y buena prueba de ello es que a partir del curso 2000-2001 el estado de Kansas ha prohibido que los profesores de biolog¨ªa expliquen evoluci¨®n, y la prohibici¨®n ya se ha manifestado en los libros de texto de aquel estado, donde se han suprimido cap¨ªtulos enteros de paleontolog¨ªa e historia geol¨®gica (New scientist, 28 agosto). Bossuet afirmaba que un hereje es todo aquel que tiene una opini¨®n, y en este sentido, el mayor de los herejes, es aqu¨¦l que adem¨¢s fundamenta su opini¨®n emp¨ªricamente. En cambio, el ¨²nico problema de la Ciencia de la Creaci¨®n es justamente ¨¦se: que no tiene ni un solo ¨¢tomo de empirismo. Me pregunto si ahora los creacionistas, en lugar de las obras de Darwin, utilizar¨¢n el libro de Athanasius Kircher Arca de No¨¦, donde se explica el lugar que ocup¨® cada pareja de animales en el arca antes del diluvio universal, o la obra de Swiden Investigaciones sobre la naturaleza del Fuego del Infierno y el lugar donde se encuentra, donde se descubre que el infierno se situa en el sol, o si retroceder¨¢n hasta el formidable abad Pluche, y la biolog¨ªa se transformar¨¢ en un Espect¨¢culo de la naturaleza donde lo ¨²nico que se investigue sea la letra de la salmodia de la mantis religiosa. Sin embargo, la cuesti¨®n es desgraciadamente mucho m¨¢s compleja. Como explica Gerald Holton en su ensayo La rebeli¨®n contra la ciencia en el final del siglo XX, existe una creciente tendencia anticient¨ªfica en el mundo occidental, consecuencia en gran parte del estado del bienestar y de la incorregible naturaleza humana ("las pasiones instintivas son m¨¢s poderosas que los intereses racionales", explicaba Freud). Y no s¨®lo es el neodarwinismo el que ha ca¨ªdo en descr¨¦dito, sino tambi¨¦n muchas de las disciplinas punteras de la investigaci¨®n, como la biotecnolog¨ªa y la manipulaci¨®n gen¨¦tica. Cada vez m¨¢s, la poblaci¨®n se muestra reacia a adoptar ideas cient¨ªficas que no acaba de entender, o que afectan a sus planteamientos religiosos, a sus pasiones instintivas. Y la mejor demostraci¨®n la tenemos en los problemas que durante las ¨²ltimas d¨¦cadas ha tenido la Universidad de Valencia para hacer aceptar entre sus ciudadanos la naturaleza de la lengua y cultura valencianas. Al igual que en Kansas, en Valencia se persigue -en otro campo, pero con los mismos medios- a la ciencia y a sus cient¨ªficos. En cualquier caso, que a unos meses de entrar en el a?o 2000, tan m¨ªtico para la humanidad, se discutan estas tonter¨ªas, dice muy poco de la especie humana. Quiz¨¢ es que para poder creer sea necesiario s"abetir, como sentenciaba Blaise Pascal. Y sin duda ¨¦sta es la ¨²nica ciencia que cultivan los creacionistas: la de estupidizar a los estudiantes y a la gente sencilla. Si cunde el ejemplo de Kansas en otros estados conservadores americanos, la influencia sobre el conservadurismo europeo ser¨¢ inmediata. Como se?alaban Oscar Barber¨¢ y Beatriz Zan¨®n, en Espa?a la teoria de la evoluci¨®n desapareci¨® de los planes de estudio en 1937 y no volvi¨® a aparecer hasta 1975, y tan s¨®lo en una asignatura de car¨¢cter optativo. En la reciente edici¨®n espa?ola de la correspondencia de Charles Darwin, publicada por Cambridge University Press, se puede leer una de las cr¨ªticas que hizo Richard Owen al Origen de las especies: "Si debo criticar dir¨ªa que el libro es demasiado teres atque rotundus , que explica todo y por ello es improbable en sumo grado que tenga ¨¦xito". A lo cual Darwin ir¨®nicamente contest¨® que estaba de acuerdo con esa extra?a objeci¨®n, y de ello se deduc¨ªa que su libro deb¨ªa ser o muy malo o muy bueno. No hace falta decir que la objeci¨®n de Richard Owen, que fue el peor enemigo de Darwin, estaba motivada por la envidia y la sinraz¨®n. Sin duda, en 1859 (a?o de la publicaci¨®n del Origen de las especies) comenz¨® lo que hoy se puede considerar la mayor revoluci¨®n de la historia del pensamiento. El libro de Darwin lo explicaba todo (o casi todo) de una manera exhaustiva y elocuente. Teres atque rotundus, como dec¨ªa el pedante de Owen. Por eso, a estas alturas, tomarse a Darwin a risa es, sencillamente, tomarse todo en broma. Al menos todo lo que nos diferencia de los monos.
Mart¨ª Dom¨ªnguez es escritor.
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