Un cuento de miedo
Susan Hill es una novelista inglesa seria, conocida por su precisi¨®n psicol¨®gica, por sus descripciones de la soledad; incluso de la brutalidad que se suele encontrar en la infancia, aunque se disfrace de inocencia, en su libro mas conocido, Soy el rey del Castillo; ten¨ªa poco m¨¢s de veinte a?os cuando la public¨®.Despu¨¦s -bastantes a?os despu¨¦s- vino esta Mujer de negro cuyo inter¨¦s creci¨® cuando Stephen Mallatrat la convirti¨® en teatro y gust¨® mucho en Londres. No se qu¨¦ dejaron entre ¨¦l sus adaptadores espa?oles y su director Rafael Calatayud, que han hecho un trhiller curioso, un teatro contado.
A m¨ª me ense?aron que el teatro en el que las cosas no pasan sino que se cuentan es mal teatro. Con el tiempo he ido rectificando, sobre todo desde que el asalto de la dramaturgia dej¨® al teatro sin palabras y hab¨ªa que reaccionar, y desde que la preceptiva fue muriendo.
La mujer de negro
Novela de Susan Hill, adaptada por Stephen Mallatrat, versi¨®n castellana de Anna Gimeno y J.Vicente M¨¢rquez Luciano. Int¨¦rpretes: Emilio Gutierrez Caba y Jorge de Juan. Espacio esc¨¦nico de Jorge Barreda. Iluminaci¨®n de Carlos Montesinos. Vestuario de Roc¨ªo Cabedo. Direcci¨®n de Rafael Calatayud.Teatro Infanta Isabel, Madrid, 16 de septiembre.
Y adem¨¢s desde que la econom¨ªa trata de resolver sus problemas con el m¨ªnimo de actores posible y los personajes tienen que contar lo que har¨ªan otros si los contratasen.
Aqu¨ª hay dos, y su esfuerzo es digno de elogio. El truco dram¨¢tico es que uno representa el papel del otro en la imaginaria vida real, y ese otro a su vez encarna unos cuantos personajes m¨¢s. Son Jorge de Juan y Emilio Guti¨¦rrez Caba, y los dos entusiasman al p¨²blico.
Hay tambi¨¦n una actriz, pero es un fantasma: no est¨¢ citada en el programa pero su figura, su silueta y su cara se a?aden al p¨¢nico de escena, o son su causa esencial. Y otras voces, otros gritos.
Repetitiva
En la primera parte de la obra la narraci¨®n es repetitiva y recuerda la vieja recomendaci¨®n: lo que se cuenta, aburre. El di¨¢logo no es malo, se deja planear que hay un misterio terrible que entenebrece la vida de un desgraciado del que ya comprenderemos su desgracia que se extiende a su interlocutor. Pero hay un abuso de tiempo y de repeticiones.
Hacia la mitad empiezan a pasar las cosas. Entramos en el dominio de la dramaturgia, con sus efectos especiales, y entre todos -la lejana novelista y los pr¨®ximos actores, el iluminador y el sonidista, la buena mano del director, que hab¨ªa dejado perder el ritmo y lo vuelve a encontrar, la dama de negro...- consiguen alg¨²n estremecimiento del buen publico -de pago: el jueves por la tarde, el teatro estaba lleno y vagamente sobrecogido-, que se lo recompensa aplaudiendo y obligando a salir una y otra vez a los dos actores: tanto el uno como el otro han conseguido crearles su estado de ¨¢nimo, su ilusi¨®n teatral.
No voy a contar nada. Ya he dicho que hay un fantasma: y sonidos raros, y viento que corre, y miedo y dolor. Ah¨ª los tienen ustedes.
Babelia
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