Los se?ores de la guerra
A estas alturas resulta iluso el preguntarse por las causas que han llevado al PSPV al grado de postraci¨®n en que sus dirigentes lo han dejado tras el congreso extraordinario. Muy probablemente ni los protagonistas de este desastre pol¨ªtico puedan situar el origen de este cainismo feroz que ha llevado a la ruina organizativa y al desd¨¦n social a la segunda federaci¨®n socialista de Espa?a. Remontarse a las elecciones generales del 93, seguir por las auton¨®micas del 95 para desembocar en el congreso de la Polit¨¦cnica del 97 puede ayudar a situar cronol¨®gicamente los hitos de la crisis, pero no explican la visceralidad, incluso el odio, con que se comportaron no pocos de los delegados socialistas durante la inacabable jornada del s¨¢bado. Ausentes las razones pol¨ªticas, s¨®lo quedan las ambiciones personales alimentadas durante un largo proceso autodestructivo que tiene como principal caracter¨ªstica la negaci¨®n del otro para conseguir la autoafirmaci¨®n del l¨ªder frente a su propia tribu. Un somero repaso a las alianzas que se tejieron y destejieron en los pasillos y despachos del Palacio de Congresos de Valencia demuestra hasta qu¨¦ punto se fraguaron contra alguien y nunca a favor de algo. A esa contienda civil entre socialistas contribuy¨®, y no poco, una din¨¢mica que siempre tuvo como ¨²nico objetivo la destrucci¨®n del adversario sin pararse en mientes, ni tener en cuenta el desapego social que provocaba. Ni tan siquiera el resultado de las elecciones auton¨®micas, pese al n¨ªtido mensaje que lanzaron los electores, sirvi¨® para que los se?ores de la guerra del PSPV, que parecen encontrar su ¨²nica raz¨®n de ser en el mantenimiento de la confrontaci¨®n permanente, reflexionaran sobre la conveniencia de alcanzar un acuerdo por m¨ªnimo que fuera. Al contrario, incrementaron su beligerancia, subrayaron los defectos del otro y apostaron por la descalificaci¨®n como gran argumento pol¨ªtico. Con semejante bagaje llegaron al congreso extraordinario y all¨ª ocurri¨® lo ¨²nico que realmente pod¨ªa ocurrir: que se liaran a mamporros dial¨¦cticos y salieran mucho peor, que ya es decir, de lo que entraron. Y es absurdo buscar culpables. Resultar¨ªa muy c¨®modo y facil¨®n echarle el muerto a cualquiera. Recordar c¨®mo Asunci¨®n fue el primero en prender la mecha del barril de p¨®lvora contra Romero, o c¨®mo Ciscar puso una gestor¨ªa para que le arreglase el patio de su casa tan particular. Por no hablar de Lerma y Pla, ahora cabezas de cartel de una direcci¨®n sietemesina y minusv¨¢lida, que intentaron aprovecharse de la necesidad que ten¨ªa el secretario de Organizaci¨®n federal de alcanzar un pacto a cualquier precio para efectuarle propuestas humillantes. No. Culpables son todos, aunque sea verdad que quien m¨¢s puso, m¨¢s perdi¨®. Y Ciscar vea su credibilidad disminuida porque dificilmente podr¨¢ arreglar los l¨ªos de otras federaciones, cuando ha sido incapaz de arreglar el foll¨®n de la suya. Responsables del desaguisado del PSPV y de la enorme derrota electoral que sufrir¨¢ el PSOE en la Comunidad Valenciana en los pr¨®ximos comicios generales del mes de marzo son estos se?ores de la guerra, tan preocupados por sus miserias personales, por ver qu¨¦ hay de la suyo en Madrid, Valencia o en su comarca respectiva. Tan ciegos que son incapaces de ver que, hoy por hoy, se han convertido en los verdaderos aliados, t¨¢cticos y estrat¨¦gicos, de Eduardo Zaplana; vencedor, ¨¦ste s¨ª, del congreso extraordinario de los socialistas valencianos. Y lo peor de todo ya no es que sean incapaces de articular una salida pol¨ªtica a la crisis que ellos mismos han creado. Mucho m¨¢s es la semilla de rencor, desconfianza y resentimiento que han plantado en la pr¨¢ctica totalidad de la organizaci¨®n de su partido. All¨¢ ellos.
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