LA CR?NICA La dignidad de la cerilla ENRIQUE VILA-MATAS
No pensamos demasiado en las cerillas. Y sin embargo, muchas veces lo banal puede adquirir una relevancia inusitada y llena de significados. Pero es que por no pensar no pensamos ni en el fuego, y eso que ¨¦ste es m¨¢s importante que la cerilla y, adem¨¢s, conoci¨® ¨¦pocas en las que estuvo muy de moda -ahora s¨®lo nos acordamos de ¨¦l si arde nuestra casa, y ni aun as¨ª, porque entonces pensamos en los bomberos-, el fuego en otros d¨ªas estuvo de gran actualidad. Las antorchas, las hogueras, ascuas y aun las cenizas se consideraban capaces de provocar el crecimiento de las mieses y el bienestar de los hombres. De todo aquello nos quedan s¨®lo las huellas de un fogoso pasado que no hemos conocido. Y as¨ª, cuando encendemos un cigarrillo al encontrarnos con un amigo estamos encendiendo el fuego sagrado de la amistad o intentando reavivar el ancestral fuego de las hogueras en torno a las cuales siempre se han sentado los hombres para contarse sus historias. Si ni pensamos en el fuego, ?c¨®mo vamos a pensar en las cerillas? ?Alguna vez se nos ha ocurrido pensar que las cerillas podr¨ªan tener una vida y una dignidad propias? Dec¨ªa Lichtenberg que la tendencia humana de interesarse en minucias ha conducido a grandes cosas. Y tambi¨¦n dec¨ªa que Dios es tan infinito en el insecto como en el Sol. Ya s¨®lo le falt¨® decir que Dios es tan infinito en la cerilla como en el fuego. No me pregunten c¨®mo fue, porque no lo s¨¦. Lo cierto es que un d¨ªa se me ocurri¨® pensar en la dignidad de una cerilla, la que utilic¨¦ para encender un fuego y prepararme un caf¨¦. Al poco rato, ocurri¨® algo curioso: fue como si las cerillas se hubieran puesto de acuerdo para agradecerme el detalle. Estaba buscando en una antolog¨ªa un art¨ªculo literario muy concreto cuando tropec¨¦ con uno genial de Julio Camba, El fuego sagrado, en el que ¨¦ste habla de un amigo suyo que se puso una vez a ahorrar cerillas y encontr¨® el medio de no gastar cada d¨ªa m¨¢s que una sola. Esa cerilla era la que le serv¨ªa para encender su primer cigarrillo despu¨¦s del desayuno. Luego utilizaba la lumbre del primer cigarrillo para encender un segundo, la del segundo para encender un tercero, y as¨ª sucesivamente hasta que daban las doce de la noche y se met¨ªa en la cama fumando el cigarrillo n¨²mero 150. El hombre estaba encantado. "Es incre¨ªble", dec¨ªa, "el n¨²mero de cerillas que logro ahorrar por ese procedimiento". El art¨ªculo de Julio Camba me llev¨® a pensar en la gente que no se da cuenta del n¨²mero de cerillas que es posible ahorrar con s¨®lo tomarse la molestia de fumar cada d¨ªa 150 cigarrillos. "Si todo el mundo hiciera lo mismo que yo", dice el ahorrador del art¨ªculo de Camba, "dentro de 15 d¨ªas tendr¨ªamos cerillas a patadas". S¨ª, se?or. Es una forma de pensar en la salvaci¨®n de la especie (de las cerillas) y, adem¨¢s, de pensar en alargar un poco la triste vida de las pobres. Leer ese art¨ªculo de Camba me llev¨® a recordar la importancia de una cerilla en La cerilla sueca, un cuento de Ch¨¦jov. Y eso me llen¨® de ¨ªntima satisfacci¨®n. ?Qui¨¦n dijo -pens¨¦- que las cerillas no tienen importancia? S¨®lo en apariencia no la tienen y hay un dato que demuestra la inmensidad que se esconde en lo peque?o: una cerilla, con la inestimable ayuda de Ch¨¦jov, es la protagonista de uno de los mejores relatos de la historia de la literatura. El cuento de Ch¨¦jov me llev¨® a pensar en Historia de un cigarrillo, del escritor uruguayo Felisberto Hern¨¢ndez. En ese relato una persona advierte, al emprender el gesto mec¨¢nico de tomar un cigarrillo del paquete, que el cigarrillo que tiene m¨¢s a mano est¨¢ un poco roto en la punta. Aunque se puede fumar, decide tomar otro. Entonces se establece una lucha secreta entre el cigarrillo y el personaje del cuento. Lo que el lector percibe de esa lucha es que el cigarrillo ha montado un s¨®lido sistema de defensa para no ser fumado. El personaje del cuento observa de pronto c¨®mo ellos (los cigarrillos) tienen de acuerdo con su peque?a materia un peque?o esp¨ªritu. Y ya termino, porque hace un momento he encendido con una cerilla un cigarrillo y tengo ahora el humo enroscado al ojo y, adem¨¢s -aparte de que eso podr¨ªa determinar que mi estilo se vuelva turbio o bronco-, no me queda espacio para continuar. No pensamos demasiado en el humo... Bueno, esto lo dejo para mejor ocasi¨®n.
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