El pur¨¦ del Madrid
Los entrenadores de los grandes equipos tienen un problema con el calendario. Lo dicen y hay que creerlos. No se discute el grado de exigencia f¨ªsica de una temporada que no ofrece tiempo para el descanso. Ni para el f¨ªsico, ni para el mental. La din¨¢mica es abrumadora: Liga, Copa de Europa, Liga, Copa de Europa. Y adem¨¢s largos viajes, partidos con los equipos nacionales y otras competiciones a la vista, como el torneo de Copa. Hay razones evidentes para pensar en el efecto de la fatiga sobre los futbolistas, que no son de chicle. Basta observar a Ronaldo para comprender el efecto de estos excesos. Por lo tanto, hay un problema que los entrenadores tienen que resolver. Porque las cosas no van a mejorar. Conviene no olvidar que la presi¨®n del calendario viene del inter¨¦s de los clubes y de organismos como la UEFA por reba?ar el plato del dinero. Convertidos en actores de una obra que sus jefes han escrito, a los entrenadores y futbolistas no les queda otro remedio que aceptar el nuevo r¨¦gimen. Eso significa que les ir¨¢ mejor si buscan soluciones en lugar de coartadas.En el cap¨ªtulo de las excusas, Toshack no encuentra rival. Su queja del calendario -problema que no s¨®lo afecta al Madrid- s¨®lo puede interpretarse como un gesto de debilidad. Su observaci¨®n sobre supuestos asuntos que s¨®lo ¨¦l conoce resulta innecesaria y abunda en el estado de debilidad. Siempre es mejor poner cara de p¨®ker que reconocer misteriosas razones para justificar las calamidades. Y su defensa del sistema de rotaci¨®n de jugadores resulta m¨¢s voluntarista que convincente.
Toshack comienza a tener un problema de credibilidad, el capital m¨¢s importante para cualquier entrenador. No ha sido un buen mes para Toshack: su equipo juega mal, los resultados son discretos -una victoria y cuatro empates en los cinco ¨²ltimos partidos- y los fichajes desmerecen ahora mismo del entusiasmo que provocaron cuando llegaron al equipo. Pero no hay mayor d¨¦ficit en el Madrid que su estado de indefinici¨®n, tanto en el dibujo, como en el modelo de juego y la elecci¨®n de jugadores. Nadie sabe a qu¨¦ juega el Madrid. El equipo tiene un car¨¢cter tan difuso que no se le reconoce ning¨²n rasgo. Ni con el bal¨®n, ni sin ¨¦l. Se trata de un equipo que act¨²a a golpe de improvisaci¨®n, como esas selecciones de ¨²ltima hora que se juntan para disputar los partidos a favor de UNICEF. Todo parece casual. Y la c¨¦lebre rotaci¨®n a?ade m¨¢s argumentos a esa idea. Entran y salen jugadores, se trasladan de un puesto a otro, obtienen el favor de Toshack y lo pierden poco despu¨¦s. O al rev¨¦s. Cada vez queda menos claro qui¨¦n es titular y qui¨¦n suplente, qui¨¦n vale y qui¨¦n no. Qu¨¦ pretende este equipo, qu¨¦ pretende su entrenador. La vieja cuesti¨®n que en los ¨²ltimos tres a?os ha condenado al Madrid a un estado de mediocridad. Mientras tanto, no hay respuestas. S¨®lo se escuchan excusas y coartadas.
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