Azotes del coraz¨®n
Los enamoradosGoldoni fue uno de los inventores de la comedia moderna, no sin aceptar la herencia de sus antecesores pero con otra l¨®gica esc¨¦nica, con menos equ¨ªvocos burdos. Ligera y amablemente divertida. En esta hay una pareja principal: se ama, pero ella es celosa hasta del aire: es ella la tocada por ese mayor monstruo que aqu¨ª no es criminal como en nuestros feroces cl¨¢sicos, aunque a veces aparezca un cuchillo.Narros cree que de esas extremosidades se pueden apurar sus elementos c¨®micos, y adem¨¢s de los pobres enamorados, como dice Goldoni, convierte al caracter¨ªstico -el que quiere sacar a su fiera sobrina sin dote, y si es posible aportar una riqueza, como sea, a su casa fundente- en un figur¨®n: en alg¨²n momento le emparenta con el criado y forman la cl¨¢sica pareja de viejos que tiene la obligaci¨®n en la Commedia dell"arte -¨¦sta no lo es, pero tiene muchas reminiscencias- de retardar la acci¨®n.
De Carlo Goldoni
Versi¨®n de Juan Carlos Plaza. Int¨¦rpretes: Aurora S¨¢nchez, Mar¨ªa ?lvarez, Magdalena Barbero, V¨ªctor Manuel Dogar, Emilio Laguna, Aitor Tejada, Blaki, V¨ªctor Villate, Enrique Sim¨®n, Mapi Sagaseta. Vestuario: Miguel Narros. Iluminaci¨®n: Juan G¨®mez-Cornejo. Escenograf¨ªa: Andrea D"Odorico. Direcci¨®n: Miguel Narros. Teatro Alb¨¦niz.
Como De Sica
Emilio Laguna es ese figur¨®n, y una de sus escenas con Blaki -que apenas tiene texto pero s¨ª ademanes, tambaleos de borracho, ojos m¨®viles y divertidos- forma el eje c¨®mico de la obra. Narros le caracteriza como una especie de Vittorio de Sica, y lo veneciano se transforma en napolitano y finalmente en televisi¨®n espa?ola, que es de donde el p¨²blico conoce a Emilio Laguna, tan capaz de a?adir sus propias gracias al texto. De esta vaga idea de lo italiano viene un movimiento de manos incesante en los personajes, que a?ade a la farsa su color local.Toda la interpretaci¨®n tiene eficacia y solvencia; la desgraciada celosa suelta en escena el demonio de los celos, y los cl¨¢sicos razonables dan su contrapunto a la locura de la enamorada y a los excesos de su t¨ªo y tutor. La bella ligereza de la pieza queda algo abrumada por su duraci¨®n de cerca de tres horas: no es demasiado en un cl¨¢sico que se hac¨ªa para un p¨²blico lento y ocioso que quer¨ªa gustar largamente del teatro, pero s¨ª para el de Madrid, hoy, que tiene sus entendederas y su tiempo -y su tiempo- hechos a la hora de las series de televisi¨®n o a la hora y media de la pel¨ªcula en cartel.
Se puede certificar que el del estreno no dio sensaci¨®n de cansancio, que se asimil¨® bien a los personajes y sus cuitas, sustos, sobresaltos y saltos, y se lo demostr¨® a Miguel Narros y a sus colaboradores.
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