Salva se doctora como goleador en Anoeta

REAL SOCIEDAD 2 - RACING 5La Real confirm¨® sus malos augurios ante un Racing que hizo del f¨²tbol pr¨¢ctico un argumento incontestable y bello. Salva ejerci¨® de goleador intratable con cuatro tantos, cada uno de una factura: los hubo plenos de astucia, plagados de fortaleza, alg¨²n ejercicio t¨¦cnico y una buena colocaci¨®n en todos los casos. El m¨¢ximo goleador del campeonato encontr¨® en Anoeta su plenitud, no exenta de un cierto colaboracionismo defensivo de sus presuntos oponentes.Salva derrumb¨® a la Real en cuantos zarpazos tuvo en su mano. Pero no fue el ¨²nico que se pase¨® por Anoeta. Munitis hizo lo suyo como asistente privilegiado del ariete racinguista. Su figura menuda se engrandeci¨® en el desequilibrio del juego. Y por detr¨¢s, el chileno Espina, abastec¨ªa con inteligencia el juego atacante de su equipo.

Con la inventiva de Munitis, la contundencia de Salva y el abastecimiento de Espina, el Racing construy¨® un concierto de estrategia y habilidad que se manifest¨® en toda su extensi¨®n en el cuarto gol: un ejercicio de billar entre Tais, Munitis, Billabona y finalmente Salva. Al primer toque, pleno de ingenio, repleto de t¨¦cnica y cargado de intenci¨®n. La Real s¨®lo miraba. Su juego dur¨® escasamente tres minutos, los que tard¨® en marcar el primer gol y decidir apresudamente dar el partido por concluido.

La exquisitez se apoder¨® del colectivo racinguista que comparti¨® la tarea del buen futbol casi a partes iguales, reservando para su goleador el papel estelar de la consecuci¨®n de los goles. Cayeron, uno tras otro, como consecuencias naturales de la obra bien hecha.

La Real segu¨ªa mirando. Sa Pinto se hab¨ªa despedido del partido (a¨²n cuando permanec¨ªa en activo) y con ¨¦l se fue hasta Juan G¨®mez, el m¨¢s renuente a dar la cosa otra vez por finalizada. Marc¨® un gol la Real, casi por generoso regalo del Racing, disfrazado en tal circunstancia de samaritano, para obviar mayores males. Pero Salva, a rengl¨®n seguido, volvi¨® a ajustar la bota y enganchar su cuarto gol, otra vez en dos toques. Era su noche particular, su ocasi¨®n inolvidable y la apur¨® hasta los posos del encuentro. Para la Real era una noche larga, tras un partido eterno. Las crisis tienden a ser duraderas...