Pinochet
Acabamos de tener, en una de las incidencias judiciales del caso Pinochet, una sentencia admirable, la del magistrado se?or Bartle, por el razonamiento y el tono que subyace en esta decisi¨®n jur¨ªdica. Sentencia en un procedimiento de extradici¨®n, lo que hace de ella una decisi¨®n de alcance limitado y preciso; pero me refiero al tono mesurado y a la vez firme con que la resoluci¨®n est¨¢ redactada, y en un lenguaje asequible a quien no sea un especialista: en tal sentido, es una resoluci¨®n did¨¢ctica y la primera ense?anza es que estamos en casos de tortura.Es inevitable que en el caso Pinochet se mezclen consideraciones pol¨ªticas y jur¨ªdicas; pero, en todo caso, lo que me parece importante es que es consecuencia de un acuerdo internacional amplio en un mundo que ha decidido proscribir la tortura, y especialmente como m¨¦todo de ejercicio del poder. Algunos aspectos, sin embargo, desatan pasiones que contribuyen a oscurecer lo que debe estar claro y dan lugar a reacciones que producen rechazo.
El dictador Pinochet no se encuentra con los problemas que ahora le acucian por haber sido dictador, por haber dado un golpe de Estado, por hacer pol¨ªtica econ¨®mica liberal o por ser de derechas. El senador se encuentra en estos apuros, ¨²nica y exclusivamente, por haber utilizado unos modos de acci¨®n pol¨ªtica inaceptables por gente decente, y que son el genocidio y la tortura, y ahora s¨®lo la tortura y actuaciones relacionadas con ella. El se?or Pinochet es as¨ª un caso notorio, el primero quiz¨¢ en notoriedad de un modo de sentir que se ha traducido en medidas jur¨ªdicas nacionales e internacionales tendentes a reprimir el uso, tambi¨¦n por gobernantes, de m¨¦todos de acci¨®n que repugnan a la sensibilidad de la gente de bien. Y, a tal efecto, que haya sido o sea de esta ideolog¨ªa o de la otra es accidental. La tortura es repugnante, y est¨¢ jur¨ªdicamente perseguida, "venga de donde viniere", amigos o adversarios, eficaces o desastrosos, simp¨¢ticos o antip¨¢ticos. Rodear esto de connotaciones pol¨ªticas oculta la desnuda realidad de nuestro sentir; la tortura est¨¢ reprimida de la forma que se indica aunque se abrigue en aparatos u organizaciones represivas de la m¨¢s exquisita de las democracias, lo que no es imposible.
Otro aspecto que produce cierta repugnancia es el de la agudizaci¨®n nacionalista y chauvinista que ha aparecido, y, sobre todo, en Chile y en el Reino Unido. La apelaci¨®n de ciertos sectores pol¨ªticos a la soberan¨ªa ultrajada y cosas as¨ª es muy chocante en algunos casos, y en otros m¨¢s comprensible; se sacan a flote, al fin, la ciega justificaci¨®n de la raz¨®n de Estado, y el m¨¢s cerril de los sentimientos digamos patri¨®ticos. Adem¨¢s, la persecuci¨®n judicial de Pinochet no ha sido ninguna iniciativa espa?ola ni de ning¨²n juez ni ¨®rgano del Estado espa?ol, sino de los innumerables denunciantes, chilenos en su mayor¨ªa, que encontraron un lugar en el que estaban dispuestos a o¨ªrles, y de acuerdo con leyes aplicables en Espa?a.
Porque estamos hablando de tortura; es m¨¢s dif¨ªcil, si as¨ª puede uno expresarse, ser un genocida que un torturador, y estas leyes y convenios firmados pueden introducir inseguridad para muchos detentadores del poder que tienen, o han tenido, prendas poco deseables en sus respectivos armarios.
Pero tambi¨¦n cabe una posici¨®n pol¨ªtica menos proclive a este tipo de justicia bas¨¢ndose en el bien que puede obtenerse, para todo un pueblo, como consecuencia de ciertos olvidos, en ¨¦pocas de transici¨®n, digamos, de la barbarie a la civilizaci¨®n humanizada; cosa muy distinta de sacar a relucir los espantajos peores del orgullo colectivo. Comprendo la inc¨®moda posici¨®n de ciertos pol¨ªticos chilenos que tienen la responsabilidad y el deseo de llevar las cosas de su pa¨ªs a buen puerto. Es m¨¢s f¨¢cil aceptar la raz¨®n de Estado democr¨¢tica para suavizar una reacci¨®n punitiva.
Ah¨ª queda la proscripci¨®n universal de la tortura, que queda eliminada as¨ª de la raz¨®n de Estado atendible por los medios judiciales y penitenciarios que procedan. Otra cosa distinta ser¨¢ el trato que se haya de dar al torturador, por conveniencia pol¨ªtica y aun razones humanitarias. Pero una vez que queden claras las posiciones de la justicia y la satisfacci¨®n debida a las v¨ªctimas.
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