"La literatura s¨®lo sobrevivir¨¢ si es subversiva"
ENVIADO ESPECIALMa?ana cumple 72 a?os. Est¨¢ en la cima de una carrera no ya de novelista, sino de artista total en el sentido cl¨¢sico. Seguir¨¢ escribiendo, pintando acuarelas, haciendo litograf¨ªas y tallas. La forma y la palabra son las dimensiones que este hombre sereno e inquieto ha combinado desde muy joven con tanta maestr¨ªa como gozo. Porque Grass disfruta mucho, y se le nota. Hasta cuando se enfada con sus compatriotas, o con el mundo. En el peque?o taller que tiene junto a su casa, en el remoto pueblito de Behlendorf (Estado de Schleswig- Holstein), ha recibido a EL PA?S para hablar de literatura y pol¨ªtica, del pasado y la memoria, de la culpa y la responsabilidad. De todo aquello que le ocupa y preocupa desde antes de escribir una novela que revolucion¨® a la Alemania de la posguerra y asombr¨® al mundo: El tambor de hojalata.
Despu¨¦s ha escrito muchas de las mejores y m¨¢s conmovedoras p¨¢ginas de la literatura alemana. En su taller, rodeado por inmensos casta?os y un jard¨ªn de frutales y flores, dibuja y pinta, escribe sus obras, siempre a mano, para transcribirlas en su vieja Olivetti mec¨¢nica y mejorar, cambiar y retorcer las frases hasta que, al recitarlas, le cristalizan en el o¨ªdo.
Pregunta. Fuera de Alemania, con respecto al Nobel, hay euforia entre muchos, todos lo consideran merecido, y, sin embargo, aqu¨ª sigue habiendo gente a la que se le nota la dificultad de congratularle.
Respuesta. Tiene usted raz¨®n. Cuando me dieron el premio, ya me refer¨ª en una conferencia de prensa a esa gente que ni siquiera puedo llamar cr¨ªticos. Son adversarios que me rechazan pol¨ªticamente y se intentan presentar como cr¨ªticos. Les ped¨ª amablemente que dejaran de morderse las u?as y que intentaran alegrarse al menos un ratito conmigo. Pero no lo consiguen. ?Qu¨¦ le vamos a hacer!
P. Pero ?piensa que el premio ha impulsado cierto cambio de actitud en Alemania?
R. Por supuesto, de toda Alemania, de todos los rincones de Alemania he recibido sacas enteras de correspondencia felicit¨¢ndome, tambi¨¦n infinidad del extranjero. La felicidad por el premio es, por tanto, generalizada.
P. Tiene m¨¢s motivos que nunca para felicitarse. Adem¨¢s, el s¨¢bado es su cumplea?os, y ayer sali¨® [por el mi¨¦rcoles] a la luz su ¨²ltima obra, Mi siglo, en castellano. ?Este libro es de alguna forma un final? ?Qu¨¦ planes tiene ahora?
R. De momento, todo lo sucedido desde el premio est¨¢ resultando bastante agotador. Ahora acudo a la Feria de Francfort. Como ganador del Nobel tengo el deber de hablar y enfrentarme a las preguntas que se me hagan. Pero a largo plazo tengo a¨²n muchos planes. Tengo intenci¨®n de seguir escribiendo, pero, adem¨¢s, en mi otra profesi¨®n como dibujante y con mi obra gr¨¢fica, tambi¨¦n tengo intenci¨®n de hacer cosas. Eso s¨ª, y para contestarle con un chiste, ?que nadie espere ya nada de m¨ª para lo que queda de siglo! En todo caso, en el siguiente.
P. Hablando de siglos. Mi siglo me ha parecido fascinante, porque supone un alarde de capacidad narrativa, de inventar cien veces a un narrador que cuente de forma veros¨ªmil un acontecimiento habido en el a?o que le toca, y que todos juntos recreen ese calidoscopio que da una visi¨®n del siglo. Se convierte usted cien veces en otros tantos personajes.
R. As¨ª comienza precisamente el libro: "Yo, intercambiado conmigo mismo, he estado presente, a?o tras a?o". Un escritor tiene que ser capaz de hacer esto. En el fondo, la idea es muy simple. Est¨¢ ah¨ª, en la calle: cien a?os, cien historias. Y entonces es cuando comienza la obra del autor, el trabajo; pero tambi¨¦n el placer, el excitante placer de sumergirse en tantos personajes. Son todos personas que no han hecho historia, sino que han vivido la Historia como destino y que han tenido que reaccionar ante ella, como v¨ªctimas o como verdugos, como c¨®mplices, como fugitivos, en todo tipo de situaciones, hombres y mujeres, ni?os y viejos, gentes en todo tipo de profesiones y circunstancias, y en las m¨¢s diversas regiones del mundo y de la vida. ?sa era mi ambici¨®n literaria: conseguir crear, provocar un eco de este siglo con las m¨¢s diversas voces.
P. Habla usted de provocaci¨®n. Yo tambi¨¦n la veo, pero en otro sentido. Usted, para un libro, se sumerge en cien personalidades, crea un elenco de cien narradores, mientras tantos escritores hoy s¨®lo se tienen a s¨ª mismos como tales y acaban escribiendo de s¨ª mismos.
R. Es cierto que no deja de ser curiosa esta tendencia narcisista de la literatura que se observa, es lo que se puede llamar la literatura del ombliguismo. No digo que en alguna ocasi¨®n no pueda ser interesante. Pero con eso no se puede acometer una vida como escritor. Cada uno tiene una sola biograf¨ªa, y no est¨¢ nada claro que sea interesante. En todo caso, a m¨ª jam¨¢s se me ocurrir¨ªa escribir mi autobiograf¨ªa. Primero, porque la forma literaria no me parece interesante. Y segundo, porque prefiero mentir en la ficci¨®n, en la novela. ?Para qu¨¦ iba a hacerlo en una autobiograf¨ªa?
P. Ahora quiero acusarle de otra provocaci¨®n. S¨¦ la gran estima que tiene por su traductor al espa?ol, Miguel S¨¢enz. Pero reconocer¨¢ usted que encargarle a alguien traducir Mi siglo no deja de ser una crueldad. Los cien personajes distintos hablan dialectos y formas de lenguaje totalmente diversos, antiguos y modernos, suavos y b¨¢varos, ni?os jud¨ªos en cuasi yiddish, el engolamiento del emperador, un asesino de las SS o un estudiante del 68 que boicotea a Adorno. ?No abusa de ellos?
R. Mire, yo creo que soy el ¨²nico autor que re¨²ne regularmente a sus traductores y repasa con ellos, muchas veces l¨ªnea a l¨ªnea, las obras para ver las dificultades. En las traducciones, las fuentes de errores pueden ser muy altas y s¨®lo se pueden reducir si se realizan a tiempo este tipo de conversaciones entre el autor y el traductor. Yo siempre les digo, adem¨¢s: "No puedo tener ning¨²n tipo de consideraci¨®n con vosotros, porque si comenzara a tenerla acabar¨ªa escribiendo una lengua global y plana, inolora e ins¨ªpida". De ah¨ª mi desconsideraci¨®n, pero adem¨¢s estoy tan seguro de Miguel S¨¢enz que s¨¦ que ha conseguido un buen resultado.
P. El libro Mi siglo es lengua e historia. La historia no le abandona jam¨¢s.
R. [Interrumpe] A nadie, todos somos v¨ªctimas e hijos de la historia.
P. S¨ª, se?or Grass, pero algunos ahora quieren que la historia les abandone. O al menos que les deje un poco en paz. Por ejemplo, el escritor, contempor¨¢neo suyo, Martin Walser. Cuando le visit¨¦ la ¨²ltima vez aqu¨ª en su casa hab¨ªa provocado usted una fuerte pol¨¦mica con su discurso laudatorio al escritor turco Yaser Kemal, que hab¨ªa ganado hace dos a?os el Premio de la Paz de los libreros alemanes. Usted fustig¨® a los alemanes por la Ley de Extranjer¨ªa y por los intentos de algunos de presentar el pasado alem¨¢n como otro cualquiera, trivializando as¨ª el nacionalsocialismo. El pasado a?o, el premiado fue Walser y fue ¨¦l quien pidi¨® que se pusiera fin a la continua retrospectiva de excepci¨®n en la historia alemana. El domingo recibe el mismo premio el historiador norteamericano de origen jud¨ªo alem¨¢n Fritz Stern, que tuvo que huir ante los nazis en 1938. ?C¨®mo ve la postura de Walser? ?Cree que Stern contestar¨¢?
R. Hace muy poco tuve una fuerte discusi¨®n p¨²blica con Walser al respecto. Soy amigo de Walser y nos peleamos. Yo espero que nuestra amistad lo aguante. No es cierto que el discurso del pasado a?o de Walser sea antisemita o incluso fascista, como algunos han sugerido. No obstante, considero que su discurso es extremadamente peligroso, porque es el en¨¦simo intento de poner un punto final en la historia. Esto es imposible, y Walser lo deber¨ªa saber. En realidad, lo sabe, pero el suyo es un desesperado esfuerzo de acabar con el pasado. Es imposible, porque siempre nos alcanza. Y no s¨®lo a los alemanes. Ustedes tienen en Espa?a una fuerte discusi¨®n cuando han pasado muchos a?os en que prefirieron callar. Habr¨ªa buenas razones. Pero eso siempre tiene consecuencias. Llega la generaci¨®n que pregunta: "Abuelo, ?c¨®mo fue aquello?". Medio mill¨®n de espa?oles se mataron. Tarde o temprano, las nuevas generaciones preguntan.
Respecto al premiado este a?o, el historiador Fritz Stern, s¨¦ que es un hombre muy riguroso en su trabajo, muy serio, levemente conservador. De lo que estoy seguro es de que si, como espero, alude a Walser, lo haga desde el mayor rigor, sin acusaciones generalizadoras, sino con consideraciones concretas, exactas. Esto me parece muy bien. Adem¨¢s es necesario.
P. Respecto a la nueva literatura alemana que debiera tomar el testigo de usted y sus coet¨¢neos, se habla ya de una generaci¨®n de los nietos de Grass...
R. Eso es una tonter¨ªa absoluta que se han inventado los cr¨ªticos de los suplementos literarios. Esos autores son buenos o llegar¨¢n en su d¨ªa a ser buenos si logran tomar distancia de esa concentraci¨®n en el yo y se enfrentan a retos y controversias dif¨ªciles. Esos escritores est¨¢n ah¨ª, tambi¨¦n los ha habido antes, pero los calificativos los ponen los cr¨ªticos. Ha habido excelentes narradores que han sido liquidados o ignorados porque no cumpl¨ªan con los requisitos del Zeitgeist . Ahora, de repente se dice que hay que narrar, como si antes no se narrara. Y la cuesti¨®n de las generaciones no tiene nada que ver con la literatura. Conozco a mucho joven autor que se comporta como un anciano, y por la otra parte, en este oto?o literario no estoy yo solo. Ah¨ª est¨¢ Hans Magnus Enzensberger con un libro de poemas escrito en un tono totalmente nuevo; Siegfried Lenz ha escrito una nueva novela... Es decir, mi generaci¨®n sigue escribiendo y no nos preocupan nada esas necias y limitadoras cuestiones de generaciones que se puede inventar Der Spiegel porque le divierten, pero que nada tienen que ver con la realidad.
P. Pero en el Grupo 47, del que usted surge como escritor, con Uwe Johnson, Enzensberger, Ingeborg Bachmann, Walser, hasta Peter Weiss, ?no se ve¨ªan como una generaci¨®n literaria?
R. Lo que era m¨¢s f¨¢cil entonces era aceptar maestros. Esto puede resultar extra?o a los j¨®venes escritores. Yo, a lo que podemos llamar media generaci¨®n mayor que yo, Heinrich B?ll o Arno Schmidt, los admiraba. E intentaba aprender de ellos. Recuerdo que escrib¨ª dos ensayos titulados Sobre mi maestro Alfred D?blin. Aprend¨ª mucho de D?blin, del que, por desgracia, s¨®lo se conoce bien Berlin Alexanderplatz: en todo lo que es la artesan¨ªa literaria, pero tambi¨¦n en cuanto a la actitud que debe tener un escritor a trav¨¦s de los a?os. Y sigo aprendiendo. En el Grupo 47 aprend¨ªamos el oficio.
P. ?Me puede explicar su relaci¨®n, tan tormentosa, con el gran buda de la cr¨ªtica literaria alemana, Marcel Reich Ranicki?
R. No, mire, de eso s¨ª que prefiero no hablar. Esa cuesti¨®n est¨¢ muerta definitivamente para m¨ª. Por desgracia. Lo lamento, pero esas¨ª.
P. Hay una nueva pol¨¦mica ahora en Alemania, surgida a ra¨ªz de una conferencia del fil¨®sofo Sloterdijk en la que declaraba muerto el humanismo como f¨®rmula de alejar de la barbarie al hombre y propon¨ªa recurrir para ello a nuevas t¨¦cnicas como la ingenier¨ªa gen¨¦tica. Su amigo J¨¹rgen Habermas y otros fil¨®sofos cercanos a la Escuela de Francfort han respondido con virulencia.
R. Mire usted, he le¨ªdo la conferencia de Sloterdijk y me parece una estupidez. Habermas tiene raz¨®n. Lamento lo de Sloterdijk. Se hizo conocido con un libro llamado Cr¨ªtica de la raz¨®n c¨ªnica, que era un interesante intento de criticar la Ilustraci¨®n con los medios de la Ilustraci¨®n. Lo le¨ª con gusto. Desde entonces ha echado por la borda la Ilustraci¨®n y se ha metido por veredas que tienen algo involuntariamente c¨®mico. Y ahora llega a estas cosas del cultivo del ser humano, tra¨ªdo por los pelos. Me parece demasiado tonto todo ello.
P. Pero ?no forma parte de esa ofensiva intelectual contra la Escuela de Francfort y contra lo que podemos llamar las bases te¨®ricas de la Alemania democr¨¢tica de la posguerra?
R. Sabe usted, es esa historia m¨¢s bien necia, a veces incluso cari?osa, a veces no; esa historia del asesinato del padre, que se var¨ªa hasta la saciedad. Todos vienen de Adorno y ahora quieren matarlo. Yo, por supuesto, estoy totalmente con Habermas en todo esto. Y no s¨®lo en esto. Durante la unificaci¨®n alemana, nos constituimos en "la banda de los tres", los reventadores del juego, los que est¨¢bamos en contra de lo que se hac¨ªa. Habermas, Walter Jens y yo. Y nuestros temores se han justificado. Alemania sigue dividida. Mire los resultados de las pasadas elecciones en Berl¨ªn. En el Oeste votan a la CDU; en el Este, al PDS . Peor, imposible.
P. Ya que estamos en la pol¨ªtica, la ¨²ltima vez que hablamos aqu¨ª se perfilaba la cat¨¢strofe electoral para Kohl. Hoy es Schr?der quien cosecha una derrota tras otra, y Oskar Lafontaine ha abandonado todos los cargos y ataca a su propio partido. Usted le ha recomendado a Lafontaine que "calle la boca, coja su vino tinto y busque una nueva ocupaci¨®n". Tonos duros, ?no?
R. Me duele much¨ªsimo lo que ha pasado. Considero a Lafontaine un gran talento pol¨ªtico, y no tenemos muchos, ni en Alemania ni en Europa en general. Pero siempre ha tenido un ego desmesurado, y esto conlleva peligros. Adem¨¢s de su impaciencia, que le hac¨ªa plantear cuestiones interesantes que dejaban de interesarle pocas semanas despu¨¦s. Tuvo una ¨¦poca buena cuando estuvo como presidente del partido con Schr?der como candidato. Despu¨¦s vino la victoria. ?l sab¨ªa a lo que se enfrentaba cuando asumi¨® el Ministerio de Finanzas. Conoc¨ªa el endeudamiento que heredaba el Gobierno de 16 a?os de Kohl. Pod¨ªa haberse entendido que no aceptara ese puesto. Pero, para m¨ª, no tiene disculpa alguna que abandonara el puesto de presidente del SPD y su esca?o parlamentario. Eso no se lo pod¨ªa hacer a los electores ni se lo pod¨ªa hacer a su partido. Pero si encima lo hace, su ¨²nica opci¨®n era permanecer callado. Si toma esa opci¨®n particular, esto le impide volver a meterse en el debate pol¨ªtico. Y eso es todo lo que quiero decir al respecto.
P. ?Cree que el SPD y el Gobierno de Schr?der se van a recuperar?
R. No me cabe la menor duda. Las dificultades del SPD no son nuevas, forman parte de una tradici¨®n de m¨¢s de cien a?os. Comenz¨® con las peleas de Kautsky y Bernstein a principios de siglo. Lo ¨²nico que no pueden hacer es abandonar su vocaci¨®n de defender a los m¨¢s d¨¦biles, los que no han nacido en la parte m¨¢s c¨®moda de la sociedad. Las circunstancias cambian, y los medios, tambi¨¦n. Pero creo que lo conseguir¨¢n, y creo que Schr?der ir¨¢ creciendo en su cargo como canciller. Creo que se recuperar¨¢n despu¨¦s de estos reveses.
P. Hablemos de la globalizaci¨®n, fen¨®meno que tanto le preocupa en diversos terrenos. Pero primero en la cultura. ?No le parece que ferias literarias como la de Francfort est¨¢n lanz¨¢ndonos a una cultura masificada que acaba en niveles ¨ªnfimos?
R. No se trata de los medios. La literatura s¨®lo sobrevivir¨¢ en la medida en que siga siendo subversiva. La peligrosidad de la literatura, la peligrosidad tantas veces sobrevalorada por las censuras, es lo que la mantiene viva. De convertirse en mero entretenimiento, entonces ser¨ªa como una moqueta, no ser¨ªa nada.
P. ?Hay m¨¢s inter¨¦s literario hoy que cuando escribi¨® El tambor de hojalata?
R. Entonces hab¨ªa mucha hambre de literatura tras tanto tiempo de aislamiento. Hoy, en cambio, sufrimos m¨¢s bien de sobreinformaci¨®n, o de demasiada supuesta informaci¨®n. Pero a m¨ª me da la impresi¨®n de que estamos en un proceso diferente. Que los m¨¢s j¨®venes y los ni?os no es que renieguen de la televisi¨®n, sino que diferencian m¨¢s que las generaciones anteriores. Son m¨¢s selectivos y buscan m¨¢s el libro. Lo que est¨¢ claro es que nadie va a llevar a las masas hacia el libro. Quien quiera hacerlo acaba escribiendo trivialidades. La composici¨®n de la sociedad culta es y ser¨¢ distinta a la que fue y no se define por su propiedad.
P. Otra globalizaci¨®n: la de la persecuci¨®n de cr¨ªmenes de guerra. ?Qui¨¦n nos hubiera dicho hace unos pocos a?os que Pinochet estar¨ªa hoy detenido en Londres y el Tribunal Internacional de La Haya funcionando lenta pero continuamente?
R. Es cierto. Ya en N¨²remberg, aunque fueran los vencedores quienes juzgaban, hab¨ªa una aspiraci¨®n de hacer de la justicia una cuesti¨®n global. Estoy totalmente en contra de que se persiga a los peque?os diablos que simplemente se adaptaron por oportunismo a reg¨ªmenes como el de la RDA u otros. Pero estoy totalmente de acuerdo con que se persigan todos los cr¨ªmenes, y esto afecta tanto a Pinochet como a Milosevic o al croata Tudjman. No s¨¦ si habr¨¢ juicio contra Pinochet, pero de cara al futuro el hecho mismo de su persecuci¨®n y la decisi¨®n de los tribunales es una advertencia para todos los actuales y futuros dictadores, pero adem¨¢s un salto cualitativo en la voluntad de perseguir a los criminales. Eso s¨ª, en el caso de Pinochet, me gustar¨ªa que algunos responsables directos del golpe que estaban en Estados Unidos tambi¨¦n tuvieran que asumir responsabilidades, porque es un hecho que las autoridades norteamericanas tuvieron una influencia decisiva en este golpe. Ya ni lo niegan, y adem¨¢s ah¨ª est¨¢n las pruebas. Esto no disminuye en absoluto la responsabilidad de Pinochet, por supuesto.
P. Finalmente, la globalizaci¨®n econ¨®mica. ?Cree posible que volvamos a vivir una supremac¨ªa de la pol¨ªtica sobre la econom¨ªa? ?Cree que hay una aportaci¨®n potencial de los intelectuales al respecto?
R. S¨®lo hay que ver c¨®mo se mueven los mercados financieros, sobre todo en cuestiones especulativas, siempre fuera de todos los controles democr¨¢ticos y de los Estados. Pero es un gran reto para la pol¨ªtica, porque no podemos seguir as¨ª. Los pol¨ªticos tienen l¨®gicamente que pensar en t¨¦rminos de corto y medio plazo, pero tambi¨¦n habr¨ªan de tener la capacidad de tener proyecciones. Porque el gran reto ante el nuevo siglo va a ser la lucha por conseguir una pol¨ªtica energ¨¦tica viable, renovable, que debe ser la solar. Pero, para imponer pol¨ªticas de futuro, los pol¨ªticos han de recuperar un poder que hoy no tienen, como meros gestores que son de los grandes movimientos econ¨®micos y financieros. La primac¨ªa de la pol¨ªtica es necesaria para afrontar los grandes retos del nuevo siglo.
Babelia
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