El golpe de Estado es recibido sin alarma por la poblaci¨®n y los partidos pol¨ªticos
La proclamaci¨®n del estado de emergencia se produjo de madrugada, mientras Pakist¨¢n dorm¨ªa. La precauci¨®n parec¨ªa innecesaria, a tenor de la ausencia de reacci¨®n popular desde que el martes se produjera el golpe de Estado. Apenas unas decenas de simpatizantes del primer ministro depuesto, Nawaz Sharif, se manifestaron ayer en Lahore (su feudo) y Karachi. La aceptaci¨®n de los hechos, incluso por los partidos pol¨ªticos, es fruto, en gran medida, de las simpat¨ªas que despertaba la campa?a de apoyo a los rebeldes musulmanes de Cachemira, que Sharif cancel¨® este verano por presiones de EEUU.
No ha habido contestaci¨®n. Las peque?as manifestaciones de apoyo a Sharif en Lahore y Karachi se saldaron con una docena de detenidos. Una minucia en un pa¨ªs con 140 millones de habitantes. Todo indicaba ayer, incluso horas antes de la proclamaci¨®n del estado de emergencia, que los militares dominaban sin contratiempos la situaci¨®n.Ni siquiera los partidos pol¨ªticos han levantado demasiado la voz. Dif¨ªcil de hacerlo frente a un estamento militar habituado a tutelar un poder civil a menudo cargado de acusaciones de corrupci¨®n y tr¨¢fico de influencias. Pero es que adem¨¢s la justificaci¨®n ¨²ltima de la acci¨®n del general Pervez Musharraf cuenta con las simpat¨ªas populares.
Cuando el verano pasado, a su regreso de un pol¨¦mico viaje a Estados Unidos, Sharif orden¨® la retirada de las tropas paquistan¨ªes del frente de Cachemira, su decisi¨®n no fue bien recibida por el Ej¨¦rcito ni comprendida por sus compatriotas. Esa regi¨®n, que ya ha provocado tres guerras indopaquistan¨ªes (1947, 1965 y 1971), es desde el nacimiento de Pakist¨¢n la espina clavada en su coraz¨®n. De poblaci¨®n mayoritariamente musulmana, el entonces principado de Jammu y Cachemira, debiera en buena l¨®gica haber pasado a formar parte de un Pakist¨¢n concebido como refugio para los musulmanes de una India que tambi¨¦n en ese momento alcanzaba su independencia del Reino Unido. Sin embargo, imponderables hist¨®ricos inclinaron a los gobernantes locales a solicitar el respaldo de Nueva Delhi, lo que abri¨® el camino a las luchas posteriores.
Hoy, a pesar de una l¨ªnea de alto el fuego internacionalmente reconocida, el agravio y el resentimiento siguen latentes. Prueba de ello son los numerosos incidentes que se producen de forma peri¨®dica en esa regi¨®n monta?osa.
La ¨²nica esperanza para quienes sin apoyar a la figura del primer ministro depuesto deseaban distanciarse de una salida que rompe todas las reglas democr¨¢ticas estaba en confiar en un pronto retorno a la normalidad y la entrega casi inmediata del poder a un Gobierno civil.
Una esperanza que se acarici¨® durante todo el d¨ªa de ayer y que alimentaron los propios militares con su silencio. El general Rashid Qureshi incluso lleg¨® a decir: "S¨ª, la democracia est¨¢ intacta". Respond¨ªa a una pregunta de la agencia de noticias paquistan¨ª APP sobre el estado de la democracia en el pa¨ªs tras la asonada. El general contest¨® con un "no" a la pregunta de si el golpe estaba preparado. "Hasta el Ej¨¦rcito se sorprendi¨®", se?al¨®, con palabras que contradicen la certeza de los analistas de que la r¨¢pida reacci¨®n militar era algo que ya hab¨ªa sido previsto en todos sus detalles log¨ªsticos a la vista de c¨®mo evolucionaban las relaciones de Musharraf con Sharif y la contrastada disposici¨®n del primer ministro a ahogar por la v¨ªa r¨¢pida todo conato de disidencia.
Fuentes diplom¨¢ticas revelaron que en una reuni¨®n celebrada ayer en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Islamabad con embajadores occidentales se asegur¨® que los militares no ten¨ªan intenci¨®n de proclamar la ley marcial, aunque las medidas adoptadas esta madrugada se aproximan mucho.
Benazir Bhutto, la ex primera ministra a la que Sharif aplast¨® en las urnas en las elecciones de 1997 como respuesta popular a graves acusaciones de corrupci¨®n, intentaba ayer aprovechar la situaci¨®n. Bhutto se declar¨® dispuesta a proporcionar a los militares su experiencia de primera ministra para "establecer un r¨¦gimen democr¨¢tico" en Pakist¨¢n. La l¨ªder del Partido Popular paquistan¨ª vive en Londres perseguida por la justicia de su pa¨ªs, que le pide cuentas por la malversaci¨®n de miles de millones de d¨®lares y el subsiguiente incremento de su patrimonio familiar. La gran rival y enemiga de Sharif dice que tiene intenci¨®n de volver a su pa¨ªs "en un plazo de diez d¨ªas", siempre y cuando el Ej¨¦rcito "ponga fin a la persecuci¨®n judicial" de la que dice ser objeto.
Bhutto manifest¨® en un primer momento que la salida de los militares de los cuarteles significaba que el pa¨ªs estaba al borde de la guerra civil, y luego, ante la tranquilidad callejera, elogi¨® al general Musharraf, de quien subray¨® que ocup¨® un cargo de responsabilidad militar cuando ella dirig¨ªa el Gobierno.
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