Entre los "okupas" y el Liceo
El reciente episodio de violencia callejera ocurrido en Sants ha vuelto a disparar las alarmas sobre la creciente marginalidad y radicalizaci¨®n pol¨ªtica de algunos sectores juveniles, especialmente los vinculados al movimiento okupa.Naturalmente, los portavoces gubernamentales y policiales se han apresurado a apuntar, como es de rigor en estos casos, hacia una supuestamente larga mano de Jarrai que adiestrar¨ªa a los revoltosos y controlar¨ªa las operaciones.
?Por qu¨¦ no recordar, sin embargo, que el m¨®vil inicial de la manifestaci¨®n de Sants era el de protestar contra la concentraci¨®n fascista, abiertamente anticonstitucional, que todos los a?os se organiza el 12 de octubre con el benepl¨¢cito de la Delegaci¨®n del Gobierno; un g¨¦nero de actos en los que sistem¨¢ticamente se exalta el nazismo y que habitualmente han derivado en agresiones f¨ªsicas contra ciudadanos opuestos o simplemente ajenos a su delirio? ?Excusa esto la violencia desatada en Sants? Desde luego que no, pero la sit¨²a en un contexto algo distinto a la simplona explicaci¨®n seg¨²n la cual todos los males vienen del Pa¨ªs Vasco.
Las semillas de la violencia juvenil no las siembra Jarrai. Como m¨¢ximo, algunos listillos tratan de recoger la cosecha. Pero la siembra la efect¨²an, d¨ªa a d¨ªa, y entre otros factores, la televisi¨®n basura; el constante acoso policial hacia los j¨®venes que intentan experimentar formas alternativas de vida, por no hablar de los inmigrantes que simplemente intentan sobrevivir; los grandes clubes futbol¨ªsticos, emblemas de las diversas patrias, que alientan y subvencionan permanentemente la existencia de bandas juveniles fascistoides o directamente nazis; y por supuesto, y como mar de fondo, la creciente dificultad de acceso juvenil al trabajo y a la vivienda.
No se trata de justificar, pero s¨ª de entender. Mientras que para los j¨®venes y adolescentes a menudo resulta muy dif¨ªcil, cuando no imposible, aceptar aquello que no se puede entender, la responsabilidad de los adultos es -o deber¨ªa ser- justamente la de entender aquello que no podemos aceptar, la de comprender aquello que no podemos compartir. Y sobre la base de entenderlo, combatirlo con un m¨ªnimo de inteligencia.
Poco me extra?ar¨ªa, por ejemplo, que algunos de los j¨®venes manifestantes antifascistas de Sants se hubiesen sentido especialmente motivados por la alucinante campa?a a favor (?) del voto promovida por el llamado Consejo Nacional de la Juventud de Catalu?a, campa?a en la que las im¨¢genes -profusamente distribuidas mediante carteles y postales- de un asno y de una vaca van acompa?adas por la leyenda: "Tiene 18 a?os y no vota".
Y es que una cosa es hacer una campa?a a favor de la participaci¨®n electoral y otra insultar a los abstencionistas, especialmente cuando la abstenci¨®n, por m¨¢s que indeseable en un r¨¦gimen democr¨¢tico, puede ser una opci¨®n activa, de rechazo militante a las diversas propuestas electorales.
?Que con ello estos te¨®ricos abstencionistas militantes muestran una escasa comprensi¨®n de la complejidad de la realidad, de la fragilidad del sistema democr¨¢tico, de las amargas sutilezas de la vida pol¨ªtica? Tal vez. ?Y qu¨¦? ?Es necesario insultarles por ello?
Que su ideolog¨ªa es confusa, que a menudo son rebeldes sin una causa clara, que por ello pueden caer f¨¢cilmente en la tentaci¨®n de mitificar los m¨¦todos violentos como valor transformador en s¨ª mismo... Por supuesto. Pero, ?qu¨¦ les proponemos, a cambio?
En demasiadas ocasiones nuestra vida pol¨ªtica y cultural discurre y oscila, casi sin t¨¦rmino medio, entre una nostalgia sin l¨ªmites hacia una ilusoria edad de oro y un papanatismo no menos ilimitado hacia las supuestas bondades de una modernizaci¨®n entendida en t¨¦rminos estrictamente mercantiles y tecnol¨®gicos.
As¨ª, se acerca uno al viejo nuevo Liceo y la sensaci¨®n de adentrarse en un t¨²nel intemporal es escalofriante. Y no lo digo s¨®lo por la arquitectura y la decoraci¨®n
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