Sumar flaquezas
J. J. P?REZ BENLLOCH
A poco que los vientos electorales soplasen de popa a Pasqual Maragall -y han soplado con creces- era previsible que los llamados renovadores o romeristas del PSPV adujesen, y con raz¨®n, el acierto de sus concomitancias o conciertos estrat¨¦gicos con el l¨ªder catal¨¢n. Me refiero a la apertura del partido a otras fuerzas pol¨ªticas y estamentos sociales progresistas, cierta manumisi¨®n de la tutela madrile?a y, en definitiva, una poda del viejo ramaje partidario donde anidan las familias y camarillas que han patrimonializado las siglas por mero derecho de ocupaci¨®n. O sea, todo aquello que el sanedr¨ªn felipista odia y cercena all¨ª donde puede apenas apunta. Apostar¨ªa que estos mismos guardianes de tan rancia ortodoxia han estado cruzando los dedos para que no cuajase la experiencia maragaliana.
Ahora, y desde distintas instancias de la izquierda valenciana, se sugiere la conveniencia de imitar a los cofrades del norte congregando fuerzas en torno a unas candidaturas unitarias al Senado tanto como al Congreso. Al parecer ha sido necesario el deslumbramiento electoral que glosamos para caer en la cuenta de que no se comer¨¢n una rosca por separado, o no ser¨¢ rosca bastante para impedir que los populares revaliden su victoria en las urnas. Abona esta conclusi¨®n la creencia o percepci¨®n de que la feligres¨ªa progresista ind¨ªgena, incluida parte de los obedientes a Julio Anguita, digo de EU, est¨¢ ya madura para esta aproximaci¨®n o comuni¨®n pragm¨¢tica.
Sin embargo, me temo que los deseos priman sobre la realidad. Al margen de que la f¨®rmula del PSC y sus aliados es dif¨ªcilmente trasplantable, resulta que por estos pagos no se tiene un dirigente con mimbres similares a los del ex alcalde barcelon¨¦s. Pudo haberlo sido Ricard P¨¦rez Casado, pongamos por caso, pero precavido y avispado como es, comprendi¨® que no estaba el horno para bollos, sin mentar el hecho de que nadie se lo propusiera. O pudo intentarlo Joan Romero -tan af¨ªn asimismo a Maragall- si se le hubiera dado la oportunidad de agotar su pr¨¦dica. U otros, con tiempo y respaldo partidario bastantes para cuajar.
Pero lo decisivo es que hoy por hoy -y lo que te rondar¨¦, morena- en esta paramera socialista, administrada por una gestor¨ªa -seg¨²n Manuel Jard¨ª- m¨¢s que por una gestora, es impensable que nadie polarice en torno suyo una confluencia de alientos como hemos visto en Catalu?a. A lo sumo, por aquello del miedo al lobo del PP, lo m¨¢s semejante a una plataforma com¨²n de izquierdas es una suma de flaquezas, como bien describe el diputado auton¨®mico de NE, Joan Francesc Peris. ?O pod¨ªa esperarse otra cosa del desmantelamiento padecido por el primer partido de la oposici¨®n?
Tan deprimente panorama podr¨ªa atenuarse si resultare factible que la escalada de la izquierda catalana se proyectase en el Pa¨ªs Valenciano y fuese como un anticipo del punto de inflexi¨®n electoral anhelado. Pero eso es tanto como so?ar bollos quien tiene hambre. Peor, sin duda, hubiera sido un descalabro, pero ah¨ª queda todo. Salir del pozo, recuperar el pulso y no digamos afrontar la unidad de las izquierdas valencianas necesitar¨¢ algo m¨¢s que aprovechar la onda o las externalidades positivas -que dir¨ªa un economista- de las elecciones a la Generalitat y de Maragall en particular.
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