Los reveses de Schr?der y la tercera v¨ªa
Algunos han interpretado la reciente serie de derrotas electorales sufridas por el Partido Socialdemocr¨¢ta Alem¨¢n de Gerhardt Schr?der como una reacci¨®n contra la idea de una tercera v¨ªa o un nuevo centro para Europa, tal como lo delinearon el canciller Schr?der y el primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, en su declaraci¨®n conjunta del pasado verano. En mi opini¨®n, esa interpretaci¨®n est¨¢ equivocada.Indudablemente, es m¨¢s dif¨ªcil cambiar un sistema conservador como el de Alemania -en el que est¨¢n integrados fuertes grupos de inter¨¦s y que est¨¢ dividido en l?nder poderosos, cada uno de los cuales tiene sus propios l¨ªderes, de fuerte personalidad, y sus propias circunscripciones- que una estructura estatal m¨¢s unificada, como la que tenemos en el Reino Unido.
Tampoco cabe duda de que los altercados entre la vieja izquierda de Oskar Lafontaine, antiguo l¨ªder del partido y ex ministro de Finanzas, y los socialdem¨®cratas modernizadores de Schr?der contribuyeron a las derrotas electorales. En el caso del Reino Unido, el debate entre la vieja izquierda y los modernizadores tuvo lugar dentro del partido y se resolvi¨® en su seno, antes de que el Nuevo Laborismo alcanzara el poder, no posteriormente, como podemos ver ahora en Alemania.
Por otro lado, ning¨²n otro l¨ªder del mundo occidental ha disfrutado del mismo grado de poder interno que ha tenido Tony Blair en el Reino Unido. Todos gobiernan en coalici¨®n. Incluso Bill Clinton sufre las trabas de los conservadores, que controlan el Congreso.
Sin embargo, el enfoque de la pol¨ªtica defendido por la tercera v¨ªa no est¨¢ perdiendo terreno en Europa: lo est¨¢ ganando, aunque bajo manifestaciones distintas, que var¨ªan de pa¨ªs en pa¨ªs. Pese a que los medios y las denominaciones difieren, la motivaci¨®n es com¨²n. Indudablemente, la tercera v¨ªa gana cada vez mayor reconocimiento como la ¨²nica v¨ªa de avance de la socialdemocracia, sometida al desaf¨ªo de la realidad de la globalizaci¨®n. El fundamentalismo del libre mercado est¨¢ tan muerto como el antiguo sistema del Estado de bienestar. No podemos volver a ninguno de los dos porque ninguno de ellos responde a las nuevas realidades.
La tercera v¨ªa no es un modelo que se adapte a todos los pa¨ªses. No es un mero intento de trasplantar el blairismo al coraz¨®n del capitalismo renano. Es el esfuerzo de modernizaci¨®n de la socialdemocracia frente a la nueva influencia dominante en nuestra vida: la globalizaci¨®n y la revoluci¨®n de la informaci¨®n.
La globalizaci¨®n no es una mera intensificaci¨®n de la competencia econ¨®mica mundial, sino un cambio en nuestra forma de vida. Todos estamos aprendiendo a adaptarnos a la nueva sociedad cosmopolita, una sociedad que produce se¨ªsmos que dislocan instituciones que conocemos bien, desde el matrimonio y la familia al puesto de trabajo, el Estado naci¨®n y otras organizaciones de ¨¢mbito superior.
Alemania est¨¢ tan inmersa en este contexto como lo est¨¢ cualquier otro pa¨ªs. La tercera v¨ªa demanda una modernizaci¨®n completa de las principales instituciones de la sociedad. ?sa es la raz¨®n por la que en la declaraci¨®n conjunta de Blair y Schr?der se enfatizaban las ideas de subsidiariedad, responsabilidad personal y esp¨ªritu comunitario, programas de bienestar generadores de empleo, inversi¨®n en educaci¨®n y est¨ªmulos a la innovaci¨®n y al capital riesgo mediante la "reducci¨®n de la presi¨®n fiscal sobre el trabajo duro y la empresa".
Los dos l¨ªderes declararon que en la vida econ¨®mica "el Estado no deb¨ªa remar, sino llevar el tim¨®n", y subrayaron tambi¨¦n que, si bien unos servicios p¨²blicos decentes eran de importancia vital para los socialdem¨®cratas, la "conciencia social no puede medirse por el nivel del gasto p¨²blico", sino por la eficacia de ese gasto.
Nada hay que objetar a que "el coraz¨®n lata a la izquierda", por parafrasear el t¨ªtulo del reciente libro de Oskar Lafontaine en el que lanza una diatriba contra Schr?der. Pero si las arterias institucionales sufren obstrucciones y esclerosis que limiten la eficacia de los programas sociales, lo ¨²nico razonable es limpiarlas. Dada la situaci¨®n de competencia global no queda margen para el despilfarro, especialmente si se considera que, en toda Europa, la proporci¨®n de la renta nacional dedicada al gasto p¨²blico ha alcanzado los l¨ªmites de lo que la opini¨®n p¨²blica puede tolerar.
En la totalidad de Europa continental, m¨²ltiples corrientes confluyen en los esfuerzos de la tercera v¨ªa por adaptarse a la globalizaci¨®n. Pienso en lo que ha ocurrido en Dinamarca con sus programas de "bienestar generador de empleo" (paralelos a programas semejantes en Estados Unidos y el Reino Unido), o en Holanda con su pol¨ªtica de "difusi¨®n del trabajo" y "contenci¨®n salarial en favor del empleo". Incluso en Francia, el primer ministro, Lionel Jospin, se ha embarcado en un extenso programa de privatizaci¨®n. Y el proceso de implantaci¨®n de la semana laboral de 35 horas se ha transformado esencialmente en una versi¨®n francesa de la flexibilidad laboral: un mecanismo de negociaci¨®n entre empresarios y trabajadores para crear un mercado laboral menos r¨ªgido.
Todos los Gobiernos de centro izquierda de Europa han renunciado a su tradicional hostilidad hacia los mercados, al mismo tiempo que han abrazado la idea de que deben existir nuevas regulaciones de los flujos internacionales de capitales y empresas globales. Todos los l¨ªderes socialdem¨®cratas de Europa tienen un inter¨¦s similar en la forja de un nuevo modelo de capitalismo responsable porque saben que no hay alternativa a una econom¨ªa global de mercado.
Tambi¨¦n es cierto que, en el nivel de la Comisi¨®n Europea, Romano Prodi, su nuevo presidente, ha rechazado claramente la idea de una "fortaleza keynesiana europea" promovida por Oskar Lafontaine y, hasta cierto punto, compartida por Jacques Delors cuando estaba al frente de la Comisi¨®n. Prodi ha avanzado en otra direcci¨®n. En el plano personal, Prodi, cuya autoridad se deriva en parte de su poda del Estado italiano para que pudiera sumarse a la Uni¨®n Monetaria Europea, comparte m¨²ltiples f¨®rmulas de la tercera v¨ªa. Su inter¨¦s en dialogar sobre estos temas con los diversos Gobiernos europeos tendr¨¢ un importante impacto, tambi¨¦n en Alemania.
Todas estas pol¨ªticas contribuyen al proyecto de lograr que los valores de izquierda -la justicia social, la solidaridad y la protecci¨®n al vulnerable- se tengan en cuenta en una situaci¨®n radicalmente nueva.
Algunos cr¨ªticos han sostenido que la cultura angloamericana, con sus tradiciones de individualismo y libre empresa, es m¨¢s
d¨²ctil a la transici¨®n de la tercera v¨ªa hacia una sociedad de "m¨¢s alto riesgo", que sustituir¨¢ al Estado de bienestar, m¨¢s "seguro", al que se inclinaba en el pasado la Europa continental.Es cierto que la cultura individualista de libre empresa refleja las ra¨ªces hist¨®ricas de los pa¨ªses anglosajones y tendr¨¢ un lugar central en la modernizaci¨®n del objetivo de la justicia social en esas sociedades. Pero hay muchos caminos pol¨ªticos que conducen al mismo punto. Las modificaciones de la tercera v¨ªa en otros pa¨ªses tambi¨¦n reflejar¨¢n la cultura nacional. Las reformas danesa y holandesa, por ejemplo, se han alcanzado mediante intensas negociaciones entre trabajadores, Gobiernos y empresarios, y no a trav¨¦s de la desregulaci¨®n expeditiva. Este abandono gradual y m¨¢s cooperativo del corporativismo es un camino perfectamente leg¨ªtimo hacia la tercera v¨ªa. No es probable que Alemania se encamine hacia un modelo angloamericano, sino que adoptar¨¢ un enfoque m¨¢s similar al de Holanda y Dinamarca.
En estos momentos, la cuesti¨®n clave para la izquierda alemana es la de c¨®mo incorporar un mayor grado de justicia social e igualdad a la pol¨ªtica de la tercera v¨ªa. Por ejemplo, en Alemania, como en otros pa¨ªses, debe reconocerse que los antiguos mecanismos del Estado de bienestar muchas veces impiden lograr una mayor igualdad, en vez de contribuir a realizarla, puesto que los modelos de desigualdad actuales difieren de los del pasado; ahora tienen m¨¢s relaci¨®n con los niveles de cualificaci¨®n y conocimiento de los trabajadores que con la "explotaci¨®n por el capital".
Los Gobiernos socialdem¨®cratas de toda Europa har¨ªan bien en seguir el ejemplo de Clinton y Blair en el problema de la delincuencia. En general, no han logrado una buena integraci¨®n multicultural y han aplazado la resoluci¨®n del problema de la delincuencia a un futuro en el que la desigualdad se reduzca de alg¨²n modo. Por tanto, la seguridad personal de los ciudadanos debe ser una cuesti¨®n clave de la izquierda aqu¨ª y ahora; lo contrario no har¨¢ sino mejorar las perspectivas de la nueva derecha.
Va a ser un camino dif¨ªcil. Pero el proyecto de reconciliaci¨®n de la izquierda tradicional y la izquierda modernizadora tiene ahora una importancia fundamental en toda Europa.
A pesar de los reveses electorales, el canciller Schr?der debe seguir adelante, confiando en el acierto de desarrollar una pol¨ªtica de "nuevo centro". Ceder a la inercia de los grupos de intereses que s¨®lo desean que la globalizaci¨®n y la revoluci¨®n de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n pasen de largo no contribuir¨¢ en nada a preparar a Alemania o al resto de Europa para la vida en los tiempos que se avecinan.
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