Cementerios, tumbas y difuntos
Desde hace m¨¢s de dos mil a?os ha habido lugares de enterramiento en Valencia, como el cementerio romano de la Boatella, junto al Mercado Central. Isl¨¢micos son los osarios de las plazas de la Almoina y del ?rbol, el de la puerta Bab-al-Hanax, cerca de Cavallers, el de Al-Djin?n, junto a la iglesia de san Mart¨ªn, el de Al-Musal.la, pr¨®ximo a la puerta de la Xerea. Sobre el fossar dels jueus se construy¨® El Corte Ingl¨¦s, adem¨¢s de aparcamientos, casas y bancos. La ¨²ltima edificaci¨®n ha supuesto el destierro a Barcelona de decenas de cad¨¢veres hebraicos de los parientes de Llu¨ªs Vives o Alcany¨ªs o los Alatzar o Sant¨¤ngel. Fue una vergonzosa expulsi¨®n de despojos israelitas de su ¨²ltima tierra en aras de la especulaci¨®n.La conquista y repoblaci¨®n de Jaume I cambiaron la civilizaci¨®n, y con ella las formas de soterrar en el Pa¨ªs Valenciano. Las iglesias se dotaron de criptas, vasos y fossars para uso del muerto, seg¨²n fuera eclesi¨¢stico, noble, burgu¨¦s o miembro de la ma menuda. La ciudad de los vivos se pobl¨® de peque?os burgos de muertos hasta que las luces de la Ilustraci¨®n, en el siglo XVIII, plantearon el traslado de los camposantos fuera de las poblaciones. Un pionero ser¨¢ el obispo de Barcelona, el castellonense Josep Climent, quien reivindicaba la llengua, vigilaba la salud p¨²blica y construy¨® cementerios extramuros. El General de Valencia, con planos de Crist¨®bal Sales, fue bendecido por el arzobispo afrancesado Joaquim Company en 1807. El triste honor de inaugurarlo, de facto, le cupo a Vicent Gimeno, un carpintero de la parroquia de Sant Esteve, el d¨ªa 8 de julio de 1807.
Entre los antiguos panteones destaca la catedral, que contuvo los restos de Jaume I y conserva los de su primog¨¦nito Alfons. All¨ª descansa Ausi¨¤s Marc -posiblemente, Joanot Martorell y Joan Ro¨ªs de Corella-, Gregori Maians y el m¨²sico Cavanilles. Adem¨¢s de cardenales y obispos, se conservan las reliquias de un Santo Inocente, san Luis de Tolosa y santo Tom¨¢s de Villanueva. El arzobispo san Juan de Ribera fue enterrado en su colegio del Patriarca. Las cenizas de Sor Isabel de Villena est¨¢n en alg¨²n punto del Monasterio de la Trinitat y Jaume Roig espera la resurrecci¨®n en alg¨²n sitio de Sant Nicolau.
El convento de Sant Dom¨¨nec, a parte de los marqueses de Zenete, conserv¨® a Joan de Joanes, a los Sant¨¤ngel y a Sant Llu¨ªs Bertran, hasta 1936. El monasterio del Puig fue ¨²ltima morada del h¨¦roe Bernat Guillem d"Enten?a y del fundador del primer psiqui¨¢trico Gilabert Jofr¨¦. En sant Miquel i els sants Reis est¨¢ la represora de la German¨ªa, ?rsula Germana de Foix. En Sant Jeroni de Cotalba descansan el padre y las esposas de Ausi¨¤s Marc, Isabel Martorell y Joana Escorna. En Sant Francesc de Morella se dio sepultura a Vinatea y en la parroquia de Vinar¨°s, al general¨ªsimo botifler duque de la Vend?me, ca¨ªdo tras un hartazgo de langostinos en 1712.
El barranco del Carraixet acogi¨® a los marginados, disidentes y heterodoxos; las muy ilustres v¨ªctimas inquisitoriales y a los represaliados de las Germanies -tambi¨¦n en la Plaza de la Santa Creu- y la Guerra de Sucesi¨®n. Sin embargo, Gaet¨¤ Ripoll, el mestre de Russafa, la ¨²ltima v¨ªctima de la Inquisici¨®n, no lleg¨® al Carraixet; fue echado al Turia por la zona de la Petxina. En Paterna hay centenares de republicanos ejecutados. Miguel Hern¨¢ndez descansa en el cementerio de Alicante. Eusebi Sempere y ?scar Espl¨¤ reposan en Santa Faz. Vicente Blasco Ib¨¢?ez, Joaqu¨ªn Sorolla y Manuel Sanchis Guarner tienen su tumba en el General de Valencia, Andr¨¦s Estell¨¦s en el municipal de Burjassot y Joan Fuster en el de Sueca.
Muchos valencianos encontraron sepultura lejos de su tierra: Arnau de Vilanova en G¨¦nova, Jordi de Sant Jordi en N¨¢poles, san Vicente Ferrer en Vannes, Llu¨ªs Vives en Brujas. Italia, en general, y Roma, en particular, albergan el mayor n¨²mero de sepulcros de valencianos ilustres, desde los Borja, como los papas Calixto III y Alejandro VI, a los jesuitas expulsados del XVIII, como Joan Andr¨¦s, pasando por Josep de Ribera. La guerra de Sucesi¨®n y la de 1936 poblaron de valencianos los cementerios del mundo: en Viena descansan exilados maulets, en Par¨ªs est¨¢ el ministro Juli Just, y el escritor Max Aub y el rector Puche en M¨¦xico. Desde la batalla de Almansa, los valencianos empezaron a triunfar y morir en Madrid, aunque algunos huesos fueron trasladados posteriormente a nuestra tierra: Jordi Joan, Cavanilles, Sorolla, Benlliure, Serrano, Gabriel Mir¨®, Azor¨ªn, el padre Fullana... no as¨ª el charlista Garc¨ªa Sanchiz, que quiso yacer en la soledad y el abandono de El Toboso, el pueblo de Dulcinea.
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