Calma chicha en los medios J. J. P?REZ BENLLOCH
Qui¨¦rase que no, el Pa¨ªs Valenciano o esta Comunidad cristiana, est¨¢ de moda en los mentideros espa?oles. Ignoro si el fen¨®meno hay que atribu¨ªrselo al presidente Zaplana, tan viajero y seductor, o es en buena parte culpa del lobby period¨ªstico que se ocupa de su imagen personal en la Corte. Tambi¨¦n es verdad que los achaques del PSPV, tan celebrados por doquier, contribuyen a esa rara notabilidad. Lo bien cierto es que uno percibe en sus fugaces andanzas esa inusual curiosidad por esta patria chica con ¨ªnfulas de nacionalidad y liderazgo. En el marco de tal curiosidad no deja de ser chocante el inter¨¦s por los medios de comunicaci¨®n ind¨ªgenas, como si esta parcela medi¨¢tica conllevase algunas peculiaridades no homologables, tal cual la horchata de chufa o el Tribunal de las Aguas.Explica uno con la pedagog¨ªa a su alcance que, en efecto, algo y a¨²n mucho ha cambiado el panorama de los peri¨®dicos valencianos si nos atenemos a las vicisitudes recientes acaecidas en los dos rotativos m¨¢s enraizados del cap i casal. Por lo pronto han sido relevados s¨²bita -?qui¨¦n sabe las causas?- y casi simult¨¢neamente sus directores, lo que se ha traducido en un sesgo sustancial y perceptible en ambos diarios. De dicho suceso, con rango de efem¨¦ride, se ha decantado una paz ser¨¢fica a la que lentamente nos acostumbramos. Ahora frecuentamos los aludidos peri¨®dicos para leer noticias o cosa parecida, pero con la certidumbre de no encajar un pu?etazo en el ojo debido a la enormidad de una columna u otra.
No es una novedad balad¨ª, y as¨ª se lo subrayamos a los interlocutores for¨¢neos. Por lo pronto, la clase pol¨ªtica, o lo m¨¢s boyante de ella, se siente liberada de las espadas de Damocles con que se desayunaban. Desde ha poco, con esta calma chicha, partidos y gobernantes pueden solazarse en la lectura de los diarios sin aprestarse a ello con el coraz¨®n en un pu?o por aquello de verse citados e indefectiblemente descalificados. Despu¨¦s de todo, a ese pac¨ªfico tedio se le llama democracia. Tanto es as¨ª que de tener que apostar, apostar¨ªa que en estos cambios algo o bastante ha tenido que ver la larga mano pol¨ªtica con mando en plaza, harta quiz¨¢ de recibir sin tintas medias obsequiosas admoniciones o desairados guantazos. No ha de pasar mucho tiempo para que nos sacuda el mono de esa prensa biliosa y disparatada, tan valenciana.
A?¨¢dase a ello que la radio, en su 75 aniversario, se ha retirado a los cuarteles de invierno -bla, bla, m¨²sica y pasta- sin interesarse apenas por la cosa p¨²blica y sus agonistas. Lo suyo es la amenidad y, salvo pocas excepciones, las conexiones intermitentes con Madrid, de cuya batuta dependen. No abogar¨¦ yo por las tertulias de anta?o, esas algarab¨ªas crispadas y dictaminadoras, pero tampoco parece de recibo esta inanidad que se sintoniza en cualquier punto del dial valenciano. ?Tambi¨¦n esta coincidencia en la emisi¨®n de asepsia ha sido iniciativa de los eminentes directores de las emisoras locales, sin interferencia de la larga mano domesticadora? Y por Dios, que no se nos enfade la Cope, tan altanera ella, que nada personal nos anima contra su venerable ejecutoria.
Nos queda la tele auton¨®mica, la inefable TVV y su Punt 2, resuelta a no tirar ni un palmo de la manta informativa, por m¨¢s que el comit¨¦ de redacci¨®n denuncie puntualmente claudicaciones o censuras noticiosas. Pero a nadie sorprende. Esa ha sido su naturaleza desde que fue parida y tampoco se conoce f¨®rmula alguna para sacudirle la mohosidad oficial. TVV, por lo dem¨¢s, no quita ni pone, se limita a ayudar a su se?or, el de turno.
El corolario es evidente: ahormada cierta prensa escrita, Valencia se ha convertido en un balneario informativo, un paraje civilizado en v¨ªas del aburrimiento. Como debe ser, qu¨¦ carajo. Si nos quieren ver como un circo, como el circo que hemos sido, que vengan y lo instalen. Despu¨¦s del susto cotidiano es llegada la hora del bostezo. Lo jodido es que haya sido aparentemente por decreto, que no por convicci¨®n.
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