Izquierdismo de museo PEP SUBIR?S
En un art¨ªculo recientemente publicado en estas p¨¢ginas (El arte y la vida, 13 de noviembre), Xavier Antich sale al paso de una supuesta "contraofensiva, en toda regla y desde diversos frentes, contra la modernidad", una contraofensiva enmarcada en "la renovaci¨®n del discurso neoliberal" y que vendr¨ªa ejemplificada por "las cr¨ªticas que se han vertido ¨²ltimamente contra la pol¨ªtica del Macba y la T¨¤pies". Tales cr¨ªticas provienen, siempre seg¨²n Antich, "en parte, de quienes siempre han denostado las pr¨¢cticas contempor¨¢neas del arte en beneficio de esos ejercicios escolares de los distintos refritos del neorrealismo y, en parte, de esos aprendices de comisario pol¨ªtico que, desde una m¨¢s que evidente complicidad con el mundo comercial del arte, se otorgan el derecho infundado de hablar en nombre del p¨²blico". Ah¨ª queda eso.Tal vez peco de ingenuo, pero me temo que la contraofensiva en cuesti¨®n s¨®lo existe en la mente de Antich, de modo que el asunto no me habr¨ªa hecho perder demasiado tiempo de no haber sido porque la ¨²nica referencia concreta que da de esa imaginaria confabulaci¨®n antimodernista es un art¨ªculo m¨ªo en este mismo diario (Maravillas y manivelas, 8 de noviembre). O sea que, muy a mi pesar, no puedo dejar de darme por aludido.
El caso es, sin embargo, que en ese art¨ªculo m¨ªo se criticaba, no la modernidad, ni las pr¨¢cticas art¨ªsticas contempor¨¢neas, ni la pol¨ªtica del Macba ni de la Fundaci¨®n T¨¤pies, sino el menosprecio hacia el p¨²blico mostrado en dos de las exposiciones que actualmente se exhiben en estos centros, adem¨¢s de una tercera que se presenta en la Fundaci¨®n Mir¨®. Y ello como ejemplo de unas formas de presentaci¨®n de la creaci¨®n pl¨¢stica que, al ignorar y/o maltratar al visitante, no consiguen m¨¢s que intimidarle y desinteresarle del arte contempor¨¢neo.
Antich no recoge ni discute ninguno de mis argumentos, pero en cambio considera relevante recordar que yo he sido -a mucha honra- responsable de algunas exposiciones institucionales del Ayuntamiento de Barcelona (que ¨¦l despacha, sin argumentaci¨®n alguna, como "ejercicios electorales") y se pregunta si "eso es lo que (Subir¨®s) querr¨ªa ver en los espacios que critica". Muy agudo, seg¨²n unos acreditados est¨¢ndares predemocr¨¢ticos de debate para los que lo que realmente dice la cr¨ªtica no importa, sino que basta con recordar que el discrepante a veces trabaja para el enemigo. ?Qu¨¦ enemigo? De hecho, tampoco importa. Si no est¨¢ con nosotros, est¨¢ contra nosotros. En fin, agresiones ret¨®ricas al margen, lo cierto es que Antich le hace un flaco favor al Macba al poner como criterio b¨¢sico de rigor y de valor de una programaci¨®n muse¨ªstica no que a trav¨¦s de ella se establezca una relaci¨®n fruct¨ªfera entre el arte y el p¨²blico, sino que dicha programaci¨®n se sit¨²e "a contracorriente de un mercado que menosprecia el arte y a contracorriente, tambi¨¦n, de cualquier autocomplacencia con una sociedad a la que le gusta m¨¢s verse reflejada en las paredes del museo que cuestionada en aquello que tiene de problem¨¢tica". Para rematar el dislate con una afirmaci¨®n francamente c¨®mica, Antich se?ala como paradigma de este criterio la actual exposici¨®n de Raymond Hains en el propio Macba.
Veamos. Hains es un artista estimable, dentro de una l¨ªnea ampliamente explorada ya en los a?os cincuenta y sesenta por creadores como Rauschenberg, T¨¤pies o Twombly, por citar s¨®lo tres nombres se?eros. Pero resulta tambi¨¦n que Hains es uno de los artistas m¨¢s cotizados en el mercado franc¨¦s en los ¨²ltimos a?os y s¨®lo a lo largo del actual trimestre su obra ha sido objeto de exposiciones en tres galer¨ªas comerciales de Par¨ªs (Galerie Marion Meyer, Galerie Martine et Thibault de la Chatre, Galerie Lara Vincy), adem¨¢s de participar en la monumental muestra colectiva Les champs de la sculpture que, organizada por el Ayuntamiento de Par¨ªs con el patrocinio de Le Figaro, est¨¢ teniendo lugar ahora mismo en los Campos El¨ªseos.
?A?ade o reduce en algo este boom comercial y pol¨ªtico de Hains al valor art¨ªstico de su obra? Desde luego que no, aunque si Antich hubiese conocido esta informaci¨®n, sin duda habr¨ªa concluido que el bueno de
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