Juicios en Pakist¨¢n
EL R?GIMEN castrense paquistan¨ª salido del golpe de 12 de octubre ha llevado ante un tribunal antiterrorista al depuesto primer ministro, Nawaz Sharif, al que acusa, entre otros delitos, de secuestro a¨¦reo y tentativa de asesinato, relacionados con su prop¨®sito de impedir el aterrizaje, el d¨ªa del golpe, del avi¨®n que devolv¨ªa desde Sri Lanka al general Pervez Musharraf, jefe de la rebeli¨®n. Simult¨¢nemente, los militares han iniciado, al amparo de una nueva ley y entre el asombro y el benepl¨¢cito popular, la detenci¨®n de notables paquistan¨ªes -de la industria, la pol¨ªtica y el propio Ej¨¦rcito-, acusados de saquear las arcas p¨²blicas y a los que se hab¨ªa dado un mes de plazo para redimirse. Deben a bancos e instituciones financieras estatales unos 600.000 millones de pesetas en pr¨¦stamos obtenidos utilizando su influencia. Entre los detenidos figuran tres ex ministros.No es la primera vez que quien manda en Pakist¨¢n se erige en deus ex machina de la moralidad. Anteriores cruzadas contra la corrupci¨®n, bien que sin la aparente energ¨ªa de la encabezada por Musharraf, no dieron los frutos apetecidos en un pa¨ªs despose¨ªdo, fatalista y con un clima econ¨®mico m¨¢s que permisivo. Las leyes decretadas prev¨¦n para los convictos hasta 14 a?os de c¨¢rcel, multas astron¨®micas y el apartamiento de la vida p¨²blica por 21 a?os, lo que puede menguar sustancialmente el censo de los pol¨ªticos paquistan¨ªes.
Los movimientos regeneracionistas de esta naturaleza, incluso los apoyados popularmente, se sabe c¨®mo comienzan, pero nunca c¨®mo y d¨®nde acaban. Sobre todo si, como en el caso de Pakist¨¢n, no hay ning¨²n otro poder que pueda fiscalizar los excesos del que se ha erigido en ¨¢rbitro supremo. Los generales cuentan con la relativa credibilidad de su instituci¨®n, quiz¨¢ la ¨²nica que retiene alg¨²n respeto entre los esc¨¦pticos ciudadanos. Pero experiencias anteriores muestran lo fr¨¢gil de esta asunci¨®n. Purgas semejantes han acabado en puras venganzas pol¨ªticas. En el anterior golpe de Estado, los militares destituyeron a Zulfikar Al¨ª Bhutto, despu¨¦s ejecutado. La medida suscit¨® el repudio internacional y se volvi¨® en Pakist¨¢n contra los presuntos justicieros.
Musharraf, pese a las presiones internacionales, no ha presentado todav¨ªa una agenda para la restauraci¨®n del sistema democr¨¢tico que quebr¨® en octubre. Ahora, con el procesamiento del impopular Sharif y la redada de notables, ha dado una vuelta de tuerca. Los militares paquistan¨ªes deben esmerarse en garantizar para los detenidos un juicio transparente e imparcial, en el que se respete su derecho a defenderse. Y por encima de todo, dar los pasos para que cuanto antes sean los ciudadanos los que tengan la oportunidad de decidir a trav¨¦s del veredicto de las urnas.
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