El lavado de cerebro de Francisco Franco
Herbert Rutledge Southworth, coleccionista de libros legendario y durante muchos a?os azote intelectual de la dictadura del general Franco, ha muerto en Francia a los 91 a?os. Su libro sobre el bombardeo de Gernika es uno de los tres o cuatro m¨¢s importantes de los muchos miles de vol¨²menes escritos sobre la guerra civil espa?ola. Sus escritos decidieron al Ministerio de Informaci¨®n y Turismo a establecer todo un departamento para contrarrestar su demolici¨®n de la propaganda del r¨¦gimen. Su ins¨®lita traves¨ªa desde la pobreza en el Oeste americano hasta periodista militante de la izquierda durante la guerra civil espa?ola tiene elementos de una novela de Steinbeck. Su transformaci¨®n posterior en director de ¨¦xito de una emisora de radio, para terminar como un estudioso de fama mundial, recuerda a alguno de los h¨¦roes de Theodoro Dreiser, hechos a s¨ª mismos.Naci¨® en Canton, un pueblecito de Oklahoma, el 6 de febrero de 1908. Cuando el banco de la localidad, cuyo propietario era su padre, quebr¨® en 1917, la familia se traslad¨® durante poco tiempo a Tulsa, en la parte oriental de Oklahoma. M¨¢s tiempo estuvieron en Abilene, Tejas, donde su padre se dedic¨® a las prospecciones petrol¨ªferas. El principal recuerdo de Hebert de esa ¨¦poca era la lectura de la colecci¨®n de su padre de los Cl¨¢sicos de Harvard. El robo de uno de los vol¨²menes cuando ten¨ªa 12 a?os le afect¨® de forma tan profunda que posiblemente fuera el principio de su obsesi¨®n por coleccionar libros. Su educaci¨®n la hizo por s¨ª mismo entre las estanter¨ªas de la biblioteca p¨²blica Carnegie, en Abilene. All¨ª, despu¨¦s de meses leyendo The Nation y The New Republic, decidi¨® abandonar el protestantismo y el republicanismo conservador. Se convirti¨® al socialismo y a lo que ¨¦l llamaba con regocijo "la escuela del periodismo de esc¨¢ndalo". ?stas fueron las bases sobre las que se produjo su formidable transformaci¨®n en un gran erudito en Europa.
Hasta los 15 a?os acudi¨® a una escuela secundaria de Abilene. Realiz¨® trabajos diversos en la industria de la construcci¨®n en Tejas y, m¨¢s tarde, en una mina de cobre en Morenci, Arizona. All¨ª aprendi¨® espa?ol trabajando con mineros mexicanos. El colapso del precio del cobre tras la crisis de Wall Street le dej¨® sin trabajo. Entonces decidi¨® estudiar en la Universidad de Arizona, y cuando se le acabaron los ahorros se traslad¨® al Texas Technological College, en Lubbock, m¨¢s conocido como patria de Buddy Holly. All¨ª vivi¨® en una gran pobreza, trabajando en la biblioteca del College para pagarse los estudios. Se licenci¨® en historia, con espa?ol como asignatura complementaria. El trabajo en la bibioteca hab¨ªa hecho m¨¢s profundo su amor a los libros. Animado por la directora del College, se fue, en 1934, con una sola idea: buscar trabajo en donde se encontraba la colecci¨®n de libros m¨¢s importante del mundo, la Biblioteca del Congreso, en Washington. Cuando finalmente consigui¨® un empleo en el departamento de documentaci¨®n, su sueldo era menos de la mitad de lo que hab¨ªa ganado en las minas de cobre. Sin embargo, aunque s¨®lo tuviera lo justo para comer, se sent¨ªa feliz, pudiendo pasar la vida entre libros.
Cuando estall¨® la guerra civil, empez¨® a hacer la cr¨ªtica de los libros editados sobre el conflicto en el Washington Post. Afectado ya emocionalmente por la lucha entre el fascismo y el antifascismo, sol¨ªa decir m¨¢s tarde que los acontecimientos de Espa?a dieron sentido a su vida. Sus art¨ªculos hicieron que el embajador de la Rep¨²blica, Fernando de los R¨ªos, se fijara en ¨¦l y le pidiera que trabajara para la Oficina Espa?ola de Informaci¨®n. Southworth abandon¨® su puesto en el Gobierno, mal pagado pero seguro, y se traslad¨® a Nueva York. All¨ª trabaj¨® con pasi¨®n escribiendo regularmente art¨ªculos y folletos, entre ellos, Franco"s Mein Kampf. Mientras tanto hizo una licenciatura superior en la Columbia University e inici¨® una larga amistad con su colega Jay Allen, el c¨¦lebre corresponsal de guerra. Mientras estaba en Nueva York, tambi¨¦n conoci¨® a una joven y bella puertorique?a, Camelia Col¨®n, con la que se cas¨®, aunque no fue un matrimonio feliz. Herbert se qued¨® desolado por la derrota de la Rep¨²blica, aunque, tras el final de la guerra, ¨¦l y Jay continuaron trabajando para el jefe del Gobierno en el exilio, Juan Negr¨ªn. Adem¨¢s, escribi¨® un libro sobre el partido fascista espa?ol, la Falange, que fue rechazado por varios editores, que alegaban que era demasiado erudito.
Poco despu¨¦s de Pearl Harbour, Herbert fue reclutado por la Oficina de Estados Unidos para la Informaci¨®n de Guerra. En 1943 fue enviado a Argelia para trabajar en la Oficina de Guerra Psicol¨®gica. Dados sus conocimientos de la situaci¨®n espa?ola, fue enviado a Rabat, en Marruecos, para dirigir las emisiones en espa?ol a la Espa?a de Franco. Al final de la guerra decidi¨® no utilizar el billete de desmovilizaci¨®n para volver a su tierra, y se qued¨® en Rabat, en parte para esperar la ca¨ªda de Franco, pero sobre todo porque se hab¨ªa enamorado de una abogada francesa de impresionante belleza y gran inteligencia, Suzanne Maury. Cuando los dos pudieron hacerlo, se casaron, en 1948. Sabiendo que no hab¨ªa controles sobre la radio en T¨¢nger, Suzanne le recomend¨® que comprara material de radio de los excedentes de Estados Unidos, con los que fund¨® Radio T¨¢nger. Durante ese tiempo viaj¨® con regularidad a Espa?a en busca de material para la que ser¨ªa la mayor colecci¨®n de libros y folletos sobre la guerra civil espa?ola (que ahora se encuentra en la Universidad de California).
La estaci¨®n de radio fue nacionalizada por el Gobierno de Marruecos el 31 de diciembre de 1960. Herbert y Suzanne se fueron a vivir a Par¨ªs. ?l perdi¨® dinero al intentar lanzar comercialmente las patatas fritas a la inglesa en Francia. Esto, junto con un incidente en el que fue golpeado por la polic¨ªa en una manifestaci¨®n de izquierdas, le decidieron a abandonar la capital. El problema de buscarle espacio a su enorme biblioteca hizo que se trasladase hacia el sur. En 1962, ¨¦l y Suzanne compraron un castillo decr¨¦pito, el Ch?teau de Puy, en Villedieu-sur-Indre. A?os m¨¢s tarde se mudaron a la magnificencia marchita del apartado Ch?teau de Roche, en Concr¨¦miers, cerca de Le Blanc. En el centro de la casa hab¨ªa un n¨²cleo relativamente modernizado, el equivalente a un piso de cuatro habitaciones, en el que viv¨ªan. En el tercer piso, y en las otras alas, conviv¨ªan los libros y los murci¨¦lagos.
Una vez establecido all¨ª, escribi¨® una serie de libros que obligaron al r¨¦gimen de Franco a cambiar la visi¨®n falsificada de su propio pasado. El m¨¢s c¨¦lebre fue El mito de la cruzada de Franco, una exposici¨®n devastadora de la propaganda de la derecha sobre la guerra civil espa?ola, publicado
El lavado de cerebro de Francisco Franco
en espa?ol y en franc¨¦s por Jos¨¦ Mart¨ªnez en Ruedo Ib¨¦rico, la gran editorial antifranquista del exilio. Introducido de contrabando en Espa?a y vendido clandestinamente, su impacto oblig¨® al que era ministro de Informaci¨®n y Turismo, Manuel Fraga, a crear un departamento dedicado exclusivamente a la modernizaci¨®n de la historiograf¨ªa del r¨¦gimen. Su director, Ricardo de la Cierva, en una batalla perdida con Southworth, ha llegado a escribir hasta la fecha 80 libros en defensa del r¨¦gimen de Franco.En 1965, Southworth escribi¨® un segundo libro, Antifalange, publicado tambi¨¦n por Ruedo Ib¨¦rico, un comentario de gran erudici¨®n sobre el proceso por el que Franco convirti¨® a Falange en el partido ¨²nico de su r¨¦gimen. Apoyado en una asombrosa colecci¨®n de fuentes, La destrucci¨®n de Guernica. Periodismo, diplomacia, propaganda e historia, publicado en su versi¨®n inglesa en 1977, es una extraordinaria reconstrucci¨®n del esfuerzo de los propagandistas y admiradores de Franco para borrar la atrocidad de Gernika. Por consejo del gran historiador franc¨¦s Pierre Vilar, el original se present¨® con ¨¦xito, en 1975, como tesis doctoral en la Sorbona. Aunque ya hab¨ªa dado conferencias en universidades de Francia y del Reino Unido, ¨¦ste fue el principio de un reconocimiento acad¨¦mico tard¨ªo del trabajo de Southworth en su propio pa¨ªs. A mediados de los a?os setenta fue nombrado profesor extraordinario en la Universidad de California.
Herbert nunca fue totalmente bien recibido en la comunidad acad¨¦mica estadounidense a causa de su inveterada capacidad de subversi¨®n y su humor lleno de malicia. No ocult¨® su desprecio por la pol¨ªtica de Washington en Iberoam¨¦rica, que le recordaba la traici¨®n a la Rep¨²blica Espa?ola. A diario, como ¨¢vido observador de lo que consideraba la hipocres¨ªa del teatro pol¨ªtico, devoraba un mont¨®n de peri¨®dicos franceses y americanos. Junto con su pasi¨®n pol¨ªtica, ten¨ªa un maravilloso sentido del absurdo y una irresistible risa contagiosa. Le gustaban sobre todo los juegos de palabras multiling¨¹es. Una vez, con ocasi¨®n de una conferencia en Alemania, en la que los participantes fueron guiados por el director de la fundaci¨®n que hab¨ªa organizado el acto a ver una alfombra suntuosa de la que dijo con orgullo que en otros tiempos perteneci¨® a Adolph Hitler, Herbert se puso a gatas y empez¨® a arrastrarse de un lado a otro mir¨¢ndola de cerca. El herr direktor le pregunt¨® preocupado qu¨¦ era lo que le pasaba, y se qued¨® perplejo cuando Herbert le replic¨® en su peculiar acento tejano: "Estoy buscando las marcas de los dientes".
Su demolici¨®n de la falsa erudici¨®n de otros era a menudo muy divertida, sobre todo en su cap¨ªtulo titulado Spanica Zwischen Todnu Gabriet, en el que reconstruye minuciosamente c¨®mo un autor franquista tras otro citaban un libro que jam¨¢s hab¨ªan le¨ªdo, el de Peter Merin Spanien zwischen Tod und Geburt (Espa?a entre la vida y la muerte), del que se hab¨ªan limitado a copiar mal el t¨ªtulo. Una vez me pidi¨® que me encargara de que en la losa de su tumba se grabara el siguiente epitafio: " His writings were not Holy Writ/But neither were they wholly shit" [lo que, en una traducci¨®n aproximada, podr¨ªa ser: "Sus escritos no fueron las Sagradas Escrituras,/pero tampoco fueron una absoluta basura"]. A pesar de su estilo austero e inquisitorial, era un comil¨®n rotundo y alegre.
Tras la muerte de Franco, Herbert fue invitado con regularidad a dar conferencias en universidades espa?olas, en las que fue una figura de culto. Su influencia se hizo sentir en el trabajo de una nueva generaci¨®n de estudiosos brit¨¢nicos y espa?oles. Los escritos de Southworth, implacables y tajantes, impusieron nuevos niveles de seriedad al escribir sobre la guerra civil. Polemista belicoso, entabl¨® con frecuencia pol¨¦micas historiogr¨¢ficas, sobre todo con Burnett Bolloten y Hugh Thomas. Sin embargo, hubo un tiempo en el que dej¨® de escribir. En 1970 comprendi¨® que sus gastos en libros exced¨ªan con mucho sus ingresos y decidi¨® vender la colecci¨®n. La compr¨® la Universidad de California, en San Diego, donde figura como The Southworth Collection, y se ha convertido en la biblioteca m¨¢s importante del mundo sobre la guerra civil. Como sus ahorros iban desapareciendo, ¨¦l y Suzanne tuvieron que vender el Ch?teau de Roche en 1978.
Yo supuse que, al estar ambos metidos en los setenta, se mudar¨ªan a una casa moderna. Por el contrario, compraron un priorato medieval en la localidad de Saint Beno?t de Sault, una constucci¨®n intrigante, pero inc¨®moda, en la que cada habitaci¨®n estaba a un nivel diferente y cuyas escaleras de caracol daban a otro estudio infestado de murci¨¦lagos. Inevitablemente, Herbert empez¨® a reconstruir su colecci¨®n de libros y a escribir de nuevo. Goz¨® de la amistad de Pierre Vilar, de numerosos estudiosos espa?oles y del venerable pensador anarquista holand¨¦s Arthur Lehning. El matrimonio vivi¨® feliz en Saint Beno?t hasta que la salud de Suzanne se deterior¨® en 1994. Herbert la cuid¨® con devoci¨®n hasta su muerte, el 24 de agosto de 1996. Nunca se acab¨® de recuperar de ese golpe y, despu¨¦s de una crisis cardiaca, su salud se deterior¨®. Aunque postrado en la cama, con la ayuda generosa de una vecina inglesa, Susan Walstr, continu¨® investigando. Tres d¨ªas antes de su muerte, en el hospital de Le Blanc, entreg¨® un epitafio, m¨¢s adecuado que el anteriormente citado, en forma del original de Conspiracy and the spanish civil war: the brainwashing of Francisco Franco, que publicar¨¢ la editorial Cr¨ªtica el a?o que viene con el t¨ªtulo Conspiraci¨®n y guerra civil: el lavado de cerebro de Francisco Franco.
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