Pac¨ªficos y pacifistas
A finales de mayo pasado, Juan Luis Cebri¨¢n, primer director y fundador de este peri¨®dico, tuvo el coraje de nadar a contracorriente y publicar aqu¨ª una tribuna de opini¨®n en la que ironizaba sobre "los descubrimientos" que la guerra de Kosovo hab¨ªa proporcionado a muchos comentaristas de peri¨®dicos y de radio: "Que las guerras matan y que en ellas muere gente inocente".Esta iron¨ªa, tan arriesgada en aquel momento, con las sirenas del pacifismo ululando las veinticuatro horas, supon¨ªa, como poco, una llamada para reflexionar con rigor, en medio de esas formidables corrientes de opini¨®n que se ponen en marcha de cuando en cuando.
En s¨ªntesis, se caracterizan por una profesi¨®n de pacifismo a ultranza y de radical antimilitarismo. Sus mentores pretenden arrastrar a todos hasta definiciones en las que casi todos estamos de acuerdo: que la guerra es algo indeseable y que la paz es un bien precioso que merece todos los esfuerzos.
Pero la realidad conduce a planteamientos mucho m¨¢s complejos. Por ejemplo, aquellas sirenas pacifistas, en alerta permanente durante la guerra de Kosovo o, antes, durante la del Golfo, apenas se escuchan frente a la masacre que est¨¢ protagonizando Rusia en Chechenia. Ni manifiestos ni manifestaciones; apenas nada de nada. Todo sabido y previsible, pero digno de recordarse.
En cualquier caso, el pacifismo es un valor social que cotiza muy alto, especialmente en nuestro pa¨ªs, tan lejano a cualquier contienda de las que han asolado el mundo, excepto a su incivil masacre entre 1936 y 1939. Y un peri¨®dico no puede ser ajeno a la realidad social.
El pasado mi¨¦rcoles d¨ªa 24, EL PA?S public¨® un anuncio, a toda p¨¢gina, del avi¨®n militar A400M, un gigante del transporte que desarrollan los cuatro principales fabricantes de la industria aeroespacial europea: CASA, British Aerospace, DaimlerChrysler Aerospace y Aerospatiale Matra.
Daniel Jim¨¦nez Schlegl, desde Barcelona, se ha dirigido al Defensor para manifestar su "estupor", "espanto" y "decepci¨®n profunda" porque "un diario cuya clientela b¨¢sica es poblaci¨®n civil (principal v¨ªctima de las guerras modernas), un diario que en principio parec¨ªa asumir ciertos principios y valores progresistas incompatibles con los ardores belicistas, es capaz de incluir un anuncio pol¨ªtico-militarista como si se anunciara la venta de un utilitario".
Al Defensor le molesta dedicar su columna a un asunto en el que, en su opini¨®n, el lector no tiene raz¨®n. Pero Jim¨¦nez Schlegl califica el asunto de "moralmente dram¨¢tico" y conviene intentar aclararlo.
El lector barcelon¨¦s formula apelaciones ¨¦ticas y se adentra en acusaciones como que EL PA?S, "manifiestamente proatlantista (en cuyo caso ya no ser¨ªa "diario independiente"), inicia una campa?a de sensibilizaci¨®n militar entre sus lectores, en un mundo crecientemente violento donde conviene justificar conflictos para alimentar la industria de la muerte".
No parece que ser pro-algo rompa la independencia de un peri¨®dico. Basta con que asuma su criterio sin dependencia alguna de aquello que defiende.
Progresista
No es posible siquiera pretender dilucidar qu¨¦ se puede entender por "progresista" con un m¨ªnimo rigor. En cualquier caso, si progresista se contrapone a retardatario o conservador, EL PA?S puede definirse como tal. Hay pruebas.Pero al peri¨®dico nunca se le ha ocurrido definirse as¨ª. Sus principios lo encuadran como un diario defensor, entre otras cosas, "de la democracia pluralista seg¨²n los principios liberales y sociales, y que se compromete a guardar el orden democr¨¢tico y social establecido en la Constituci¨®n".
El intento de identificar progresista con antimilitarista o con pacifista -algo sutilmente distinto a defensor de la paz- no pasa de ser una propuesta voluntarista que much¨ªsimos ciudadanos no aceptar¨ªan.
Anunciar un avi¨®n militar de transporte que, efectivamente, sirve para desarrollar tecnolog¨ªas de vanguardia en muchos campos de la industria, para sostener miles de puestos de trabajo -algo que el anuncio se?alaba expl¨ªcitamente- en la tan cuestionada industria militar y para llevar a cabo multitud de misiones humanitarias, no s¨®lo en situaci¨®n de conflicto b¨¦lico, sino ante cualquiera de las cat¨¢strofes que castigan al planeta, no supone, ni mucho menos, despertar "ardores belicistas", ni justificar "la industria de la muerte".
La realidad demuestra que muerte y vida se conjugan al mismo tiempo, como hay que conjugar simult¨¢neamente industria de la muerte y de la vida si no queremos perder de vista esa realidad. Dura pero cierta, y a la que conviene que se atenga un peri¨®dico que tiene como objetivo principal dar cuenta de ella a sus lectores.
El peri¨®dico no ha sido nunca ni antimilitarista ni pacifista. Luch¨® lo suyo por que los militares -nuestros militares- recondujesen su actuaci¨®n al ¨¢mbito de su importante profesi¨®n, y se esfuerza por propugnar la paz.
Por cierto, y aqu¨ª se resumir¨ªa la paradoja por ahora irresoluble: el avi¨®n del anuncio puede contribuir a lograr la paz all¨ª donde alguien la rompa.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es) o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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