Un sabio del cante
Morente es un sabio del cante, sin duda. Puede cantar con una orquesta sinf¨®nica o -como es el caso de hoy- con una sola guitarra y un caj¨®n. La guitarra no estuvo a su altura. Este joven Parrilla puso su mejor voluntad en acompa?ar el cante del maestro y en ocasiones obtuvo resultados estimables, pero el cante de Morente es demasiado rico para ce?irse a un acompa?amiento convencional.Sin embargo, Morente es, repito, un sabio del cante, y esa sabidur¨ªa no se limita a la bondad objetiva de su arte. Llega m¨¢s all¨¢, a valorar con acierto, por ejemplo, lo que pueden darle sus compa?eros, y ajustar el recital estrictamente a esos valores. Enrique Morente demostr¨® la noche del s¨¢bado que se puede cantar espl¨¦ndidamente flamenco sin contar con la guitarra ideal; el caj¨®n de Porrina, en cambio, le secund¨® con excelente sentido, calibrando a la perfecci¨®n la intensidad de las percusiones en cada momento.
Enrique Morente
Enrique Morente. Con Manolito Parrilla (toque) y Ram¨®n Porrina (percusi¨®n). Anfiteatro del Colegio de M¨¦dicos. Madrid, 27 de noviembre.
Morente hizo un repertorio de gran belleza, muy pr¨®ximo a los estilos cl¨¢sicos de lo jondo. Pero, claro, un cantaor como ¨¦l jam¨¢s va a desandar el camino andado por sendas de innovaci¨®n y retornar¨¢ a la ortodoxia pura y dura: lo suyo siempre sonar¨¢ distinto y tendr¨¢ ese acento personal que Morente sabe dar a su cante. Un cante de calidad, nada conformista, excepcional con frecuencia.
Excepcionales fueron las soleares, a las que dio una profundidad y una jondura que no son frecuentes. O la malague?a del Mellizo, transida de intensidad y de quejumbre de la mejor ley. Incluso los tangos, que la mayor¨ªa de los cantaores convierten en una melopea cansina y rutinaria, mientras Morente contin¨²a d¨¢ndoles su verdadero son, que no es tan f¨¢cil como parece, ni tan igual y monocorde. Y qu¨¦ vamos a decir de las cabales, de extrema dificultad y henchidas de emoci¨®n, con el acertad¨ªsimo subrayado en creciente intensidad de la percusi¨®n...
Enrique Morente es capaz siempre de lo m¨¢s dif¨ªcil. De pronto parece parar el cante, se detiene en un tercio, incluso en un ?ay!, y lo fragmenta entre largos silencios. Es decir, justamente lo contrario de lo que tradicionalmente se valora en el cante, la ligaz¨®n a ultranza, que el cantaor viola casi con alevos¨ªa para d¨¢rnoslo en peque?os trozos, provocando, sin embargo, el ?ol¨¦! cerrado de la audiencia. Inexplicable, pero cierto y hermoso. Decididamente hermoso, como casi todo el cante de este maestro ins¨®lito del flamenco actual.
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