?Hay vida despu¨¦s de la globalizaci¨®n?
Hace m¨¢s de 50 a?os el prestigioso historiador Karl Polanyi afirmaba que permitir que el mecanismo del mercado fuera el ¨²nico director del destino de los seres humanos y de su medio ambiente natural resultar¨ªa en la demolici¨®n de la sociedad. Esta intuici¨®n prof¨¦tica se cumple hoy en la ola de neoliberalismo que nos invade con las pol¨ªticas de la globalizaci¨®n econ¨®mica y sus indeseables consecuencias: la desvertebraci¨®n de redes comunitarias y solidarias, y el intensivo deterioro de los sistemas naturales que son un soporte b¨¢sico para nuestras sociedades. Las nuevas ideolog¨ªas totalizadoras del todo para la hiper-competitividad, subordinan la mejora equitativa del bienestar humano a las l¨®gicas privadas del crecimiento dinerario que se expande por la vida social. La omnipresencia y la fuerza de los medios con lo que cuentan las pol¨ªticas neoliberales, les hace caer en delirios m¨¢s propios de sociedades primitivas y preindustriales. Hoy la globalizaci¨®n se nos quiere imponer como una inevitable religi¨®n cuya l¨®gica de desarrollo es m¨¢s y m¨¢s mercado. Se nos presenta como un destino natural y transcendente del que no hay escapatoria posible.
Esta nueva religi¨®n mundial y su clero especializado defienden una creciente p¨¦rdida de los controles p¨²blicos y locales sobre un mercado-dios que debe imponerse por encima de todo tipo de necesidades colectivas. En las funciones sociales que realiza, estos impulsos a la totalizaci¨®n mercantil no s¨®lo se perfilan como una nueva fe medievalista, sino que adem¨¢s, su racionalidad reductivamente cremat¨ªstica, es insensible moralmente para con los propios efectos colaterales que genera: m¨²ltiples infiernos en la tierra para las v¨ªctimas y para los herejes de la modernizaci¨®n (los mal adaptados a las aceleraciones del liberal-productivismo o los que se atreven a desafiar la autenticidad de su verdad revelada). Pero a pesar de la potencia institucional y medi¨¢tica de sus supersticiones, no deja de encontrar nuevos obst¨¢culos en las m¨²ltiples resistencias y luchas sociales en muchos lugares del mundo.
Durante estos d¨ªas los gobiernos del mundo se re¨²nen en Seattle para discutir la Ronda del Milenio de la Organizaci¨®n Mundial del Comerico (OMC). El principal objetivo de las negociaciones es aumentar los poderes de la OMC para avanzar la liberalizaci¨®n del comercio mundial. Se trata de eliminar todo tipo de trabas al libre movimiento de todos los factores productivos allanando as¨ª el camino marcado por los acuerdos de la Ronda de Uruguay.
Sin embargo, la bondad intr¨ªnseca de la globalizaci¨®n se desvela como puro adoctrinamiento cuando se tienen en cuenta las dram¨¢ticas consecuencias que comporta para con los mundos sociales, econ¨®micos y ecol¨®gicos. Seg¨²n numerosos estudios y datos cient¨ªficos, la fren¨¦tica globalizaci¨®n genera un entrecruzamiento de peligros y padecimientos que se retroalimentan: un creciente aumento de la desigualdad al interior y entre pa¨ªses, una inestabilidad de las econom¨ªas nacionales que induce a frecuentes colapsos, y una situaci¨®n muy inquietante: la masiva destrucci¨®n de la riqueza natural de los ecosistemas pone en duda el futuro y supervivencia de las sociedades actuales.
Ante las evidencias de un mundo cada vez m¨¢s injusto e individualista y ante la inviabilidad de este modelo insostenible de desarrollo en un planeta con bienes naturales limitados y escasos, la ONU ha hecho una piadosa llamada a favor de una globalizaci¨®n con rostro humano. Con este eufemismo contradictorio, la ONU evita pronunciarse sobre la necesidad de poner l¨ªmites a las pol¨ªticas de expansi¨®n ilimitada del mercado mundial. La liberalizaci¨®n de los mercados beneficia sobre todo a la concentraci¨®n del poder en las manos de las multinacionales, al tiempo que reduce la diversidad y la capacidad de autosuficiencia de los tejidos socioecon¨®micos locales. Los hundimientos y retrocesos de los mercados locales lesionan las posibilidades de control democr¨¢tico. El actual contexto de regulaci¨®n mundial se impone por unas instituciones internacionales forofas del liberal-productivismo, pero que no son transparentes ni accesibles al control democr¨¢tico. Sus pol¨ªticas de desregulaci¨®n mundial del comercio favorecen a macroempresas que operan por encima de los estados. El resultado es la p¨¦rdida de derechos para los pueblos, sin mecanismos de control efectivos.
La redistribuci¨®n de la riqueza hacia arriba con megafusiones de grandes empresas, ha propiciado una econom¨ªa de casino que est¨¢ cada vez m¨¢s alejada del mundo real del intercambio econ¨®mico de bienes, servicios y recursos naturales. Las incalculables fortunas de papel de unos pocos vuelan electr¨®nicamente por el mundo sin trabas ni impuestos, hinchando las sobredimensionadas burbujas de las bolsas mundiales y otros negocios especulativos, y con ello, compitiendo ocultamente con el resto de las poblaciones en condiciones de tremenda ventaja.
La mundializaci¨®n del comercio no s¨®lo supone una creciente explotaci¨®n de la naturaleza, tambi¨¦n margina muchas formas econ¨®micas diversificadas y valiosamente enraizadas en realidades y escalas autosuficientes y bioregionales. Una inseguridad end¨¦mica se ha apodera de miles de localidades por el efecto de un capital volador internacional que carece de compromiso estable con el futuro de comunidades concretas.
Hasta ahora la OMC y las multinacionales se niegan reconocer y responder por los enormes costes sociales y ecol¨®gicos de su turbo capitalismo. En cambio, insisten en extender las competencias de la OMC a nuevos marcos para potenciar inversiones y competitividad por medio de leyes internacionales de libre comercio a las que han de subordinarse todo tipo de leyes y normativas nacionales y estatales que pudieran ser consideradas proteccionistas.
Ahora la desregulaci¨®n pretende avanzar hacia la industria audiovisual, favoreciendo el dominio cultural norteamericano. Tambi¨¦n busca la apertura al comercio mundial de las contrataciones de servicios y derechos b¨¢sicos como la salud o la educaci¨®n. Adem¨¢s, en Seattle se propondr¨¢ un nuevo acuerdo de derechos de propiedad intelectual relacionado con el comercio (TRIPS), que pretende garantizar el patentado de organismos vivos y la diversidad gen¨¦tica, acaparando as¨ª en manos privadas los conocimientos inmemorialmente desarrollados por pueblos del sur.
Pero, como el destino no est¨¢ escrito, hay otra globalizaci¨®n que est¨¢ en curso por todo el planeta: la de la resistencia, la de la solidaridad y de la renovaci¨®n de econom¨ªas locales y regionales. M¨¢s de mil organizaciones civiles de m¨¢s de 80 pa¨ªses, y como portavoces de millones de personas y asociaciones de todo tipo, ONG, ecologistas, sindicatos... han emitido un Llamamiento de la Sociedad Civil Internacional que rechaza la ampliaci¨®n de las competencias de la OMC por constituir una amenaza para el bienestar de las sociedades. Defienden una nueva pol¨ªtica que regule el comercio mundial para garantizar un mayor campo de protecciones sociales, culturales y ambientales.
David Hammerstein es portavoz de Els Verds del Pa¨ªs Valenci¨¤.
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