Revisionismo y baile de n¨²meros en Kosovo
?D¨®nde est¨¢n los cad¨¢veres de Kosovo? La pregunta llega al fondo del planteamiento que justifica el conflicto en s¨ª. El razonamiento es que nuestros l¨ªderes nos metieron en la guerra para impedir que un Estado europeo masacrara a sus ciudadanos. Si las masacres nunca tuvieron lugar, ?qu¨¦ justificaci¨®n queda para la intervenci¨®n?El revisionismo comenz¨® a surgir en septiembre, cuando los investigadores espa?oles de delitos de guerra empezaron a decir a los periodistas que estaban encontrando menos cad¨¢veres de lo que se esperaba. El jefe del equipo forense espa?ol coment¨® a EL PA?S que antes de llegar a Kosovo se le hab¨ªa dicho que se preparara para unas 2.000 autopsias. Lo cierto es que el equipo ¨²nicamente encontr¨® 187 cad¨¢veres. Otros investigadores han informado de que cuando intentaron encontrar los cad¨¢veres que los serbios presuntamente hab¨ªan quemado en el complejo minero de Trebca, al noreste de Kosovo, no encontraron absolutamente nada. El FBI acudi¨® dispuesto a encontrar miles de cad¨¢veres, y sali¨® afirmando que ¨²nicamente hab¨ªa encontrado 200.
A finales de octubre, el semanario conservador brit¨¢nico The Spectator alegaba que el "crudo manique¨ªsmo" de los l¨ªderes occidentales les hab¨ªa llevado a exagerar las atrocidades del r¨¦gimen serbio. ?No dijo Tony Blair, el 22 de marzo, que la guerra era necesaria para "salvar a miles de hombres, mujeres y ni?os inocentes de una cat¨¢strofe humanitaria, de la muerte, la barbarie y la purificaci¨®n ¨¦tnica a manos de una brutal dictadura"?
Seg¨²n los revisionistas, ¨¦sta fue la clase de ret¨®rica que anim¨® a los dem¨¢s a inflar las afirmaciones sobre las cifras de muertos en Kosovo. George Friedman, el revisionista que dirige la organizaci¨®n de consultor¨ªa estrat¨¦gica Stratford, con sede en Austin, aprovech¨® una aparici¨®n televisiva de William Cohen, secretario de Defensa de Estados Unidos, el 16 de mayo, en la que supuestamente afirm¨® que hab¨ªa 100.000 albaneses en edad militar que hab¨ªan desaparecido y que a¨²n estaban sin localizar. Igualmente, los revisionistas escogieron el comentario del ministro brit¨¢nico de Estado en el Ministerio de Asuntos Exteriores el 17 de junio afirmando que se hab¨ªa masacrado a 10.000 personas. A finales de noviembre, cuando el Tribunal Penal Internacional de La Haya anunci¨® que s¨®lo se hab¨ªan podido encontrar 2.108 cad¨¢veres en cinco meses de investigaci¨®n en Kosovo, los revisionistas se apresuraron a afirmar que Occidente hab¨ªa multiplicado por cinco los cr¨ªmenes serbios.
De hecho, puede que sean los revisionistas los que han entendido mal los hechos.
Lo que William Cohen afirm¨® en su aparici¨®n en el programa Face the nation, de la CBS, el 16 de mayo, es que se daba por muertos a 4.000 hombres albaneses (no 100.000), afirmaci¨®n confirmada por el rastro de pruebas forenses descubiertas por los investigadores de delitos de guerra desde junio. Puede que Jamie Shea, de la OTAN, haya comparado a Milosevic con el Pol Pot de Camboya, pero sus afirmaciones -que los serbios hab¨ªan ejecutado a 4.000 hombres- fueron cautas. La ret¨®rica de los l¨ªderes de la OTAN era muy moralista, pero no exager¨® en forma alguna la cuenta de cad¨¢veres. La afirmaci¨®n revisionista de que nos mintieron no est¨¢ probada.
Adem¨¢s, los revisionistas han malinterpretado los n¨²meros del Tribunal de La Haya. Al principio, la cifra total del tribunal -2.108 cad¨¢veres descubiertos en 195 emplazamientos- parec¨ªa confirmar las afirmaciones revisionistas. Pero los revisionistas no se dieron cuenta de que al menos hay otros 334 emplazamientos a los que volver¨¢n los investigadores en primavera, cuando se deshiele el suelo y se puedan reanudar las excavaciones. Nadie sabe cu¨¢ntos cuerpos m¨¢s se descubrir¨¢n en estos emplazamientos que queda por investigar ni si se encontrar¨¢n nuevos lugares. El c¨¢lculo actual del tribunal -bas¨¢ndose en fuentes de los servicios de espionaje occidentales, en testimonios de testigos y en pruebas aportadas por los miembros supervivientes de las familias- es que hay 11.334 cad¨¢veres en 529 emplazamientos. Lejos de ser una exageraci¨®n, el c¨¢lculo de junio del Ministerio de Asuntos Exteriores brit¨¢nico de 10.000 cad¨¢veres parece, si acaso, quedarse corto.
El que se encuentren estos 11.334 cad¨¢veres depende en realidad de si los militares y la polic¨ªa serbios llegan antes y se los llevan. Las fuerzas serbias han hecho grandes esfuerzos por borrar sus rastros. Por ejemplo, en el pueblo de Izbica, los lugare?os dijeron a los investigadores de delitos de guerra que hab¨ªan enterrado a 143 individuos tras la masacre serbia de principios de abril. Las im¨¢genes de un sat¨¦lite esp¨ªa -publicadas en mayo en la prensa occidental- mostraron estas 143 tumbas. A finales de junio, cuando los investigadores del tribunal llegaron al pueblo, los cad¨¢veres hab¨ªan sido trasladados y se hab¨ªan utilizado excavadoras en un brutal e infructuoso intento de borrar los rastros del emplazamiento. El problema real a la hora de establecer exactamente cu¨¢ntas personas murieron en Kosovo no es la propaganda occidental, sino los intentos serbios de cubrir los rastros de sus delitos.
Pero los temas m¨¢s profundos que plantean los revisionistas no tienen nada que ver con n¨²meros. Se trata de saber qu¨¦ umbral de atrocidad justifica la intervenci¨®n en los asuntos internos de otros Estados. ?C¨®mo de brutales tienen que ser las violaciones de los derechos humanos antes de enviar los aviones y las tropas?
Lo que alegan los revisionistas es que las violaciones deben ser sobrecogedoras para que la intervenci¨®n est¨¦ justificada, especialmente si la intervenci¨®n exige que pasemos por alto al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y las cl¨¢usulas de los tratados, como la Carta de la OTAN, que no autorizan operaciones ofensivas. Los revisionistas reconocen que la necesidad urgente podr¨ªa justificar el dejar a un lado las limitaciones formalistas del derecho internacional respecto al uso de la fuerza, pero ¨²nicamente si los delitos que queremos detener son verdaderamente flagrantes.
Hay una diferencia entre opresi¨®n y asesinato en masa, y la base de las alegaciones revisionistas es que Milosevic no hab¨ªa cruzado esa l¨ªnea. Dicho sea de paso, la oposici¨®n a Milosevic en Belgrado plantea el mismo argumento. Aceptan a rega?adientes que hubo opresi¨®n: desde 1989, Milosevic ha eliminado las instituciones del Gobierno aut¨®nomo kosovar establecidas en la Constituci¨®n de 1974; su polic¨ªa ha encarcelado, golpeado y maltratado sistem¨¢ticamente a los
activistas albaneses; en el verano de 1998, sus fuerzas desplazaron de sus pueblos a cientos de miles de albaneses durante su batalla contra la guerrilla del ELK. Tanto los revisionistas occidentales como la variante de Belgrado insisten en que esto no fue limpieza ¨¦tnica, sino simplemente un desplazamiento temporal de poblaciones durante las redadas antiterroristas de las fuerzas serbias. La afirmaci¨®n clave de los revisionistas es que Milosevic luchaba contra un grupo terrorista -el ELK- que estaba ejecutando a sus soldados y a sus agentes de polic¨ªa. La masacre y la limpieza ¨¦tnica ¨²nicamente tuvieron lugar despu¨¦s de que los aviones de la OTAN atacaran.Por lo tanto, el argumento no es s¨®lo que nuestros criterios para la intervenci¨®n no distingu¨ªan entre opresi¨®n y asesinato en masa, sino que nuestra intervenci¨®n contribuy¨® a precipitar los males que se supon¨ªa que iba a detener.
En realidad, no es un argumento en contra de la intervenci¨®n per se, sino contra la forma en que lo hicimos. Entramos demasiado tarde, cuando Kosovo ya hab¨ªa explotado en una guerra civil incontrolable, y, como no desplegamos tropas terrestres, Milosevic no lleg¨® a comprender que dec¨ªamos en serio lo de detenerle.
Se podr¨ªa dar la vuelta al planteamiento de los revisionistas. Ellos dan a entender que deber¨ªamos haber esperado hasta que la opresi¨®n se hubiera convertido en asesinato en masa. Pero sin duda el motivo de las intervenciones es detener esa mortal espiral descendente antes de que se inicie. La aut¨¦ntica lecci¨®n de Kosovo podr¨ªa ser que deber¨ªamos haber intervenido durante el verano de 1998 -cuando la ofensiva serbia estaba en su punto ¨¢lgido- con despliegues de tropas de disuasi¨®n en la frontera albanesa y Macedonia, y con una campa?a a¨¦rea suficientemente contundente como para convencer a Milosevic de que sab¨ªamos d¨®nde est¨¢ la l¨ªnea que separa la opresi¨®n de la masacre, aunque ¨¦l la ignorara. Si lo hubi¨¦ramos hecho, si hubi¨¦ramos ajustado m¨¢s adecuadamente medios y fines, puede que ahora no estuvi¨¦ramos discutiendo sobre cifras de cad¨¢veres.
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