Tords de l"enyor
No se ven. Aparec¨ªan por ahora arracimados. Un extendido cric-crac testimoniaba la excelente calidad de su carne y sus huesos. Los asoci¨¢bamos a la maduraci¨®n de la aceituna y al oto?o: "En l"autupne, torts grassos", constataba Eiximenis. Se les acechaba con escopeta al "ajocar-se". Se les dedicaban olivos en forma de castillo vegetal, ahuecado para cobijar una complicada red de ramas de adelfa con cortes para insertar los brins de esparto envescats. Los mejores d¨ªas eran los brumosos: ante el xoquejar de sus colegas enjaulados, acud¨ªan y los espartos les pegaban las alas. Era el primitivo arte aut¨®ctono, de la ca?a amb parany combinada con el reclam. Atrae condenas, persiste casi clandestinamente como un acto de resistencia. El problema ya no es el parany, es que no llegan tordos: pa¨ªses depredadores, armados de barcos y tecnolog¨ªas los exterminan al cruzar nuestro mar.Los penjols de tords eran el mejor regalo de las saturnales; esa corona la deseaba Marcial -de Bilbilis- y no la de laurel, Horacio amaba el "vagus, avidus, sed crasus tordus". Con zorzales, el siciliano Telecleides cocinaba pasteles; el macedonio Epicarmo, como Sent Sov¨ª, los asaba -no as¨ª Pla: "A la brasa el tord queda generalment cru i, sovint, externamente carbonitzat"-; en las bodas griegas eran felices con ocas rellenas con tordos, una receta valenciana es tords farcits amb col. Las afrancesadas "grives ¨¤ la p¨¦rigourdine" las prefer¨ªa Vicent Ventura, que tal d¨ªa como hoy de 1966, fiesta de san Siro, m¨ªtico restaurador de pobres, el ni?ito galileo portador de panes y peces multiplicables obispo legendario de Pav¨ªa y rey del famoso estadio de Mil¨¢n, fund¨® CC OO del Pa¨ªs Valenci¨¤ con T¨¤rrega, Lluch, Llinares y unos pocos m¨¢s. No consta que degustaran tordos.
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