C¨®rcega, de Merim¨¦e a Jospin
En mayo de 1829, la Revue de Paris public¨® por entregas la breve novela hist¨®rica Mateo Falcone; el autor era un joven parisiense de 26 a?os llamado Prosper Merim¨¦e. Ambientada en la isla de C¨®rcega, ofrec¨ªa un relato atroz y violento donde venganza y crimen constitu¨ªan las costumbres insulares. Lo m¨¢s chocante es que el joven autor de aquel relato de costumbres jam¨¢s hab¨ªa puesto los pies en C¨®rcega. No importa, ?acaso no hab¨ªa junto a Ajaccio unas hermosas rocas, casi islas, llamadas Sanguinarias?Una d¨¦cada m¨¢s tarde, Merim¨¦e fue nombrado inspector general de Monumentos Hist¨®ricos. Aprovech¨® la ocasi¨®n, y en uso de sus funciones visit¨® la isla por primera vez. Se interes¨® por los cantos populares del pa¨ªs, aunque s¨®lo coleccion¨® los de tem¨¢tica f¨²nebre obviando el resto, se apasion¨® por la vendetta y amas¨® todos los relatos posibles sobre el asunto. Dos meses en la isla dieron su fruto literario en forma de segunda novela de tem¨¢tica corsa: Colomba. La rom¨¢ntica pluma de Merim¨¦e cre¨® en Colomba un retrato brutal, salvaje y extra?o de C¨®rcega que condicion¨® el imaginario continental sobre la isla.
A primeros de septiembre pasado, Lionel Jospin pronunci¨® ante la Asamblea Territorial de la isla un discurso que parec¨ªa sacado, en su parte fundamental, de un atento lector de Merim¨¦e: para el primer ministro el problema definitorio de la isla era la violencia. Preced¨ªan su visita el asesinato del prefecto Claude Erignac y el grave esc¨¢ndalo pol¨ªtico protagonizado por su sustituto, Bernard Bonnet, azote autonomista donde lo hubiere. Jospin dijo entonces que no hab¨ªa nada que tratar hasta que los nacionalistas violentos entregasen las armas. Con esta condici¨®n, Jospin se dirig¨ªa tan s¨®lo a los ocho diputados del grupo Corsica nazione prescindiendo del resto de representantes. Esa actitud era coherente con la tradici¨®n hist¨®rica del Estado franc¨¦s en ese tipo de asuntos: lenguas minoritarias, culturas diferenciadas o territorios con deseos descentralizadores siempre han sido tratados como cuestiones de lamentable insumisi¨®n y de orden, nunca como asuntos pol¨ªticos.
Pero despu¨¦s de los ¨²ltimos atentados, Jospin tom¨® una decisi¨®n ins¨®lita ante la Asamblea Nacional. Una decisi¨®n que no era s¨®lo un cambio pol¨ªtico, sino una ruptura hist¨®rica en la tradici¨®n de la Rep¨²blica. Propon¨ªa un di¨¢logo inmediato, en Matignon, con todos los representantes de la Asamblea Territorial, sin exclusiones ni condiciones previas y con un temario por escribir.
La reciente decisi¨®n tiene el aspecto de haber sido tomada por Jospin en solitario -o casi-, a juzgar por el enfado de George Sarre, brazo derecho del ministro del Interior, Jean-Pierre Chev¨¨nement, cuya tesis de dureza afortunadamente fracas¨® a causa de las malas maneras del prefecto Bonnet y la impericia de sus acciones ilegales. Sarre declar¨® que no comprend¨ªa el cambio de actitud de Jospin; es decir, la sustituci¨®n de la raz¨®n de Estado por la raz¨®n pol¨ªtica. Si el equipo gubernamental manifestaba sentirse estupefacto, las filas de la derecha, que tantos cambios hab¨ªan reclamado, ahora no diger¨ªan que el primer ministro socialista les quitase de las manos argumentos cl¨¢sicos de vinculaci¨®n entre izquierda y centralismo, y es que no era un problema de derecha o izquierda, sino de tradici¨®n republicana que, en este caso, Jospin parece decidido a romper.
Pero la publicidad de la noticia ha tomado una forma equ¨ªvoca en la prensa: la novedad residir¨ªa en que el grupo de Corsica nazione (aparador electoral del principal n¨²cleo violento) est¨¢ dispuesto a asistir a la reuni¨®n ofrecida por Jospin, y por tanto lo relevante consiste en que los violentos acceden a la propuesta. Sin embargo, esa interpretaci¨®n interesada encubre una realidad m¨¢s compleja y rebaja el contenido de la decisi¨®n de Jospin.
La atomizaci¨®n de grupos nacionalistas en la isla es formidable, alrededor de 20 grupos. Pero hace meses -en marzo de este mismo a?o 1999- se constituy¨® la plataforma de Fium"Orbu, que agrupa a 13 de esas organizaciones, y en junio todas ellas firmaron un protocolo por el que se
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.