Los ¨²nicos al sur del r¨ªo Manzanares
Este perfil del doctor Luis Molina, le¨ªdo el jueves en un homenaje p¨®stumo, retrata a un m¨¦dico ejemplar, pero tambi¨¦n a toda una generaci¨®n de cirujanos cardiacos
Conoc¨ª a Luis Molina en 1975, en Houston, Estados Unidos. En Madrid, el doctor Mart¨ªnez Bordi¨² acababa de poner un coraz¨®n artificial a la "ternera Alicia", y pon¨ªa en marcha el Convenio Houston-Madrid para la cooperaci¨®n en cirug¨ªa cardiaca. Ahora sonar¨ªa a proyecto espacial, pero entonces Houston era la Meca de la cirug¨ªa cardiaca, y los cirujanos -j¨®venes y mayores- peregrinaban por el Texas Heart Institute, donde el doctor Denton Cooley operaba una media de 30 pacientes al d¨ªa. Corr¨ªa la voz de que con tantas operaciones, alg¨²n paciente mor¨ªa de muerte natural, no por la cirug¨ªa. Luis estaba becado por el Convenio, y creo que permaneci¨® all¨ª seis meses. Yo volv¨ªa desde Alabama y coincidimos dos semanas en Houston. Recuerdo su viva mirada, sus profundos conocimientos de la especialidad y su peculiar sentido del humor.Pertenec¨ªamos a escuelas distintas, ¨¦l a La Paz y yo a Puerta de Hierro, y se alentaba entonces subliminalmente la rivalidad entre equipos. Por ello, no nos volver¨ªamos a ver hasta nueve a?os despu¨¦s en el hospital Ram¨®n y Cajal. Desde entonces, hemos trabajado siempre juntos, y nunca mejor dicho, codo con codo.
Hab¨ªa realizado sus estudios de Medicina en la Universidad de Granada, y el entrenamiento en cirug¨ªa cardiaca -cinco a?os- en el hospital de La Paz. En 1976 se traslad¨® con su entonces jefe, el doctor Mart¨ªnez Bordi¨², al hospital Ram¨®n y Cajal. En 1984 acced¨ªa yo a ese servicio, y Luis Molina obtuvo una beca para ampliar estudios con el doctor Favaloro en Buenos Aires.
Estuvo all¨ª tres meses aprendiendo t¨¦cnicas especiales de la cirug¨ªa coronaria. Su estancia fructific¨® en Madrid, a su vuelta, al poner en marcha la revascularizaci¨®n coronaria con arteria mamaria interna. Hace diez a?os, con el doctor Rodr¨ªguez, el doctor Cortina y el doctor Ugarte iniciamos un nuevo Servicio de Cirug¨ªa Cardiaca en el hospital Doce de Octubre. Hoy nos parece normal que exista cirug¨ªa del coraz¨®n en el sur de Madrid, pero entonces la creaci¨®n de este servicio suscit¨® muchas reticencias en el ambiente hospitalario. Y, sin embargo, si se trazaba una horizontal en el mapa, por la calle de Ibiza, ocho hospitales de Madrid norte hac¨ªan cirug¨ªa cardiaca y ninguno de Madrid sur. Con lenguaje de las novelas del Oeste americano, ¨¦ramos y somos ¨²nicos al sur del r¨ªo Manzanares. Misterios de la planificaci¨®n sanitaria. Luis Molina y el equipo aceptaron aquel reto con entusiasmo, y ahora el Doce de Octubre ofrece toda la cirug¨ªa cardiaca conocida, con solvencia, incluyendo cerca de 250 trasplantes de coraz¨®n.
Los trasplantes eran la cirug¨ªa mimada de Luis Molina, su peque?a debilidad. Siempre estaba dispuesto a volar a cualquier lugar de la Pen¨ªnsula, a las Canarias y hasta a B¨¦lgica o Alemania para recoger un coraz¨®n, a veces en condiciones meteorol¨®gicas muy precarias. Cualquier esfuerzo por un trasplante m¨¢s, por un enfermo menos en la lista de espera. Y cuando volv¨ªa dec¨ªa orgullosamente: "Le mojamos la oreja al Registro Internacional".
El Registro Internacional de Trasplante Cardiaco recoge todos los datos relacionados con el procedimiento a escala mundial, y es voluntario. S¨®lo los hospitales con buenos o muy buenos resultados aportan sus datos, porque nadie -por el momento- obliga a un strip-tease cient¨ªfico. Compararse con el Registro Internacional no es, por tanto, tarea peque?a. El Registro Nacional es, por el contrario, obligatorio y lo patrocina la Organizaci¨®n Nacional de Trasplantes, que conoce la identidad de todos los pacientes. No es posible, por tanto, manipular los resultados. Pues bien, los espa?oles no s¨®lo somos los m¨¢s generosos del mundo en donaci¨®n de ¨®rganos por mill¨®n de habitantes; adem¨¢s, varios servicios de cirug¨ªa cardiaca espa?oles mejoran los resultados del Registro Internacional con respecto a la supervivencia de los pacientes a cinco o m¨¢s a?os. Por eso dec¨ªa Luis Molina: "Les mojamos la oreja", y m¨¢s de 60 trasplantes eran suyos y en 100 m¨¢s hab¨ªa colaborado. Y a?ad¨ªa con una sonrisa luminosa: "Y mientras tanto, Guti, un kilo al d¨ªa". "Guti", para los no iniciados, no es otro cirujano, es un jugador del Real Madrid. Y abr¨ªa unos brazos as¨ª de grandes y su sonrisa se tornaba en una mueca, mezcla de aceptaci¨®n y resignaci¨®n.
Todos entend¨ªamos lo que quer¨ªa decir, pero ahora tal vez merezca una explicaci¨®n. No s¨®lo ten¨ªa Luis en sus manos la vida del trasplante de ese d¨ªa, antes se jugaba la propia yendo a buscar el coraz¨®n del donante en peque?os aviones y corriendo en ambulancia a 100 por hora por las calles de las ciudades espa?olas, generalmente de noche. En algunas, afortunadamente, la polic¨ªa precede a la ambulancia con otro coche. Alternativamente se colocan a la derecha o la izquierda de cada intersecci¨®n para proteger a la ambulancia de cualquier loco nocturno que quiere saltarse un ceda el paso o un sem¨¢foro. As¨ª es y as¨ª tiene que ser para que el coraz¨®n -sin ox¨ªgeno- sufra lo m¨ªnimo posible en el camino y sea capaz de latir de nuevo en otra persona. Cuatro horas es el l¨ªmite para no perderlo, por eso hay que correr y arriesgar. Por eso abr¨ªa los brazos Luis y dec¨ªa: "Y Guti, un kilo al d¨ªa", y faltaba el final de la frase, porque todos la sab¨ªamos: "Y yo, 270.000 al mes".
Reflexionen sobre ello. Luis dec¨ªa que en pocas cosas pod¨ªamos codearnos con los pa¨ªses m¨¢s avanzados, pero una de las pocas era la calidad de la medicina hospitalaria. Cuando comenzaron los trasplantes hep¨¢ticos en Estados Unidos, r¨¢pidamente se hicieron en Espa?a. Si alguien dilata las arterias coronarias con un peque?o bal¨®n en Boston, los cardi¨®logos lo ofrecen a los espa?oles en meses. Pero si usted quiere un gran coche, tiene que ser alem¨¢n y su tel¨¦fono m¨®vil todav¨ªa se trae de Estados Unidos, Suecia o Jap¨®n. A veces dec¨ªa Luis tambi¨¦n que ¨¦ramos Hollywood comparados con otros servicios p¨²blicos del pa¨ªs. ?Les viene a la cabeza el Ej¨¦rcito, la Justicia, la Administraci¨®n? Tambi¨¦n dec¨ªa que la sociedad lo intuye, pero no lo reconoce, salvo cuando se opone contundentemente y con raz¨®n a cualquier intento de privatizaci¨®n. Y nos dec¨ªa que la sociedad tendr¨¢ que reconocerlo si quiere seguir teniendo buenas cabezas en los hospitales. Porque ¨¦l no culpaba a los pol¨ªticos. Dec¨ªa que hemos tenido tres gobiernos democr¨¢ticos de distinto color y nada ha cambiado sustancialmente; es la sociedad la que exige medicina buena y barata, y eso ser¨¢ imposible en el futuro. En Europa, s¨®lo Turqu¨ªa y alg¨²n otro pa¨ªs dedica menos porcentaje del PIB a sanidad. Ya saben lo que les espera.
Luis Molina no ten¨ªa stock options del Insalud ni participaci¨®n en resultados, s¨®lo ten¨ªa el trabajo bien hecho, y hecho con buen humor.
A veces ten¨ªa alg¨²n premio adicional. El hermano de un paciente al que hab¨ªa operado de coronarias el d¨ªa anterior le ense?¨® un cuadro de 2 x 1,5 metros a la puerta de la UVI:
-?Le gusta, doctor?
-S¨ª, es muy bonito.
-Pues si mi hermano sale bien, le regalo uno igual.
Al final, el enfermo sali¨® bien, pero no hubo cuadro. Pero a Luis le bastaba la historia -y poder contarla- para ser feliz.
Era extremadamente tolerante y positivo. Un d¨ªa iba de un lado a otro, sin parar, en el antequir¨®fano, como el le¨®n del Retiro. Luisillo, no te pongas colorado. Se resist¨ªa a contarme qu¨¦ pasaba, pero, por fin, me dijo:
-Mi hijo no ha dormido en casa y dijo que vendr¨ªa a las doce de la noche.
Por fin, a mitad de ma?ana, llam¨® Tonita. Luisillo hab¨ªa aparecido. No pregunt¨® qu¨¦ hab¨ªa pasado ni d¨®nde hab¨ªa estado. Le bastaba con saber que estaba bien. Por cierto, Luis, ?d¨®nde estabas?
Nunca le o¨ª criticar a nadie. Ni a un compa?ero ni a un m¨¦dico de otro hospital. Dicen que somos corporativistas. Ser¨¢ en los tribunales y probablemente porque conocemos el grado de incertidumbre de nuestra profesi¨®n. O no les suena haber o¨ªdo "qu¨¦ barbaridad, ?qu¨¦ m¨¦dico le ha mandado eso?". Nunca cay¨® en la tentaci¨®n de la cr¨ªtica, ni aun amable.
Y era valiente. Cuando era residente de tercer a?o, con el doctor Mart¨ªnez Bordi¨², en 1974, escondi¨® en su casa a un miembro afamado de la Junta Democr¨¢tica perseguido por la pol¨ªcia secreta de Franco. Se jugaba obviamente su carrera, pero no le import¨®. Y nunca supe la historia por ¨¦l, tal era su discreci¨®n.
Como entonces, si alguien le necesitaba, Luis Molina estaba dispuesto a ayudar, con sus p¨¢ginas amarillas, su famosa agenda de tel¨¦fonos, gorda como El Quijote en paper back. All¨ª estaban todo y todos. Hace unos meses varios amigos fuimos a ver las Edades del hombre a Palencia. En alguna sobremesa se habl¨® del famoso abrigo de piel de Mar Flores, y se discut¨ªa si era realmente un regalo o se lo hab¨ªan prestado. Mientras, Luis Molina cogi¨® su agenda, llam¨® por el m¨®vil y cort¨® la discusi¨®n, burl¨®n: "A la due?a de la tienda se lo han pagado". Nos dej¨® pasmaos.
Era indulgente, independiente, responsable y libre de vanidad. Su sentido de la responsabilidad me lo demostr¨® un s¨¢bado por la ma?ana en 1985. Est¨¢bamos operando y le not¨¦ que sudaba y se mov¨ªa nervioso. Pens¨¦ que era el calor de la l¨¢mpara, pero cuando empezamos a cerrar me dijo que iba a sentarse, que no se encontraba bien. Se cay¨® al suelo apret¨¢ndose el pecho. De all¨ª pas¨® a la UVI con un infarto de miocardio. Una hora hab¨ªa aguantado de pie sin quejarse. Una sola operaci¨®n y dos pacientes a la UVI.
La biolog¨ªa es cruel. A los 36 a?os de edad, el infarto de miocardio es un mal augurio, pero la biolog¨ªa, cruel, eligi¨® otra alternativa. Pero no le venci¨®, porque no consigui¨® derrumbarle ni en este diferente envite final. Luis se mof¨® de la muerte en sus ¨²ltimos meses, como s¨®lo supo hacerlo Brassens, que yo sepa. Con iron¨ªa, con buen humor, reclamando a los amigos a su alrededor para que vieran que, a pesar de todo, los quer¨ªa, y los quer¨ªa felices. No solicit¨® ni un atisbo de compasi¨®n, ni tuvo un reproche para la vida o para la muerte. Sin un solo momento de desfallecimiento. "Rufi, hoy me he mareado, tal vez he empezado demasiado pronto con la morfina", o "Y no te olvides, si no vas a mi entierro, yo no ir¨¦ al tuyo". ?Era s¨®lo una boutade o quer¨ªa decir m¨¢s?
Tampoco consinti¨® des¨¢nimo en su familia ni en sus amigos. En sus ¨²ltimos 15 d¨ªas nos hizo el velatorio en vida, ¨¦l a nosotros, con sus bromas, sus iron¨ªas, su desbordante vitalidad.
Luis pod¨ªa apuntarse los versos de Brassens, en la s¨²plica para ser enterrado en S¨¨te: "La Camarde qui m"a jamais pardonn¨¦/ d"avoir sem¨¦ des fleurs dans les trous de son nez/ me poursuit d"un zele imbecile...".
Que es m¨¢s o menos, sin ritmo, claro: "La parca que nunca me ha perdonado/ que en los orificios de su nariz flores haya sembrado,/ me mira con un celo imb¨¦cil...".
Y unos d¨ªas antes, "mientras se mor¨ªa deprisa", "sin dar ruido", dijo a Pilar, nuestra enfermera, a la que quer¨ªa particularmente: "No pod¨ªa so?ar una vida mejor". Tal vez por eso se "mor¨ªa sin rencor". Y a sus hijos les encarg¨®: "Cuando est¨¦ en la cama, muerto, poner m¨²sica, poner ¨®pera".
Entrar a darle el ¨²ltimo beso fue m¨¢s sencillo as¨ª, aunque no menos estremecedor. Era chocante la muerte junto con el sosiego y la paz. Creo que nos quer¨ªa decir: "La vida es bella; yo la he disfrutado; no me llor¨¦is, disfrutadla vosotros". O tal vez quer¨ªa decir, como Garc¨ªa Lorca: "Si muero, dejad el balc¨®n abierto...".
Luis, te queremos. Tonita, Luis, Pablo, amigos de Luis, pod¨¦is estar orgullosos.
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