Bodegones
JOS? LUIS MERINO
Con la exposici¨®n del Museo de Bellas Artes de Bilbao El bodeg¨®n espa?ol. De Zurbar¨¢n a Picasso se entra en un mundo de sugestivas sensaciones.
Si nos adentramos en el siglo XVII, puede percibirse el arrojo pict¨®rico de un autor, Antonio de Pereda (1611-1678). En su obra Bodeg¨®n con verduras dispone los objetos de modo que se creen planos de transiciones entre ellos. El objeto del primer plano se funde con el de atr¨¢s o con el colindante. Ha provocado una dificultad a?adida. Sin embargo, otros artistas inscritos en el mismo siglo XVII, como Francisco Palacios, Burgos Mantilla, Van der Hamen y Le¨®n, Camprob¨ªn, Alejandro de Loarte y alguno m¨¢s tratan de eludir esa tesitura colocando los objetos muy separados entre s¨ª. Se limitan a pintar con la mayor fidelidad imaginable, lo que no es poco, y todo queda ah¨ª. Por eso, en el bodeg¨®n aludido encontramos fundamentos de alto riesgo pl¨¢stico, que el artista ha resuelto con sumo talento. Pese a ello, no pueden dejarse de mencionar tres espl¨¦ndidas obras de Van der Hamen y Le¨®n, m¨¢s otras de Loarte, y una peque?a y tenebrosilla de Burgos Mantilla, adem¨¢s de otras cuatro excelentes del propio Antonio de Pereda, y alguna m¨¢s.
El cuadro titulado El bodeguero, de autor an¨®nimo espa?ol, fechado en 1630, es una pieza arrebatadora. Pese a las torpezas dibuj¨ªsticas exhibientes, est¨¢ pintado con un vigor y un arrojo admirables. El cuadro ha sido cedido por el Rijksmuseum, de Amsterdam, lo que indica que esa obra se codea permanentemente con obras de Rembrandt, Veermer, Van Dyck, Frans Hals y muchos otros maestros.
Hay que valorar el ambicioso deseo de Vald¨¦s Leal (1622-1690), puesto que introduce en su obra Alegor¨ªa de la vanidad un c¨²mulo de temas en un s¨®lo cuadro. Como resultan bell¨ªsimos los aportes de Luis Mel¨¦ndez (1716-1780), con obras que son un adelanto de lo que dos siglos despu¨¦s se llamar¨¢ hiperrealismo.
Punto y aparte merecen las obras de Francisco de Zurbar¨¢n (1598-1664). La sola figura del cordero a punto del sacrificio proporciona un sinf¨ªn de argumentos de gran acierto, en cuanto a la relaci¨®n entre la luces y las sombras. Acertad¨ªsima la realizaci¨®n del volumen del cordero, sin dejar de mencionar el color, pleno de sutilezas. La otra obra suya, titulada Bodeg¨®n con cacharros, es otro milagro de arte e inteligencia. La obra posee una intenci¨®n muy calculada: la posici¨®n de las asas de los objetos, los toques de luz, el color de esos objetos y hasta que el fondo de uno de los platos sea mayor que el otro. Como pocas veces en la historia del arte unos simples objetos inertes comportan casi un silencio metaf¨ªsico.
Diego Vel¨¢zquez (1599-1660) participa con una excelente obra de juventud. Tres excelentes obras de S¨¢nchez Cot¨¢n (1560-1627), le acreditan como uno de los m¨¢s cualificados creadores del bodeg¨®n en Espa?a.
A partir de las obras de Francisco de Goya (1746-1828), nos parece que pasamos a otra fase, en nada comparable con la anterior. Goya imprime otro car¨¢cter a la pintura. No importa que se trate de unas naturalezas muertas, o, quiz¨¢ por eso, se arroga la facultad de trazar las pinceladas con una libertad expresiva poco com¨²n hasta entonces. Esas costillas sangrientas, esa cabeza de cordero que conmueve verla, ese pavo que a¨²n muestra el fulgor de su muerte sonrosada, ese hato de gallinas ciegas para siempre, todo ello atrae con una fuerza arrolladora sobre la mirada de los espectadores.
Mucho queda por rese?ar, como por ejemplo los cuadros de Juan Gris (1887-1927), muy buenos, uno de ellos lo hubiera firmado Malevich. Picasso (1881-1973) est¨¢ representado con ocho obras, donde destacan en especial tres de ellas: la del jarr¨®n, la de la cacerola y la de los p¨¢jaros muertos. El cuadro de Joan Mir¨® (1893-1983) es una delicia ingenuista. Las obras de Salvador Dal¨ª (1904-1989) se mueven entre lo muy solvente y lo efectista.
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