LA CR?NICA El c¨®nsul del "pop-up" ANTONI PUIGVERD
Dejemos a un lado la fatigosa discusi¨®n sobre la pesadez o la candidez de estas fiestas y centremos la cuesti¨®n en un aspecto meramente t¨¦cnico: qu¨¦ hacer con los ni?os que imponen estos d¨ªas la mareante dictadura de sus envidiables vacaciones. Est¨¢n las f¨®rmulas convencionales: los salones navide?os de infancia, una soluci¨®n contrastada, as¨¦ptica, que hay que aplaudir y saludar. Est¨¢n las nuevas y viejas pelis de la churrer¨ªa Disney (aquella que un impagable S¨¢nchez Ferlosio tach¨® de mal no solamente est¨¦tico). Y est¨¢n los parques tem¨¢ticos navide?os: los pesebres vivientes, cada vez m¨¢s abundantes (existe en este final de siglo catal¨¢n una irrefrenable vocaci¨®n de par¨¢lisis voluntaria), o las ciudades pesebristas, Olot en primer lugar, con su inagotable muestra de caganers. Todas estas alternativas del entretenimiento navide?o tienen el virtuoso confort de lo conocido y el defecto de lo previsible. Si algunos padres creen, sin embargo, que la infancia no est¨¢ re?ida con la inteligencia y la belleza, ah¨ª va una propuesta. P¨¢sense por Girona, entren en el palacete g¨®tico (m¨¢s o menos falsificado) de la Fontana d"Or, sede cultural de Caixa de Girona, y marav¨ªllense con la colecci¨®n de libros pop-up que ha atesorado a lo largo de 15 a?os el gran Quim Corominas, uno de los mejores pintores expresionistas del pa¨ªs. No se trata de una m¨¢s o menos culta o divertida muestra cultural. No propongo una de estas bienintencionadas trampas culturales para ni?os. Nada de eso. La exposici¨®n de pop-up, abierta a todos los p¨²blicos, es fruto, no de un c¨¢lculo pedag¨®gico, sino, como todas las buenas cosas, de una pasi¨®n: la obsesi¨®n coleccionista de Quim Corominas, un tipo entra?able, curioso y con variad¨ªsimos perfiles. Uno de los mejores ejemplares de la bohemia art¨ªstica gerundense. Quim Corominas es un coleccionista compulsivo y un gran vividor. Aparte de caldos de Borgo?a, recetas de cocina y bellas mujeres (colecciones ¨¦stas totalmente privadas), Corominas se enamora de objetos de todo tipo: barcos, juguetes, libros, artefactos. Descubri¨® su pasi¨®n en una de sus estancias en Inglaterra, en los primeros setenta. Sus objetos, por distintos y distantes que sean, coinciden en unos determinados rasgos est¨¦ticos: tradici¨®n artesana, una vaga reminiscencia infantil y el gusto por la belleza c¨¢ndida y el trabajo bien hecho. En sus manos y en su territorio (un estudio en el casco antiguo de Girona), estos objetos se convierten en habitantes de un continente particular que va cambiando a medida que se agregan nuevos personajes, nuevas formas, nuevos objetos. Este continente particular forma parte de la historia creadora de nuestro artista, pero no es visitable, no est¨¢ para ser ense?ada, s¨®lo para ser vivida por el artista y sus amigos. De este mundo, ha desgajado Corominas un precioso segmento, lo mejor de su enorme colecci¨®n de pop-up.
Los pop-up, tambi¨¦n llamados libros m¨®viles y tridimensionales, forman parte de la memoria de muchos abuelos y padres, que so?aron gracias a ellos en los tiempos -ahora casi prehist¨®ricos- en los que las im¨¢genes eran port¨¢tiles y de papel. Nacieron los pop-up, en tanto que industria del entretenimiento y la did¨¢ctica, unos a?os antes que el cine, y se desarrollaron paralelamente a ¨¦l. Funcionaron extraordinariamente como plasmadores de variadas fantas¨ªas en la realidad concreta de los libros. Sirvieron para encarnar la magia del circo, el exotismo de faunas y floras lejanas, las arquitecturas de los cuentos tradicionales y muchas de las m¨¢s c¨¦lebres maravillas de la historia, la geograf¨ªa o las mitolog¨ªas populares. Corominas encuentra rastros de pop-up en la obra de Ramon Llull, uno de estos monstruos sabios que sirven para todo. Llull se llamaba a s¨ª mismo loco y fant¨¢stico. No es extra?o, por lo tanto, que el cuento m¨¢s representado en los pop-up sea el de Alicia: la maravilla, la sorpresa, la anulaci¨®n de la frontera entre realidad y fantas¨ªa forman parte del coraz¨®n del pop-up. Se trata de la primera exposici¨®n antol¨®gica de estos libros en Espa?a. Lo es por pura casualidad. Sumando maravillas a su particular continente m¨¢gico, Corominas se ha convertido, sin pretenderlo, en el mayor coleccionista, el primer propagador, el gran c¨®nsul del pop-up hisp¨¢nico. El pr¨®ximo a?o en Nueva York se producir¨¢ una gran muestra de estos colosales libros. La de Girona, seg¨²n admiten en Nueva York, ser¨¢ un inmejorable aperitivo. Vis¨ªtenla, pues, aprovechando estos azucarados d¨ªas. Es una muestra que puede hermanar a padres, ni?os y abuelos. Los pop-up tienen, entre otras virtudes, la capacidad de confundir lectura y contemplaci¨®n, magia y artesan¨ªa, libro y juguete.
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