Los ojos de Octavio Paz FREDERIC AMAT
Con frecuencia nos asaltan recuerdos de los seres queridos y ausentes. Concisas im¨¢genes de peculiaridades f¨ªsicas: un gesto habitual, la expresi¨®n de unas manos, el tono de voz, una cicatriz... De Octavio Paz recuerdo con nitidez sus ojos. Ojos de melancol¨ªa y de entusiasmo, que no de ilusi¨®n. Octavio no cre¨ªa en las ilusiones porque son ef¨ªmeras, cre¨ªa en la esperanza y la convicci¨®n. Su obra est¨¢ salpicada de ojos y en sus retinas un signo: la interrogaci¨®n.Ojos de vigilia y de generosa mirada. Los ojos de Paz, los ojos de la palabra. Me he sentido atra¨ªdo por sus visiones y vislumbres, he escrutado durante a?os su mirada, en la que la poes¨ªa pod¨ªa ser el v¨¦rtigo de los cuerpos, y el v¨¦rtigo de la dicha, y el v¨¦rtigo de la muerte, el paseo con los ojos cerrados al borde del despe?adero.
El ojo de Paz no es un ojo de c¨ªclope, son ojos m¨²ltiples como las alas oculares de los ¨¢ngeles rom¨¢nicos. Ojos hechizados, siempre en expansi¨®n, que transitan por el arte de Occidente a Oriente, del mundo precolombino a las vanguardias y que nos ayudan a entender la profunda unidad de las artes. Poco tiempo antes de su muerte envi¨¦ a Octavio una carta pintada en la que su nombre aparec¨ªa como un gran par¨¦ntesis de c¨ªrculos que se abr¨ªa y cerraba con dos ojos. En otra p¨¢gina dibuj¨¦ una gran letra "O" como luminoso astro solar.
Con el t¨ªtulo gen¨¦rico De la palabra a la mirada, la exposici¨®n que puede verse en Barcelona es fruto de la mirada de Paz. Mejor dicho, de una correspondencia de miradas como vasos comunicantes que se nutren mutuamente.
Las im¨¢genes no ilustran los poemas, los iluminan celebrando la capacidad de la pintura de fijar la poes¨ªa en im¨¢genes como el poeta fija im¨¢genes con palabras.
La exposici¨®n nos ofrece la posibilidad de contemplar un mosaico de libros de artista como hitos referenciales del mundo visual del poeta, como testimonios de una rueda de amistad y confluencias: Mandalas, tipograf¨ªas, caleidoscopios, topoemas... Unidad y variedad en esta constelaci¨®n de libros en que se diluyen las fronteras entre poes¨ªa y pl¨¢stica. Sus t¨ªtulos son expl¨ªcitos: Discos visuales, Piedras sueltas, Rotaciones, Blanco, Vista y tacto, Instant¨¢neas, Jardines imaginarios, Petrificada petrificante, Sol sobre una manta, Lectura y contemplaci¨®n... Poes¨ªa, persona y pensamiento son indisolubles en los ojos de Octavio Paz. Su poema Cara al tiempo, dedicado al fot¨®grafo Manuel ?lvarez Bravo, proclama: "El ojo piensa, el pensamiento ve, la mirada toca".
No es el momento de extenderse acerca de cada uno de estos libros de artista, pero quisiera detenerme en uno de ellos, la suite: Three poems, realizado junto a Robert Motherwell en 1987, como una danza de im¨¢genes y palabras en paso a dos en la que la poes¨ªa se manifiesta como "quietud en movimiento, el tr¨¢nsito en la quietud".
Se ha notado una de las presencias m¨¢s relevantes en esta exhibici¨®n, perm¨ªtanme mencionar una a?orada ausencia: l¨¢stima que el destino no hiciera posible una creaci¨®n conjunta de Paz y Joan Mir¨®. ?Se imaginan el poema F¨¢bula de Joan Mir¨® ilustrado por el propio pintor?
Octavio Paz ha sido una rara avis por su singular capacidad receptiva y de di¨¢logo con las artes pl¨¢sticas. De ello dan testimonio las dos vol¨²menes de su obra completa reunidos con el t¨ªtulo Los privilegios de la vista. As¨ª se denomin¨® tambi¨¦n la exposici¨®n que festejamos en Ciudad de M¨¦xico, en el mes de marzo de 1990, como un personal museo imaginario de la mirada del poeta. En tal ocasi¨®n, Paz apuntaba que para ver de verdad hay que comparar lo que se ve con lo que se ha visto. ?rbol adentro, ¨¢rbol de ojos.
Los ojos de Octavio Paz atraviesan el rastro de la historia del arte como uno de los ¨²ltimos supervivientes de la vanguardia, cuyo ocaso no entend¨ªa como renuncia, sino como interrogaci¨®n, consciente de que hemos llegado al final de un gran mito que ha movido la modernidad: la revoluci¨®n.
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