Sus intr¨¦pidas majestades
A M¨¢laga y Algeciras llegaron en barco. A Ja¨¦n, en coches de ¨¦poca. A Sierra Nevada, esquiando. (?C¨®mo, si no?). Y a Torreperogil (Ja¨¦n), donde cada a?o utilizan un medio de transporte distinto, fueron este a?o en coche de caballos. Como son magos, los Reyes nunca faltan a su cita con los ni?os, y en Andaluc¨ªa ayer hab¨ªa miles esper¨¢ndolos por las calles.Los de Algeciras (C¨¢diz) fueron los primeros en recibirlos con el cl¨¢sico arrastre de latas. Cuando los magos bajaron del barco, a¨²n algo mareados, mil chavales los jalearon en la zona del Llano Amarillo, informa C¨¢ndido Romaguera.
En Sierra Nevada, sus majestades tuvieron que demostrar su habilidad desliz¨¢ndose, con la capa, la corona y las barbas por las pistas de esqu¨ª. Camellos no llevaron, porque no est¨¢n adaptados para el fr¨ªo, pero s¨ª pajes: m¨¢s de un centenar de monitores de la estaci¨®n de esqu¨ª descendieron delante de ellos con antorchas y bengalas. La comitiva la cerraron tres trineos tirados por perros esquimales y cargados de regalos.
M¨¢laga y Sevilla acogieron los desfiles m¨¢s ostentosos. Como los Reyes no pueden estar en todas partes a la vez, en estas y otras capitales sus carrozas las ocupan personajes ilustres que, en el caso de Sevilla, hasta pagan dinero por salir. A saber: Representar a Melchor o Gaspar cuesta siete millones de pesetas. Y hacer de Baltasar, como es el preferido de los ni?os, cuesta a¨²n m¨¢s. Este a?o, Nicol¨¢s Valero, c¨®nsul de Costa Rica, cedi¨® 20 millones por presidir la carroza. La Baltasara de M¨¢laga no pag¨® nada. Fue Mariv¨ª Romero, concejala de Asuntos Sociales del PP.
En esta edici¨®n, los organizadores de las cabalgatas no han pasado por alto la llegada del a?o 2000. En Granada capital, la comitiva real iba precedida de una estrella de 15 metros de largo por 3,5 de alto llamada El cometa del milenio.
En Huelva se estrenaron 16 carrozas peque?itas pero muy lucidas, dise?adas por una empresa de C¨¢diz especializada en atrezzo de carnaval. C¨¢diz tambi¨¦n llev¨® el recuerdo de su fiesta carnavalera a lomos de una de las carrozas reales. El autor Jos¨¦ Ram¨®n Zamora encarn¨® a uno de los Reyes Magos. Y no menos musical fue la Baltasara de Jerez de la Frontera, Mar¨ªa Jos¨¦ Santiago.
Entre las capitales andaluzas, s¨®lo Almer¨ªa apost¨® por un Baltasar de los que no hacen pasar apuros a los padres, (es decir, un Baltasar negro, que luego vienen las preguntas tipo: "Mam¨¢, ?Por qu¨¦ tiene el cuello blanco?). Lo encarn¨® Math Ka, un inmigrante senegal¨¦s licenciado en Filolog¨ªa.
La de los Reyes Magos es una tradici¨®n que lleg¨® a trav¨¦s de los misioneros a algunos lugares de Latinoam¨¦rica. La localidad de Juana D¨ªaz, en Puerto Rico, tiene una esplendorosa fiesta de Reyes. En la Biblia no se habla de Melchor, Gaspar y Baltasar. S¨®lo el Evangelio de San Mateo menciona de pasada a unos "sabios" de Oriente que visitaron a Jes¨²s, seguramente sacerdotes persas, considerados magos, que anticipaban y acud¨ªan a cualquier acontecimiento extraordinario del mundo antiguo.
Sin embargo, la figura de estos magos interes¨® a ministros y feligreses, y hacia el siglo VIII, los reyes ya eran tres, se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar y ¨¦ste ¨²ltimo era negro. As¨ª lo certific¨® el historiador ingl¨¦s Bede.
La consolidaci¨®n definitiva del mito de los Reyes vino en Espa?a de la mano de los Autos Sacramentales, peque?as obritas de teatro que los religiosos de la Edad Media escrib¨ªan para ayudar al pueblo a entender su mensaje. Desde entonces, aquellos tres sabios han ido entrando en las casas por los balcones, por las puertas de atr¨¢s, regalando algo m¨¢s que objetos: la posibilidad de volver a la ni?ez por una noche.
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